miércoles, 31 de octubre de 2018

Las Casas de Escapa


Las Casas de Escapa

Jesús Grasa nació en la Casa Baja de Las Casas de Escapa, perteneciente al ayuntamiento de Castejón de Sobrarbe que estaba compuesto por los pueblos de Castejón, Camporrotuno, Latorre y La Pardina.
Bautizado en la capilla de San Martín de la Casa Alta, estuvo allí hasta los 20 años, cuando le tocó ir al servicio militar a Zaragoza. Por lo que mantiene una gran vivencia de su niñez y juventud en ese entorno y época.

Jesús Grasa el día de la excursión
Precisamente era esa vida la que quería compartir con los niños y padres de la actividad de Senderismo Infantil que organiza Montañeros de Aragón de Barbastro para motivar el amor por la naturaleza y nuestro entorno.
Fue el pasado 20 de octubre cuando tuvo lugar la ruta con 50 personas entre niños y adultos. Jesús estaba ilusionado hace días con los preparativos a los que había implicado a sus antiguos vecinos.

Ver la ruta en el artículo de Caminos de Barbastro Casas de Escapa (pinchar enlace)

Primero con el chocolate con torta preparado antes de comenzar en la misma escuela que él tuvo que ir cada día andando 3 kilómetros de ida y otros tanto de vuelta, pasando los barrancos de Escapa y Talavera.
Ese fue el mismo recorrido el que se hizo. Y en esta ocasión, los barrancos bajaban con agua y hubo que poner piedras para cruzarlos. Los niños experimentaron la dificultad de aquella vida entre risas y cuidado para no mojarse.

Las Casas de Escapa las van cubriendo la vegetación desde que fueron vendidas en aquellos años 60 del siglo pasado en las que se quedaron todas estas poblaciones casi despobladas.
Jesús estaba en el servicio militar cuando eso ocurrió y fue vendida. Había sacado el carnet de conducir camiones en el ejército, y esa fue la forma de ganarse la vida. Primero trabajando como chófer para otros en la ciudad de Barbastro, entre ellos Julián Mairal (que estaba donde ahora está el Mercadona) y Transportes Aragón (frente a la Residencia del Amparo).

Fue a los 40 años cuando se compró el camión Pegaso de 25 toneladas y empezó a trabajar para la empresa Translink de Sabadell, fundada en el año 1986, haciendo la ruta y distribución de Madrid. De modo que su vida se instaló allí.
Pero, intentaba no perderse cada año ir a la romería de la ermita de San Hipólito cercana a su casa de la niñez cada 13 de agosto. Un momento de fiesta donde se juntaban de todos lo pueblos cercanos, que todavía se celebra y él acude. Es aquí donde se almorzó en la excursión.

Se volvió a Castejón de Sobrarbe por el camino tradicional que habían limpiado expresamente los vecinos para la ocasión. Una tarea laboriosa de cortar ramas y matorrales tras décadas sin utilizarse la senda al haberse hecho una pista que la dejó en desuso.
Un camino entre pinos que se habían plantado por Patrimonio Forestal. Jesús ganó su primer sueldo trabajando en esta tarea. Ahora los árboles están crecidos y parece que siempre han estado allí.
En la llegada a Castejón, te recibe una cruz de caminos con el telón de la iglesia de la Asunción del siglo XVI y el promontorio donde estaba el castillo que da nombre a la población.
En otra escuela vacía, también adaptada como local social, los vecinos de Castejón habían preparado un aperitivo energético y bebida para reponer las fuerzas de la ruta.
Los 18 niños que participaban volvieron a dar vida a la escuela y a la plaza con su jolgorio y alegría que la vida nos da en esa etapa. Los vecinos del lugar muy contentos de la visita con clara satisfacción en sus rostros.
Y todavía más contento Jesús Grasa, rodeado de sus hijos y sus nietos, que había cumplido su ilusión de poder mostrar aquello que él tanto amaba y quería compartir con las nuevas generaciones.

