martes, 26 de julio de 2016

Cuéntame

Hace 100 años, en septiembre de 1916 Andrés Martínez Vargas funda en Barbastro el primer Instituto Nipiológico de España, con el objetivo de disminuir la mortalidad infantil mediante consejos a las madres acerca del modo de cuidar a los niños y la concesión de ayudas para su alimentación.
Su primera instalación estuvo en unos bajos de la calle Romero número 25, (actualmente calle Escuelas Pías 9), junto a lo que fue después el Cine Coliseo, para luego pasar hasta 1936 a la calle Conde número 5.
En una evaluación de sus primeros diez años de funcionamiento, se calculó que se habían salvado 430 niños, lo que suponía una reducción del 80 % de la mortalidad infantil previa a su creación. Estadísticas tan favorables sirvieron de apoyo para la difusión de este tipo de instituciones en Aragón y España.
Como reconocimiento a su labor, el Ayuntamiento cambió el nombre de la calle Portillo por el de Dr. Martínez Vargas. Desde 1975, el Instituto de Enseñanza Secundaria de su ciudad natal, Barbastro, lleva su nombre como homenaje.

Cuando yo jugaba en esas calles no conocía esta historia. Habían pasado 50 años desde su fundación el día que yo nací en Casa Puertas, en la esquina de la Calle Portillo con la Calle Mayor.
El nombre que le dábamos a las calles, no correspondía con el que aparecían en los letreros. La calle Argensola era la calle Mayor y la calle Martínez Vargas, era la calle Portillo.
Cerraba la manzana la calle Escuelas Pías, que cuando se inauguró el Instituto Nipiólogico era la continuación de la actual calle Romero. Era una zona con mucho movimiento.
Supongo que sería similar al que había en aquellos años de su fundación, cuando la ciudad de Barbastros seguía apiñada en torno al casco antiguo y todos los bajos eran comercios.
Por aquel entonces, mis padres regentaban una carnicería en la calle Mayor (donde ahora está el jardín de la UNED) junto a la imprenta Correas. Se encontraba en la llamada Casa Salas.
Por encima, donde ahora está el edificio de la UNED, estaban La Calera, la armería Lacau y la funeraria Valle. En la acera que yo vívía había un zapatero remendón, la tienda del señor Mariano, un centro de Higiene y Casa Valentina.

En la calle Portillo (Martínez Vargas) había varias carnicerías. Actualmente aún queda una abierta. Yo recuerdo especialmente, la tripería de Rosa y la huevería de Morancho, donde también vendían hielo en barras.
Morancho se encontraba en lo que fue la continuación de la calle Romero, actualmente Escuelas Pías. Encima estaba lo que fue el Cine Coliseo inaugurado en agosto de 1932 con un aforo de 551 personas. Se cerró a mediados de los años 60.
Yo no lo conocí, pero si recuerdo los domingos de cine en los Escolapios, al final de esta calle. Una zona bulliciosa de niños cuando todavía estaba el Colegio de las Monjas.

Todo aquel trajín de pequeños comercios tenían los días contados cuando crearon el Nuevo Mercado donde actualmente está el supermercado Simply en la plaza de la Tallada.
Era un mercado circular interior con puestos a ambos lados y unos pasillos muy anchos. Nunca se llegó a llenar. Fue agonizando poco a poco con la aparición de la grandes superficies.
El supermercado Simply volvió a dar vida a esta zona para favorecer el comercio en lo que fueron dos calles muy populosas, la calle la Monjas (Pablo Sahún) y calle Monzón (Joaquín Costa).
Algo similar ocurría en la Plaza del Mercado mientras estuvo un supermercado en lo que era Almacenes San Pedro, que favorecía el trasiego de personas que venían del casco viejo y la zona de las Huertas.
Precisamente, la urbanización de las Huertas es la que ha seguido manteniendo con vida la calle Portillo y la calle Mayor, aunque no tengan la misma densidad de comercio.
Es la Plaza del Mercado la que todavía mantiene una textura comercial y lúdica que recuerda aquellas calles bulliciosas. Su peatonización hace que sea un lugar escogido por las familias para que los niños jueguen y puedan seguir respirando el sabor del comercio tradicional.


