miércoles, 28 de marzo de 2018

Vida


Vida

Aconsejo visitar dos exposiciones que están en Huesca. Una acaba de inaugurarse y se llama “Vida”. Son fotos de Gervasio Sánchez y la podemos visitar hasta el 28 de mayo en la Diputación Provincial de Huesca.
La otra exposición se titula “La construcción del silencio”. Son tres instalaciones realizadas por Ignacio Llamas y se encuentra en el Museo Provincial hasta el 29 de abril.

La primera, reúne una selección de 70 fotos tomadas por Gervasio Sánchez en muy distintos tiempos y lugares, pero predominando las escenas relacionadas con los conflictos bélicos.
Lo interesante de esta exposición es que el objetivo de la cámara busca situaciones de cotidianidad, percatándonos que la vida continua a pesar de encontrarse las personas en situaciones muy límites.

"Dos niños". Foto de la exposición
Mientras visionas las fotos y cuando sales a la calle, la perspectiva de tus problemas se han relativizado considerablemente al ser consciente de la capacidad de resiliencia que tenemos los seres humanos.

La segunda exposición se conforma por tres instalaciones diferentes adaptadas a las salas del museo: "Límites", ubicada en el Salón del Trono; "Refugios de Misterio", situada en la Sala de la Campana; y "Entornos", instalada en el suelo de la Sala de Doña Petronila.

Cartel Exposición
Cuando entramos, la sala está oscura y vemos nueve sacos de escombros, dispuestos entre ellos a una distancia que permite andar entre ellos, iluminados de manera independiente.
Si nos fijamos en los escombros, vemos un pequeño puente, una valla o una casa en medio de algo parecido a un desierto. Un pequeño signo de vida en medio de la nada.
En otra sala, también rodeados de oscuridad, nos encontramos varias cajas blancas que acogen en sus paredes distintas aberturas por donde vemos viviendas vacías donde hay algún pequeño signo de vida.
Finalmente, en la última instalación volvemos a encontranos piezas circulares de yeso donde también resaltan pequeños detalles de vida humana que contrasta con el vacío que los rodean.
Al salir fuera, la sensación es muy distinta a la de la primera exposición. Nos queda un inquietante vacío. Es necesario volver a verla, al menos otra vez, para dejarnos interpelar por las instalaciones.

Acaba de fallecer el astro físico Steve Hawking y la prensa le ha dedicado muchas páginas para hablarnos de su vida. Me quedo con una frase suya: “Mis expectativas se redujeron a cero cuando tenía 21 años. Todo, desde entonces, ha sido un extra”. Sigue diciendo que cuando uno no tiene expectativas valora más aquello que sí tiene.

Visita de Hawking a la Universidad Autónoma en 1988 (La Vaguardia)
Con esta reflexión las dos exposiciones referidas las podemos ver con otro punto de vista más vital. Las dos nos hablan de la capacidad que tenemos los seres humanos para generar vida no importen cuales sean las circunstancias.
Esta actitud vitalista es muy importante en las primeras fases emprendedoras de un proyecto, porque podemos caer en la tentación de enfocarnos en nuestras debilidades en vez de nuestras fortalezas.
También, en el error de mirar nuestro propio ombligo en vez de las necesidades del cliente que tenenos que satisfacer. Para evitar esto, es aconsejable centrarnos en el modelo de negocio y estar atentos a aquellos que tienen éxito.

Y hablando de éxito y de vida, uno de los proyectos con más éxito a nivel mundial que ha tenido España es la Organización Nacional deTrasplantes. Tras su creación en 1989 por el recién jubilado RafaelMatesanz Acedos, España ha pasado de estar en la parte media-baja de los índices de donación en Europa, a tener con diferencia el índice más elevado del mundo.
Este organismo actúa como agencia de servicios para el conjunto del Sistema Nacional de Salud, promoviendo el incremento continuado de la disponibilidad de órganos, tejidos y células para el trasplante.
Su creador ha tenido multitud de premios por haber sido capaz de crear y mantener este sistema que es referente a nivel mundial. Ha redactado la Directiva Europea que sirve de ejemplo a seguir a los demás países. Tras su marcha del organismo, siguen los buenos resultados porque el modelo funciona y, además, da mucha vida.

