Mi abuelo Antonio le compró el Ford T con matrícula HU-146 al
ingeniero de Iberduero que vivía en la Lafortunada, mientras estaban
construyendo la presa hidroeléctrica (lo había comprado en 1921),
cuando se compró uno nuevo en 1929.
Era un coche que sólo tenía una herramienta y que podía ir por
todo tipo de caminos sin temor a tener averías. Apenas tenía 20
caballos, pero era un coche pensado para durar. Se vendieron muchos
millones de unidades.
Cuando bajaba a Barbastro aparcaba en un garaje. En la foto, uno en ruinas en la calle Capuchinos.
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Garaje en ruinas en la Calle Capuchinos de Barbastro
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Al principio los garajes eran locales destinado a guardar automóviles, luego fueron haciendo tareas de taller de reparación de vehículos. Hasta que finalmente, se diferenciaron. Antes de tener el coche, dejaba el carro en Casa Pico.
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Antiguo garaje en Barbastro en la carretera de Huesca
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Lo mismo, al igual que el Ford T, sucedió con el Volkswagen Escarabajo, el coche del pueblo,
que se diseñó para durar. Y vaya que lo hizo, se vendieron decenas
de millones de unidades en Alemania y en todo el mundo durante los
años 40 a 60.
Lo mismo sucedió con muchas marcas de coches como el Opel Corsa que
se fabricó en Zaragoza desde 1982. Yo lo dejé con medio millón de
kilómetros y aún lo vendí. Eran coches para durar, para hacer que
la población se hiciera adicta al uso del automóvil. No tenían
electrónica.
Pero, todo cambia con la llegada de la electrónica y “el cambio
climático” donde los coches se vuelven más electrónicos y, por
ello, con más facilidad de averías. Por supuesto, caras.
Por aquello que ya no se repara, sino que se cambian bloques enteros.
Por eso son más caras las averías. Es más difícil arreglar que
diagnosticar que bloque está averiado y cambiarlo.
Yo había vivido la bomba del ordenador Macintosh de Apple en 1984
cuando, de repente, dejaba de funcionar y salía la temible bomba en
la pantalla, que hacía que tuvieras que iniciar el ordenador. Eran
sistemas no estables. También ocurría con los grandes ordenadores de la Universidad, que fallaban continuamente.
Lo mismo sucedió muchos años con las primeras versiones del sistema
operativo Windows en los 90, que también dejaban de funcionar de
repente. No dejabas de guardar temeroso de perder el trabajo
realizado.
Siempre había bromeado que un coche se compartiera de una forma
similar, hasta que lo he vivido en mi último coche, con mensajes de
error diciendo que en determinados kilómetros dejará de funcionar.
Te sientes con la misma ansiedad que cuando temías que el ordenador
se colgará en cualquier momento y estabas continuamente guardando el
trabajo realizado. Tienes que ir al concesionario cuanto antes. No
basta con resetear, como en el ordenador.
Los sistemas nuevos hacen que
el coche sea más electrónica que mecánica. Ello, hace que los
coches parezcan naves espaciales en su uso, pero son más inestables
que los primeros coches.
Nos encontramos ante una generación de coches pensados no tanto para
durar, sino para ser cambiado para adaptarse a la innovación continua.
Son coches del capital, para pagar por
uso, porque no tienen valor como elemento de inversión. Están
pensados para el cambio cada poco tiempo, basados en la continua
innovación. Son "productos Beta" permanentes.
Ya no se tienen en cuenta los periodos sólidos de prueba del producto. Lo que
importa es el lanzamiento anual por la novedad. Por ello, hemos
visto, también, fiascos en famosas marcas de telefonía móvil.
Tampoco estamos hablando de “obsolescencia programada”, porque es
innovación continua sin saber su estabilidad. Como mucho, se han
realizado modelos matemáticos de duración. Es lo que espera el mercado.
Esto supone un cambio de modelo drástico en todo el ecosistema del
mercado del automóvil, desde el fabricante, el concesionario, la
financiera y el consumidor. El coche ya no es una propiedad, sino un
servicio.
Los propietarios de las instalaciones productivas ya no son empresas,
sino fondos de inversión (lo mismo que ocurre en otros sectores). Lo
mismo sucede con la propiedad de los coches, que tienden a que
(aparentemente) sean más baratos si los compramos financiándolos o
mediante renting.
Parecido ocurre con el mantenimiento, que ya se va incluyendo en la
cuota “de uso”, por lo que los talleres acaban siendo
dependientes de las grandes empresas financieras que son propietarias
de los automóviles.
De modo que “el modelo de negocio” de todo el sector está
cambiando muy rápidamente, con la consiguiente adaptación de todos
los participantes en la cadena de valor.
De momento, esta es la dirección que está tomando el sector del
automóvil, hasta que haya otro cambio en el modelo de negocio.
Daniel
VALLÉS TURMO
Publicado en Tribuna Altoaragonesa del Diario del Altoaragón, 28 de Julio de 2020