Daniel VALLÉS TURMO

martes, 5 de julio de 2016

Sueño que

 
El día 21 de junio se celebra el patrón de Barbastro, San Ramón. En la madrugada se asciende con la reliquia del santo desde el puente del Amparo hasta la ermita dedicada al santo.
Se rememora la romería que tuvo lugar hace 421 años cuando se recibió la reliquia desde Roda de Isábena el 10 de abril de 1595, unos años después de retornar la diócesis tras 400 años.

Este año tenía el aliciente de celebrarse el 900 aniversario del destierro de San Ramón. Un obispo que dejó tal huella en la ciudad, como para proclamarlo como patrón varios cientos de años después.
El actual obispo, Ángel Pérez, hizo una homilía muy especial que la tituló “Mi sueño diocesano”. Fue mencionando varios párrafos que comenzaban con la expresión “Sueño que”.

A todos nos recordó el discurso conocido de Martín Luther King “Tengo un sueño” en 1963 durante una histórica manifestación de más de 200.000 personas en pro de los derechos civiles para los negros.
Fue una homilía que hablaba de la visión de la diócesis de Barbastro, pero también toco algún aspecto económico como es el promocionar la oportunidad que tiene el Camino de Santiago.

“Sueño que llegará un día en que los/as hijos/as del Alto Aragón disfruten de la «ruta del románico» que, siguiendo el Camino de Santiago, ensancharía el alma de nuestro pueblo, generaría riqueza, cultura y arte, recrearía nuestros valores más genuinos, nuestras raíces cristianas… Esto permitiría además hacer de este conflicto –tan absurdo como estéril– una oportunidad de diálogo y colaboración entre las diferentes diócesis hermanas (Pamplona, Jaca, Huesca, Barbastro-Monzón, Lleida y la Seo de Urgell), entre las distintas comunidades autónomas (Aragón, Cataluña y Navarra) e incluso entre Estados diversos (España, Andorra y Francia)”.

Me alegró ver que era una idea similar a la que escribió en el prólogo de la guía “El camino del destierro de San Ramón”. Al finalizar la misa, nos hicieron las foto adjunta delante de la ermita de San Ramón.
De vuelta a casa, seguí pensando en la homilía. Unos días después, la leí en el periódico local. Me pareció muy buena y oportuna, en un momento donde hace falta visualizar el futuro.

La incertidumbre está haciendo que sea cada vez más complicado el visualizar el futuro en las empresas, pero es necesario realizar este ejercicio porque si no, se pierde el norte.

Es una obligación de la dirección no sólo tener un plan de recorrido, sino comunicarlo de forma adecuada a los colaboradores para inocuar los efectos nocivos que conllevan la incertidumbre.

La homilía de Ángel Pérez es un claro ejemplo de una buena comunicación eligiendo el momento, el lugar y el tono adecuados para que la semilla del mensaje sea receptiva.
Recientemente hemos visto dos consecuencias de la incertidumbre. Una en el referéndum del “Brexit” y otra en las elecciones de nuestro país. En ambos casos, las motivaciones del voto han sido más emocionales que racionales.
También, en ambos casos, ha habido un reparto casi equitativo del voto, no habiendo un discurso ilusionante capaz de hacer sacar a las personas de nuestras creencias personales.
La empresa es algo distinto, pero igualmente es necesario tratar de mantener una visión que alinee los objetivos y las estrategias, de modo que se tomen las decisiones más oportunas en cada momento.
No es una buena solución el tener una visión “corta y pega” que hemos tomado de otra empresa, porque al no ser creíble, no tiene el efecto motivador que se le pide a la visión.

Sí es necesario el intentar establecer un escenario motivante, porque permite el mantener un esfuerzo constante durante un tiempo, imprescindible para poder afrontar el día a día.
Pero, de igual manera, es aconsejable el plantear distintos planes de contingencias para determinados escenarios negativos. El objetivo de esta herramienta no es el ser aguafiestas, sino el ser consciente de aspectos que de otra manera tendemos a no considerarlos.


Daniel VALLÉS TURMO