Jesús es una persona afable pero seria, fruto de los años de tener que tratar con los clientes y solucionar las problemáticas que siempre surgen diariamente en la actividad empresarial.
Valores que ha sabido transmitir a sus hijos Jesús, Teresa y Jorge, que ahora viven en Barbastro, como lo hace su padre desde que se jubiló y regresó de Madrid para acercarse a su tierra tan querida.
Su hijo Jesús sigue con el proyecto empresarial de su padre adaptándolo a las nuevas necesidades del sector del transporte.

Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario del Altoaragón

Tejiendo la industria


Tejiendo la industria

Una de las necesidades primeras de la humanidad fue abrigarse. Al principio lo hacía con pieles que cosía con agujas fabricadas de hueso desde hace al menos 60 mil años. En en el Museo de Huesca tenemos la evidencia de esta fabricación. Así, la aguja de hueso encontrada en las “Forcas” de Graus.

Con el asentamiento del neolítico se domestican animales como la oveja cuya lana se utilizaba para hacer hilo y tejer ropa. Primero se fue haciendo con herramientas muy primitivas y luego con telares. Lo mismo se fue haciendo con el cáñamo.

Así, Barbastro, desde su fundación en el siglo IX, fue creando un sistema de acequias entorno al río Vero que le permitió desarrollar su agricultura y su industria desde su origen aprovechando su posición estratégica.

La fuerza del agua de estas acequias logró tener una industria próspera desde los inicios de la ciudad. Así, en el siglo XVI en Barbastro había 5 molinos harineros, 6 batanes y 1 dos tornos de aceite (uno de ellos movido por el agua). El molino de la Penilla de Barbastro, situado junto al río Vero, fue uno de los batanes más antiguos construidos en Aragón al estar documentado ya en el año 1183.

La lana de oveja era un bien preciado que hizo que en nuestros pastos de montaña llegaran a pastar tres millones de ovejas. Pero la llegada del algodón hace que la lana vaya perdiendo protagonismo.

Así, se hilaba bobinas de hilo de algodón en la Fábrica de Hilatura de Graus, que recuerdo visitar con el colegio en los años 70 del siglo pasado. En esa misma ciudad ya había tradición industrial textil.

En 1928 instaló Vicente Llorens una fábrica de fajas y hebillas que contaba con 130 empleados y camiones propios. El éxito vino de una patente de faja que tuvo aceptación y se vendía en toda España.

Desaparece el negocio en la Guerra Civil Española cuando milicianos venidos de Barbastro matan a los 3 hijos. El único hombre que sobrevive es el marido de una de las hijas que estaba de viaje comercial. El negocio renace en Zaragoza en 1939 con una fábrica en el Paseo Ruiseñores con el nombre de “Fajas La Peña”. La tienda estaba en la calle Manifestación. Mi madre Amparo estuvo sirviendo en esta casa en el año 1942.

Luego, en los años 1950 construyeron una fábrica en Avenida Madrid y una tienda en el Coso. En el año 1971 la tienda de lencería se traslada al Paseo Palafox donde ha estado hasta el año 2012, cuando se trasladan a la calle Bilbao donde la nieta María Polo continua con este prospero negocio que nació en Graus.

La industria del petróleo trae nuevos materiales que hacen la competencia al algodón. Son las hilaturas de poliéster. Una empresa japonesa dedicada a esta fabricación se instala en el Polígono Industrial "Valle del Cinca" creado en 1968.
Se llama Textil Brilen, pero entra en crisis conforme se van cerrando las empresas de confecciones españolas y la producción se va trasladando a países más lejanos. En el año 1996 el grupo aragonés SAMCA compra la empresa y va direccionando la producción a hilos de poliéster industrial de alta tenacidad desde 280 decitex hasta 8800 decitex. Esta unidad es la masa en gramos por cada 10 mil metros de fibra.

En la actualidad el Grupo Brilen es una empresa prospera que ha ido diversificando a distintos nichos de negocio. Uno de ellos fue la fabricación de resinas PET y envases PET con la empresa NOVAPET.

Su último proyecto es la Terminal Intermodal de Monzón que aprovecha el ramal ferroviario de Selgua a Barbastro y las antiguas instalaciones de ALVISA. Estos son ejemplos de como se va tejiendo la industria.

Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario del Altoaragón el 17 de octubre de 2018

Senderismo digital


Senderismo digital

Acaba de realizarse la Ultra Trail Guara Somontano que atraviesa las sierras de Sevil y Balced con unas vistas extraordinarias sobre los cañones, el Pirineo y el llano del Somontano hacia el sur.
En su décima edición y en sus distintas distancias han acogido a 1.400 participantes y unos 2.600 acompañantes, lo que supone estos 4.000 visitantes un revulsivo económico y de comunicación para la zona.
Las pruebas pasan por senderos balizados y, en ocasiones, por tramos que no lo están. El día de la carrera, para facilitar que los corredores no pierdan tiempo en la orientación, se ponen bandas de plástico de color rojo cada poca distancia.
Hay senderistas que les encantaría poder encontrar esta señalización tan exhaustiva de forma continua, pero supone un gran impacto paisajístico y se quita seguidamente a la carrera.
En la página oficial de la prueba se encuentran los trazados de GPS que se pueden descargar. Durante el año se puede ver a muchas personas entrenando por estos senderos.
Su equipamiento los delata. La sofisticación de los materiales que utilizan para bajar peso y mejorar en comodidad y seguridad se va incrementando año tras año. Igualmente en el material electrónico de posicionamiento y medición cardíaca.
Está siguiendo la tendencia del ciclismo donde cada vez es más importante la electrónica en la bicicleta y en la gestión de la energía del propio corredor. Además, en este caso, se ha creado una comunidad a partir de aplicaciones móviles como Strava que posibilita la gamificación y seguridad de la actividad.
En los usuarios de bicicleta de carretera y de montaña es muy importante el porcentaje de usuarios que siguen el trazado de su recorrido de forma digital a través del teléfono móvil o aparatos específicos.
En el caso de la bicicleta de montaña supone que los trazados no necesiten grandes infraestructuras de señalización. En ocasiones, tan sólo hay un panel explicativo en el punto de partida.

No sucede lo mismo en el senderismo. Primero porque tiene detrás una gran historia que influye. En la baja montaña, nos encontramos con una red de caminos centenarios que unían todo el territorio y, en la alta montaña, los mojones y las estacas de madera han sido los métodos de señalización tradicionales.
A partir de los años 80 se van creando infraestructuras entorno al senderismo para señalizar los senderos de Gran Recorrido y Corto Recorrido. El paso de más de 30 años ha sido dispar en las consecuencias de su estado.
Dependiendo de las comarcas, nos encontramos que el mantenimiento ha sido muy bueno o deficitario. Hay ayuntamientos que han hecho una labor magnífica y otros que no se han ocupado de su estado.
En estos años han ido cambiando las formas de señalización y se han creado redes propias como es el caso de los senderos de los parques naturales y los caminos naturales del Somonano y la Hoya de Huesca.
Existe una señalización de senderos homologada a nivel europeo, que la vemos en la alta montaña, pero todavía no se ha expandido de forma generalizada. De la misma manera, debería haber una normativa clara del responsable del mantenimiento, como ocurre en países con larga trayectoria en el turismo de montaña.

Pero, mientras esto se vaya homologando, los senderistas deberían seguir los pasos de sus compañeros de bicicleta y llevar los trazados digitalizados de los recorridos.
En las páginas de Internet de la comarcas y en la Federación Aragonesa de Montaña es posible descargarse el trazado de los senderos balizados. También, hay muchos blogs de montañeros que permiten descargar las rutas que han realizado.
Ya no es una excusa el coste de un GPS, pues todos los teléfonos lo llevan; ni tampoco el gasto de la batería, porque son muy económicas las baterías auxiliares. Y por contra, sus beneficios son muchísimos en comodidad y seguridad para realizar la actividad, previniendo incidentes que pueden acabar en accidentes.

El senderismo es una de las actividades más fáciles que pueden hacer los visitantes a nuestra provincia en una tendencia al turismo activo. Tenemos mucho adelantado, por el legado histórico, las infraestructuras realizadas y los medios de rescate. Pero sí hay que seguir insistiendo en las medidas preventivas de los usuarios.

Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragón

miércoles, 3 de octubre de 2018

La corriente “veggie”


A casa llegó un cachorro caniche blanco que pronto nos supo ganar su cariño con su alegría y paciencia. Le hizo una gran compañía a mi madre y le obligaba a salir a pasearlo cada día.
Solían sentarse en el muro de San Julián cuando venía de trabajar. Recuerdo la ilusión de Sol, así se llamaba el perro, y de mi madre cuando me acercaba a buscarlos.
Murió joven con 6 años de una cardiopatía. Nos entristeció mucho a todos y su memoria todavía está viva. Particularmente, me hizo rechazar la alimentación de carne durante unos años por relacionarla con él.

Incluso, busqué alternativas en aspectos como la ropa y el calzado. Pero, no era fácil encontrarlo en el caso de los zapatos de cuero por la falta de calidad y transpirabilidad de los materiales sustitutos en aquella época.
Hace unas semanas recibí noticias de una zapatería de la existencia de los zapatos que buscaba. Me sorprendió que habiendo pasado muchos años todavía se acordaran. Supongo que mi pregunta no era habitual.
Casualmente, esa misma semana un amigo me dijo que habían atropellado al perro que tanto cariño le tenía. Por lo dicho anteriormente, comprendí perfectamente por lo que estaba pasando. Yo, también, le tenía cariño y admiración por su valentía.
También, me hizo recordar los años en los que llevé una dieta vegetariana que tuve que abandonar para poder llevar una vida social normalizada sin tener que dar explicaciones repetidamente cada vez que salía a comer.
Me sentía muy bien cada verano que iba a Londrés porque allí estaban indicados en todos los restaurantes y tiendas de alimentación si era un producto “veggie”. Por cierto, adoraba un buen restaurante de comida india, que echo de menos.

Me acerqué a la zapatería. Efectivamente, en el escaparate vi que la marca de zapatos Fluchos mostraba una gama “100% VEGAN”. Me extrañó que una marca reconocida entrara en el mercado de personas “veggie”, vegetariano en inglés. Aunque es cierto que exporta más del 50% de su producción, sobre todo a países de la unión europea donde esta tendencia está mucho más consolidada.

Zapatos Fluchos 100% VEGAN

Este segmento “veggie” se está incrementando en España. Según la consultoría Lantern, en el año 2017 ya era el 7,8% de los españoles mayores de edad, unos 3,5 millones de personas.
Un segmento formado por un 0,2% de veganos (no comen carne, ni pescado), 1,3% vegetarianos (comen huevos y leche) y un 6,3% de “flexitarianos” (consumo de carne y pescado ocasional). Compuesto en un 66% por mujeres.
Según otros estudios la opción “flexitariana” es un porcentaje todavía mayor, sobre todo en la gente joven. Esta es la razón por la que la industria alimentaria y otras, como es el caso de los zapatos comentado, se estén reinventando.

Ante este hecho, comencé a observar con más detalle si se estaba produciendo esta tendencia. Así, observé anuncios en la televisión de productos alimenticios veganos, sobre todo en la cadena DKISS, con público mayoritario femenino.
Y en otras cadenas de televisión, varios productos preparados “flexitarianos”, ofrecidos como naturales, saludables y “cool” (moderno). Esta realidad confirmaba que sí se estaba produciendo esta tendencia.
Me acerqué al hipermercado donde hace unos años únicamente se podía encontrar unas pequeñas latas de “carne vegetariana” de la pionera marca Santiveri en la sección de dietética a un precio bastante elevado.
Esta vez encontré un gran frigorífico con productos “veggie” a unos precios asequibles. De modo que estaba a mano de cualquier consumidor el acceso a este tipo de productos.
Al ser uno de los llamados “flexitarianos” no era consciente de la expansión que se había producido en los últimos años. Sí que me extrañó que se abriera hace dos años una tienda de productos veganos y vegetarianos en mi ciudad, aunque acaba de cerrar.

Vivimos en una provincia donde las raciones de comida son generosas. Recuerdo la respuesta viral de Casa Gervasio de Alquézar en el año 2017 a una cliente que se quejaba que no ofrecieran un menú infantil. Su respuesta fue: “Hola, yo cuando tenía 15 años me comía medio conejo para almorzar. Un saludo”.
Ciertamente, según nuestra experiencia tenemos distintas percepciones. El ejemplo anterior lo evidencia.

Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario del Altoaragó el 3 de octubre de 2018