martes, 19 de junio de 2018

Amigos para siempre


Amigos para siempre

Recuerdo una infancia donde la ciudad no sonaba a coches, sino al ruido que provenía de las puertas abiertas de las tiendas y pequeños talleres que poblaban el casco antiguo. Era el principio de los 70 del siglo anterior.
El olor de las tiendas de ultramarinos, el pesar rítmico de la masa de los hornos, el martilleo asíncrono del guarnicionero o el olor inequívoco del rebaño de ovejas que cerraba en la calle La Corte cada atardecer.

Eran la señora Rosa, el señor Manolo, el señor Mariano, pero también por el lugar de origen, como era el caso de “La Costeana” que regía una tienda de vinos en la calle del Cascajo.
Mis padres vinieron a Barbastro a coger el traspaso de la carnicería de Nilo en la calle Mayor (ahora Argensola) junto a la imprenta Viuda de Corrales y frente a la tienda de ultramarinos del señor Mariano y la reparación de zapatos del señor Luis.

Casa Puertas (azul) donde nací
Esta semana, estando en “el seguro” un hijo de Luis me preguntó si yo era el hijo de Pedro y Amparo, los de la carnicería. Me dijo que tenían una gran amistad. Lo mismo me decía durante muchos años el fallecido señor Puertas que regentaba una carpintería debajo donde vivíamos en la esquina del Puente El Portillo.

Ver la historia de la calle Argensola de Barbastro en el siguiente enlace que escribí unos años

A finales de los 80 aún descubrí este ambiente en las estrechas calles del Rabal de Barcelona donde todavía estaban abiertas tiendas centenarias donde podía encontrarse cualquier material que necesitara un oficio en aquellos enormes armarios de madera con centenares de pequeños cajones, cada uno de ellos con una etiqueta de papel.
Fue precisamente en una de estas calles, el “carrer Ample”, muy cerca de donde se encuentra el Colegio Calasancio de los Escolapios, donde fuimos a recoger una guitarra en una gran tienda de instrumentos que ocupaba varios bajos de casas.

Acompañé a mi primo a recogerla para uno de los componentes del grupo Los Manolos, que entonces vivía en Berlín, donde mi familiar buscaba hacerse un hueco en el mundo de la pintura de aquella capital con gran vitalidad. Sería el año 1995.
Los Manolos compusieron la banda musical de las Olimpiadas de 1992 de Barcelona con su tema “Amigos para siempre”, que cerró el acto de despedida de los Juegos.

Vídeo de la canción "Amigos para siempre" en Youtube:

El mismo tema que sonó cuando a principios del mes de junio nos juntamos para celebrar el 25 aniversario del “MBA Full Time” de ESADE. La mayoría hicimos prácticas en la celebración de “los mejores juegos de la historia”, por eso la canción tenía una especial emoción.
De ida a la celebración, casualmente me encontré en el autobús número 7 a un compañero que también iba. Tuvimos toda la Diagonal para conversar. Tenía una empresa consultora de marketing.
Hablando de como le iba, constaté lo que le ocurre a todos los emprendedores, que van “adaptándose al mercado” de la mano de clientes que quieren seguir trabajando contigo. De hecho el 80% de su cartera de clientes seguía siendo la misma que la inicial.

El ambiente de la celebración no fue el de “compinches” (como le gustaba decir bromeando al malogrado profesor Carmelo Díaz), sino de “amistad”, de haber compartido un momento muy importante de nuestras vidas.
Amistad, con la misma sinceridad que me decían los vecinos de negocio de mis padres, como ya he comentado. Sin embargo, hubo una nota de pena al enterarme de la muerte de dos compañeras de promoción.
En la vuelta a casa, recordaba la energía y tesón durante los estudios de estas dos personas y profesionales que lucharon en su vida y sus carreras hasta el final. Sentí que eran amistades, verdaderamente, para siempre.
Siempre se dice que los amigos los reconoces en las malas. En las buenas, son compinches. Y en una empresa se recuerda muy bien aquellas personas y empresas que han estado allí cuando las cosas no iban bien.

Hace unos días, esperando para llenar la garrafa de vino clarete del Priorato en Vinos Murillo, escuchaba una conversación de un empresario que quería regalar un lote de buen vino Chardonnay para un proveedor que iba a visitar con el que tenía una buena relación de años.
Un amigo de pupitre, al verme algo triste por la noticia, me dijo: “Daniel, hoy estamos aquí para celebrar”, a la vez que me entregaba una copa de vino y brindamos.

Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragón el 20 de junio de 2018

martes, 5 de junio de 2018

Arropados hacia el futuro

Ahora que celebramos el 50 aniversario de los acontecimientos de 1968, recuerdo como hace 34 años influyeron en mí dos libros de Erich Fromn que creo siguen siendo de actualidad: El miedo a la libertad (1941) y Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955), que aconsejo releer.
Hay dos circunstancias que hacen que debamos reinterpretar estos libros: la globalización e Internet que transforman radicalmente la forma de relacionarnos personal y socialmente.

Estos dos parámetros inciden de forma significativamente en la estructuras de gestión y organización en dos aspectos claves: los organigramas planos y el trabajo colaborativo.
En la situación actual es fácil criticar a los cuadros directivos tanto políticos como empresariales. Pero, este encabreamiento nos nos lleva a ningún sitio, porque estamos en un cambio de paradigma.
Una transformación donde podemos vernos “arrojados al futuro” o “arropados hacia el futuro”. Una percepción de partida que cambia la forma de pensar y, después, de actuar.

Este cambio de paradigma, como ya se ha comentado anteriormente, es la educación en el trabajo colaborativo. Sin duda es el asociacionismo uno de los lugares donde se puede aprender estas nuevas competencias.
Todos podemos tener experiencias cercanas de haber participado en eventos que han surgido desde asociaciones a las que estamos vinculados o simpatizamos con ellas.
Experiencias más o menos positivas con una carencia cada vez mayor de personas que quieran involucrarse en la organización y, sobre todo, en la dirección. Pero, a pesar de ello, no hace sino incrementarse la actividad.
Hay muchas experiencias de éxito en nuestra provincia que se podrían poner como ejemplos a seguir por su capacidad transformadora en el ámbito que se desarrollan y en el territorio donde se desenvuelven.

Ese es el caso de “BFOTO, el festival de fotografía emergente que se celebra en Barbastro cada mes de junio que ha hecho sea una referencia nacional en apenas cinco años.

Cartel de BFOTO 2018
Organizado por AFIB, Asociación fotográfica y de la imagen de Barbastro, ha ido arropándose de colaboradores y patrocinadores para ir creciendo en actividad y en calidad año tras año.
La actividad más importante es el programa expositivo EMERGENTES para apoyar a artistas noveles y difundir sus proyectos. Los cuatro proyectos seleccionados se pueden ver en “El Moliné” de Barbastro.
El jurado está compuesto por Julio Álvarez, Llorenç Raich y Mónica Caribia que, también son los protagonistas de VISIONADOS, donde se conceden dos becas de producción a fotógrafos en general y alumnos de Escuelas de Fotografía.
Este año podemos ver la exposición de las dos becas concedidas en año pasado. Myriam Correa en el Centro de Congresos y Katerina Buil en el Museo Diocesano con sus proyectos “Nocturnal fears” y “María”.
En este mes de junio podemos, además, muchas exposiciones y fotografías en los escaparates de algunos comercios y espacios públicos, en el llamado BARBASTRO OPEN, que pretende que el festival llegué a toda la población.
Siempre hay un espacio para APRENDER. Este año con Ricky Dávila y Manuel Vilas, de manera que el festival de fotografía abarca un conjunto de actividades que lo hacen atractivo para distintos públicos.

Los socios de AFIB han tenido que desarrollar un gran trabajo colaborativo dentro de la asociación y con los colaboradores y patrocinadores para poder seguir organizando con éxito este festival con cinco años de vida.
Es, precisamente, esta competencia del “trabajo colaborativo” la que necesitamos desarrollar para sentirnos “arropados hacia el futuro” y no “arrojados al futuro”. En cierto modo, es un sentimiento de “confianza social”.

Tras el fascismo que provocó la segunda guerra mundial, los intelectuales como Erich Fromn hacían una llamamiento a comprender las causas que llevaron a la guerra y a ser los actores de nuestra vida.
Ahora, tal vez, el llamamiento sea el saber desarrollar una inteligencia social de colaboración para evitar nuevos populismos.


Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en el Diario del Altoaragón el 6 de junio de 2018