Daniel VALLÉS TURMO

Artículo publicado en Diario del Altoaragón el 28 de marzo de 2018

miércoles, 14 de marzo de 2018

Colonos

Colonos

Ha sido un acierto que el galardón de los XX premios Félix de Azara se concediera a los 15 pueblos de colonización de la provincia de Huesca. Un reconocimiento justo y necesario para recordar nuestra historia.
Me sorprendió que “los colonos” vieran como un gran problema la despoblación y la falta de gente joven. De manera que el problema del “poblamiento” es común a toda la provincia.
Tuve la necesidad de explorar un poco cómo había sido ese proceso de colonización. 

La existencia de un pueblo que se había abandonado llamado Puilatos (ver ruta Puilatos en el blog Caminos de Barbastro) fue el desencadenante. Esta población se desalojó en el año 1977 por estar asentada sobre una zona que producía agrietamiento en los edificios. Formaba parte del sector de colonización del Canal de la Violada.

Puilatos antes de ser abandonado en 1977
El proceso de colonización, que fue un proyecto nacional que creó 300 poblaciones en toda España, empezó por este lugar porque era donde estaba más adelantadas las obras del proyecto de Riegos del Altoaragón.
Así, el objetivo de esta colonización era lograr valor añadido de las obras de riego que se habían comenzado a realizar y estaban planificadas para las próximas décadas.
El primer pueblo colonizado fue Ontinar del Salz en 1945 y el segundo El Temple en 1946. Ambos territorios podían ser regado por el Canal de La Violada que se iniciaba en el Embalse de Tormos.
El embalse de Tormos inició sus obras en el año 1915. Era el punto de partida del Canal de Monegros. La primera fase de las obras se realizó hasta 1934 y el recrecimiento actual en 1963.

Para la construcción de esta infraestructura se creo la Colonia de Tormos (ver ruta Tormos en el blog Caminos de Barbastro) que llegó a tener varios barrios conforme se necesitaba más mano de obra. En la actualidad vale la pena visitarlo para conocer los barrios de la Iglesia y de La Cultural.
Esta colonia se despobló casi totalmente cuando se acabaron las obras. Muchos de los trabajadores fueron a otras localizaciones donde se necesitaba mano de obra para la construcción de infraestructuras.

Castillo de Tormos. Derruido para la construcción del embalse

Esta realidad fue muy común en las primeras décadas del siglo XX en nuestra provincia. Las obras del Canfranc, las del Canal de Aragón y Cataluña, el embalse de La Peña, las minas de Parzán y los saltos hidroeléctricos de Seira y Lafortunada, entre otros.
En todos estos lugares se crearon barracones, poblados, campamentos o colonias para alojar a los trabajadores y sus familiar mientras duraban las obras. Luego, la mayoría se iban por la falta de trabajo.
La guerra civil fue un parón en este proceso hasta la década de los años 60 que trajeron los planes de desarrollo con la construcción de embalses, canales de riego y polígonos industriales.

En una primera fase, se inició el mismo proceso de poblamiento provisional, pero luego tuvo lugar un asentamiento de la población sobre todo en las ciudades de Barbastro, Huesca, Sabiñanigo y Monzón.
Desde entonces han sucedido cambios importantes en la facilidad del transporte, las comunicaciones y la globalización que han trastocado el proceso tradicional de asentamiento de la población.
De manera que ya es más difícil copiar planes de desarrollo que funcionen entorno a la creación de infraestructuras, sino que la creación de riqueza y el posterior asentamiento de la población depende de administraciones y empresarios que son capaces de adaptarse a la nueva situación.
Actualmente es más fácil trabajar a mayor distancia de donde se vive, ya sea desplazándose o por teletrabajo. De manera que las zonas de influencia económica son de mayor dimensión.
Son los inmigrantes los que más rápido se han adaptado a esta situación. Así, es normal que una persona que esté haciendo tareas agrícolas en Almería tenga la  disposición y la capacidad de estar al día siguiente en el Somontano.

Pero hay cosas que no han cambiado de aquellos colonos. La primera, el coraje para comenzar de nuevo; la segunda, la constancia para haber sido capaces de mantener vivos los pueblos; y la tercera, la ilusión que transmiten a las nuevas generaciones.

