domingo, 28 de julio de 2019

Nuestros familiares del norte


Nuestros familiares del norte

Hace miles de años fueron descendiendo por las grandes rutas naturales que atraviesan el Pirineo de Huesca (Sierra de Sis y Sierra de Sevil) los descendientes de pastores que fueron colonizando nuevos territorios.
Ambas sierras son de dirección norte a sur y permiten atravesar decenas de kilómetros sin tener que atravesar ríos, que en estas zonas están encañonados en la roca caliza a diferencia de Francia.
Nos quedan como testigo círculos megalíticos en la sierra de Sis, Chía y en el valle de Plan que seguían la tradición que les legaron sus antepasados del norte generación a generación.
Ya anteriormente, en la época prehistórica, ya tenemos semejanzas entre las pinturas de la Sierra de Guara y las del sur de Francia cuando la población todavía era muy pequeña.
Históricamente estos lazos de unión se han mantenido hasta la batalla de Muret (a las puertas de Toulouse) en el año 1213 donde la Corona Aragonesa perdió cuando fue a defender a sus parientes.
Desde entonces, han pasado 800 años, pero no voy a hacer una crónica de este tiempo, sino hacer una foto económica social de nuestros familiares del norte en una zona determinada para que tomemos distancia de nuestros problemas.
Me refiero a los pueblos franceses que van desde la frontera en el valle de Arán y Saint Gaudens. Cuando vamos en coche, no nos damos cuenta, porque no se suelen atravesar. Cuando lo haces andando, si eres consciente.
Consciente de muchas poblaciones con casi todos los negocios cerrados debido a la despoblación y a la competencia de precios de la cercana España. Estoy hablando de Canejan, Fos, Arlos, Saint Béat, … hasta que llegamos ya a Montréjeau y Saint Gaudens.
Las fachadas están sin pintar, los negocios cerrados y muchos carteles que dicen “Se Vende” en centenares de casas. Desolador. Se han quedado en pueblos dormitorio para trabajar en el área de Toulouse.
Sin embargo, por la carretera, no paran de pasar camiones españoles, sobre todo cargados de cereales. Entre ellos, muchos de Mazana con fábricas de piensos en Capella y Binéfar.
Tampoco dejan de pasar coches con matrícula española pues el hospital de referencia del Valle de Arán es el de Saint Gaudens. Esto ha hecho, también, que haya una buena comunicación en autobús desde Vielha hasta allí.
Esas buenas comunicaciones en autobús igualmente están en el valle. Con una tarifa única tenemos un horario extenso cada media hora que unen las principales poblaciones.
Sin duda, aquí sí existe todavía unos lazos de familiaridad debido a la necesidad de servicios del Valle de Arán orientado hacia Francia recorriendo las aguas del río Garona.
La pertenencia a la Unión Europea ha hecho que se mantengan proyectos que permiten ir sondeando nuevas formas de relación entre ambas partes de la cordillera de los Pirineos.
Esto es importante en un periodo de aceleración que nos ha tocado vivir en el que los ciclos de vida de los proyectos son cada vez más pequeños. Lo que obliga a la continua innovación.
Pero lo más importante son las buenas relaciones personales existentes entre ambos lados por la “familiaridad” secular que todavía se mantiene. Institucionalmente con los hermanamientos de las poblaciones y personalmente, con la gran afluencia turística a nuestra provincia.
Desde principios del siglo XX ha habido franceses que han vendido a sus vecinos la belleza de nuestro territorio. Como ejemplo, el primer libro de la Sierra de Guara es de un francés en el año 1974.
Éste es uno de los detonantes de la atracción a Alquézar de miles de franceses cada año desde entonce para conocer sus sierras y cañones. Ahora, ya vienen personas de toda España y Europa.
Ahora que se habla tanto de repoblamiento y la “España vacía”, he querido poner este ejemplo que sufren algunas poblaciones de nuestros familiares del norte para ver que el problema no es únicamente nuestro, pero tampoco las soluciones, en la que es necesario la colaboración.

Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragón el 28 de julio de 2009

martes, 23 de julio de 2019

De obispo a obispo


Han vuelto a Roda de Isábena los sudarios de San Ramón tras ser restaurados. Son unas piezas más de valor a añadir a esta catedral románica lombarda excepcional en su conjunto.
Subí a Roda el día que unas personas especialistas explicaban el valor de las telas. También, estaba el obispo Ángel Pérez que es un gran promotor para que se conozca el románico en su diócesis.
Son telas fabricadas en talleres del sur de la actual España entre los siglos X al XII, pero con diseños procedentes de Egipto, Siria y Persia, que nos trasladan a culturas milenarias.
Llama la atención que las inscripciones sean en árabe. Así, en un retazo de tela podemos leer “Bendición y buena fortuna”. Dos grandes muebles expositores guardan estas joyas.
Hay dos sudarios. El que estaba en contacto con el cuerpo es de 4 metros de largo y el que cubría éste es de 6 metros. Así, estamos hablando de unos tejidos bien conservados de grandes dimensiones.
El obispado en colaboración de la UNED de Barbastro están elaborando documentales sobre las principales iglesias románicas para darlas a conocer y se vengan a visitar.
Así, este año se podrá visitar el Monasterio de Obarra durante el verano. Un conjunto monumental y paisajista excepcional. Los establecimientos de hostelería están muy contentos para que se dinamice el Valle del Isábena.
La visita de Roda de Isábena y Obarra llenan una jornada turística de un legado que nos dejó, en gran parte el obispo San Ramón. De esta forma se logra dar vida a los restaurantes y otros establecimientos.
Por otro lado, la Diputación Provincial de Huesca, en colaboración con los ayuntamientos, está creando una sendero turístico de gran recorrido (el GR 17) que va desde Montanuy hasta Barbastro, pasando por Roda, Graus y Torreciudad que, si se cumplen los plazos, estará finalizado antes de fin de año.
Esta conjunción de actuaciones, sin duda, van a hacer más conocido y apetecible este Valle del Isábena a los visitantes y, con ello, posibilitar el asentamiento de población en unos pueblos muy envejecidos.
Es un gran acierto del actual obispo el poner en valor la gran obra que dejó otro obispo 9 siglos antes. Y, además, no sólo considerar la parte religiosa sino, igualmente, el papel de motor de desarrollo social.
Antes de llegar a Obarra podemos comprar pan y repostería artesana en Serraduy, luego seguir por la carretera hasta Bonansa y visitar alguna ermita románica de esta población o de sus pueblos próximos.
Volvemos por la nacional junto al río Noguera Ribagorzano parando en Sopeira para ver otra joya, el Monasterio de Alaón, que consagró San Ramón. De bajada podemos comprar chocolate y queso en Benabarre, y longaniza en Graus.
Por medio, hay decenas de monumentos por visitar que podemos dejar para otros días, porque seguro que la belleza que hemos contemplado nos anima a que volvamos.
Nos cuesta hoy entender la liturgia de hace casi mil años, pero nos atrapa la belleza de sus piedras, esculturas y pinturas que inconscientemente sintonizan con nuestros pensamientos.
Es de destacar que el pantocrátor de la capilla lateral, donde originalmente fue enterrado el obispo San Ramón, fuera pintada por las mismas personas que hicieron las miniaturas del reconocido Beato de Liébana.
En el conjunto de Roda hay otro pantocrátor, en la pequeña capilla de San Agustín, que consagró San Ramón. La pintura está muy deteriorada, pero merece la pena su visita.
Al volver a casa, hemos alimentado el cuerpo y el alma, posiblemente de forma similar a nuestros antepasados que fueron coetáneos de la creación de estas obras de arte.
Antepasados que, en su mayoría, eran analfabetos, y era la propia belleza la que les transmitía la catequesis. Algo parecido, nos pasa ahora, aunque no seamos analfabetos, pero con muy poca devoción a prestar atención a las explicaciones.
De feligrés a obispo, gracias a ambos por el gran trabajo y dedicación a vuestro pueblo encomendado.

Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Ronda Somontano el 22 de julio de 2019


domingo, 14 de julio de 2019

La entereza


El sábado 18 de mayo asistí a la graduación en Derecho de mi sobrino Javier en la Universidad de Navarra. Me sorprendió el discurso final del decano que habló sobre la adversidad.
Nos dijo que todos estábamos preparados para los momentos buenos pero, sin embargo, poco se nos habla de “los malos tragos” que la vida nos va brindar como bebida.
Comentó una metáfora de tres alimentos que ponemos en una hoya hirviendo (la adversidad) durante un tiempo. Así, una zanahoria, un huevo y una infusión de café instantáneo.
Al cabo de 15 minutos, rescatamos los alimentos y veremos que su estado es muy diferente. La zanahoria, que era muy fuerte, tras estar hervida se deshace con suma facilidad.
El huevo, que cuando lo introducimos en la olla era muy frágil, ha devenido un “huevo duro”. Y la infusión de café, se ha diluido en el agua, siendo una cosa misma con el agua.
El decano nos quiso llevar a la tercera opción, la entereza como disolución en el ámbito que nos toque vivir. La entereza como una vía para transcender a nosotros mismos.
No sé si lo graduados (incluido mi sobrino Javier) comprendieron lo que estaba diciendo. Sin duda era un mensaje para los padres. Ellos estaban pensando en la fiesta de la noche. Así, es la juventud.
El martes 21, yendo a tomar el café matutino, veo la esquela de Angelita Sin, viuda de Ignacio Bernad. Me sorprende porque hace pocos días que la había visto paseando.
Mi padre Pedro trabajó como pastor para su marido Ignacio, que murió en la temprana edad de los 52 años. Tenían una carnicería en la calle Monzón (hoy Joaquín Costa) que tenía una figura de un toro en la fachada.
Angelita tenía 46 años. Todo el mundo le decía que cerrara la carnicería. De hecho estuvo unos días cerrada, pero luego volvió a abrirla. El hijo pequeño apenas tenía 5 años. Tuvo la entereza para seguir adelante.
Sin duda esa lección sirvió para que ese nicho pequeño, Nacho, y una de las hermanas hoy sean emprendedores. Porque esa entereza se contagia en el entorno, aunque uno no sea consciente.
Mi madre le ayudaba a limpiar la carnicería. Recuerdo los buenos que eran los recortes de los finales de los chorizos y los salchichones que nos traía. En aquella época se comía mucho bocadillo y no existían los envasados ya cortados.
Mi madre, también, tuvo que tener entereza. Mi padre tuvo un accidente de circulación y dejó de trabajar a los 55 años, quedándole una paga muy pequeña. Así, que mi madre le toco ir a “hacer faenas”.
El caso de Angelita, mi madre Amparo, no son únicos. Hay muchas mujeres que ante la muerte o la enfermedad de su marido, les ha tocado “tener la entereza” para sacar la familia adelante.
Siguiendo la metáfora del decano, se han diluido para que su entorno crezca. Se han convertido en el substrato para dar vida a las personas que de ellas dependen, en vez de pensar en ellas mismas.
En el ámbito empresarial, ocurre algo parecido. Parece que tenemos que descartar el comportamiento de la zanahoria. Sin embargo, el estereotipo masculino es el del huevo duro, perdiendo la sensibilidad.
Tal vez, esa entereza haya podido servir durante muchos años pero, actualmente, donde la clave del éxito de una empresa está en la gestión de los recursos humanos, ya no es válida.
Toca diluirse con el problema de las personas que integran la empresa. Como aquel anuncio de un coche donde salía una imagen de Bruce Lee diciendo “be water”, como una metáfora de adaptación a la realidad.
Es algo, no quiero parecer machista, que siempre ha estado unido a la condición de ser madre, el diluirse con la familia. Tal vez sea hora que los hombres aprendamos de esta actitud.
O tal vez, todavía mejor, haya que crear un nuevo constructo que permita “llevar la entereza” manteniendo la integridad individual. Este es uno de los retos del momento histórico que nos ha tocado vivir.

Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Ronda Somontano el 14 de julio de 2019

Hay vida fuera en la cakkes


La veo por la mañana tomando el café en la Plaza del Mercado con sus amigas. Antes, lo hacía con las compañeras de comercio en un bar cercano a su boutique de ropa, mirando de reojo a la puerta de su establecimiento por si miraban el escaparate o entraba algún cliente.
Le pregunto “qué tal la jubilación”, horas más tarde. Me contesta que ha descubierto que “hay vida fuera en la calle”. La he visto contenta y la frase se ha quedado en mi memoria grabada.
Recuerdo a mediado de los años 80 cuando la veía que iba a Barcelona a comprar ropa en las tiendas de mayoristas que había en las calles debajo de la Plaza Urquinaoa. Luego, volvía con bolsas llenas en el autobús de línea.
Esta experiencia la he visto, hace poco años en el propio Londres, donde los propietarios de boutiques iban a las calles del Este donde están los jóvenes diseñadores, pero en vez de bolsas iban con los porta ropa con ruedas que vemos en muchas películas dedicadas al mundo de la moda.
Ciertamente, estar todo el día en una tienda sin poder salir, debe acabar haciendo tener esa “sensación de prisión” que se libera cuando ya no tienes la obligación de “mantener la puerta abierta”.
Una obligación que, muchas veces, hace que descuides tu salud y temas personales por no desatender a la clientela. Así, me lo contaba otra amiga ese mismo día, que regenta otro establecimiento comercial.
Y, cuando ya no hay otra opción, vemos ese cartel “cerrado por enfermedad” o por “visita médica”. Por eso hemos de ser conscientes que un establecimiento comercial también es un servicio a la comunidad.
Mi madre, que regentó dos establecimientos comerciales, siempre me hablaba de las obligaciones de “tener una puerta abierta al público”. Ahora lo comprendo un poco mejor.
Luego hay otra liga, la de las grandes franquicias de ropa que hacen que todas las ciudades sean iguales en sus calles principales. Algo parecido, y eso es positivo en algunos aspectos, le está ocurriendo al Coso de Huesca.
Dos grandes buques del mundo de la ropa, Inditex y Tendam (Cortefiel) van abriendo nuevas tiendas de sus marcas. La última es Springfield, del Grupo Tendam, junto a los porches de Galicia.
Parece que la peatonización está convirtiendo el Coso en un Boulebard que está atrayendo a las marcas y a los clientes. Ahora, es necesario que ese polo de atracción se vaya enraizando en el entorno dando vida a otro tipo de comercios.
En esto, hay muchos ejemplos con éxito a copiar tanto en España como en Europa. Igualmente, la aparición de establecimientos donde buscar lo comprado a través de Internet.
Cada vez hay más personas que prefieren “recoger” a que se lo lleven a casa. También, se facilita de este modo las devoluciones, sintiendo el cliente una mayor seguridad.
De este modo logramos que confluya un mayor número de personas hacia esa zona comercial y de servicios. Lo segundo, por la tendencia a que los “servicios” se sitúen a nivel de calle.
Y, finalmente, de ocio con la restauración y la vida cultural. Como decía la persona de la que he hablado “habiendo vida fuera en la calle”. Mucha de esta vida que hay en la calle son repartidores de pedidos por Internet.
Cada vez más y con más opciones de reparto. Elegir la hora de entrega, cambiar el sitio de recogida o ir a buscar a la delegación o punto de referencia. Todo esto, de una forma fácil y conociendo la trazabilidad del proceso.
Igualmente, hay un ejército de comerciales y repartidores para las pequeñas tiendas con su “tablet” en la mano. Y, finalmente, estamos las personas que somos vecinos de las poblaciones, los clientes.
Quienes saludamos a los comerciantes que están a la puerta de su local y quienes vamos a comprar según nuestras necesidades. Y, también, los visitantes, que observan los escaparates distintos a los de sus ciudades de origen.
Les viene a la cabeza necesidades y entran para comprar. Muchas veces salen con una bolsa con el producto. Y, nuevamente, se paran en otro escaparate y vuelve a suceder lo mismo. Esta es la vida que hay en la calle que no se ve desde dentro de las tiendas.

Daniel VALLÉS TURMO

Publicado en Diario de Altoaragón, 7 de julio de 2019