Artículo publicado en el Diario del Altoaragón el 14 de marzo de 2018

Daniel VALLÉS TURMO

martes, 6 de marzo de 2018

Aceite y Calzado


Aceite y calzado

Artículo publicado en Diario del Altoaragón

Mi tío Antonio de Barcelona decía que la familia de mi madre eran unos “quinquillaires”. Quería decir quinquilleros, que eran las personas que pasaban por los pueblos para arreglar las ollas con estaño y las vasijas de cerámica con alambre.
Lo decía porque se dedicaban a vender por los pueblos de la montaña. En muchas ocasiones la forma de pago era con huevos o con productos que luego se podían vender fácilmente en la ciudad, porque en las casas no había dinero.

Entonces, los hogares eran unidades de producción en vez de consumo. Se autoabastecían con la huerta y el ganado. Se hacían la ropa, primero a mano y luego con la máquina de coser Singer que podemos ver en muchas casas. Apenas había que comprar el aceite y el calzado.
La economía era circular (concepto que ahora está de modo) y todo se reparaba o se le daba otro uso. Por los pueblos pasaban personas con oficios como los quinquilleros o quienes se dedicaban a hacer cestas o cañizos.
Desde la década de los 50 del siglo pasado, a la par que las ciudades han ido creciendo, los hogares han ido deviniendo paulatinamente unidades de consumo en vez de producción.
Hasta se está perdiendo la capacidad del bricolaje (hacerlo uno mismo) pasando del mantener la casa a depender de terceros para hacerlo. Los seguros de hogar cada vez ofrecen más coberturas para hacer pequeñas reparaciones e instalaciones.

Incluso para las personas que nos gusta mantener las habilidades de bricolaje, vamos viendo como se complica la posibilidad de encontrar repuestos de electrodomésticos haciendo que nos volvamos expertos en conocer la referencia exacta de cada pieza.
En este sentido, hace poco estuvo dando una conferencia en Barcelona el filósofo surcoreano Byung-Chul Han que está estudiando en profundidad las consecuencias de esta tendencia al hiperconsumismo y a la comercialización, incluso, de las relaciones entre personas.
Es interesante leerlo, pero tiende su relato a ser lo que llamamos una “distopía”, un futuro que nos espera nada optimista. Yo quiero creer que este medio siglo de crecimiento de la sociedad del consumo irá transformándose.

Lo que llamamos “economía colaborativa”, el sacar rendimiento al uso de nuestros activos compartiéndolos, en particular el coche y la casa, pudiera ser un esqueje de vuelta al hogar no únicamente como unidad de consumo, sino también de producción.
Distintos intereses están haciendo que no se favorezca la autoproducción de energía eléctrica en el hogar con placas solares. Pero es una realidad que acabará por imponerse, de forma que se disminuirá la dependencia.
Igualmente, varias aplicaciones móviles que se anuncian compulsivamente en televisión nos animan a vender aquella ropa y objetos que ya no utilizamos. Recientemente he sido testigo de como estos anuncios están calando en la población.
Tomando el café matutino mientras leía la prensa, escuché a una madre decir a su hija que en vez de alquilar un trastero para dejar la secadora vieja de la peluquería, lo pusiera en venta en Internet.
Se ha impregnado el concepto de dar salida a lo que ya no nos sirve en vez de guardarlo. Esto está complicando un poco a los de hacienda, pero ya verán como cobrar algún impuesto.

Por cierto, en algún modo mi tío Antonio tenía razón. En casa había un salvamanteles que se estaba estropeando y mi madre cogía las tapas de aluminio de las botellas de leche para ir remendándolo.
Cuando era niño me parecía un poco extremo hacer eso, dado el poco valor de un salvamanteles, pero ahora, tras leer un artículo en El País titulado “Kintsugi, la belleza de las cicatrices de la vida, lo veo de otra manera.
La autora, Marta Rebón, dice que el ¨kimtsugi” es una técnica centenaria de Japón que consiste en reparar las piezas de cerámica rotas que ha acabado convirtiéndose en una filosofía de vida. Frente a las adversidades y errores, hay que saber recuperarse y sobrellevar las cicatrices.
Así, cada vez que vemos esa pieza reparada nos evoca el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas físicas y otorga valor a nuestras imperfecciones. De esta manera, es como ahora veo el salvamanteles reparado.
No sé si mi madre le quería dar este sentido también, o continuaba haciendo aquello que había aprendido desde niña, que era reparar todo manteniendo esa belleza especial que tienen los objetos cotidianos que hemos utilizado durante años.


Daniel VALLÉS TURMO