miércoles, 17 de diciembre de 2014

Oferta Decreciente




En el escaparate del comercio de electrodomésticos, electrónica y telefonía de José María Gracia de Barbastro, desde hace unas semanas podemos ver un cartel que anuncia una oferta decreciente.
Se trata de un teléfono móvil de la marca Sony modelo Xperia Z1 Compact. Hay un único dispositivo en oferta cuyo precio va disminuyendo un euro cada día laborable que pasa hasta que alguien lo compre.

La primera vez que observé la oferta fue el día 23 de noviembre. Entonces el precio marcaba 390 euros. Desde entonces, siempre que paso por el establecimiento, miro la oferta como va disminuyendo de precio.
El pasado día 3 de diciembre el precio era de 381 euros. Supongo que algún día pasaré y ya no estará. Pero, ¿cuándo será? Para contestar la pregunta miro en la tienda de Internet de Amazón el precio que tiene este dispositivo el día 9 de diciembre.
Su precio es de 309 euros. Calculo que la oferta de José María Gracia bajará a este precio el día 5 de marzo de 2015, casi dentro de tres meses. Se supone que un consumidor racional compraría a partir de entonces el teléfono móvil.
Por el camino puede que disminuya el precio en la tienda de Internet, con lo que el plazo se alargaría. Mientras el cartel sigue en el escaparate. No sé cuántos viandantes se han fijado como yo,  logrando captar su atención.

Paseando con un amigo que tiene ese modelo de móvil le enseño la oferta y le pregunto a qué precio cree que alguien lo comprará. Me dice que es un modelo ya viejo, pues ya han salido el Z2 y el Z3.
Sigue la conversación comentándome que cada vez compra más por Internet. Me dice que en Zaragoza fue a ver un objeto que necesitaba y tuvo que hacer dos viajes para, finalmente, no encontrar lo que deseaba.
Así, que miró en Internet y encontró lo que buscaba y mejor de precio. Le contesto que eso es verdad cuando sabemos exactamente lo que buscamos y ya hemos decidido las especificaciones que se ajustan a nuestras necesidades.
Por cierto, el escaparate de José María Gracia, que se encuentra en una esquina muy concurrida de la calle Corona de Aragón, mostraba un repertorio de regalos para la navidad.

Tras esta charla de un paseo festivo, estábamos tocando un tema transcendental para el futuro del comercio tradicional. ¿Cómo conocemos lo que necesitamos?, ¿cómo lo evaluamos? y ¿cómo lo compramos?
La primera etapa de la fase de compra de un consumidor, la obtención de información, es la que más está fragmentando sus canales de recepción. De aquí, gran parte de la causa de la crisis de algunos medios de comunicación.
La teoría dice que hemos pasado de los “Mass Media” a los “Social Media”. Así, del predominio de los medios masivos de televisión, radio y prensa, al “cotilleo” de las redes sociales.

La realidad es mucho más compleja y habría que analizarlo en cada categoría de producto o servicio. Posiblemente, nos encontremos con un fenómeno de saturación de información desde varios tipos de canales.
La segunda etapa de la fase de compra, la evaluación de las especificaciones y el precio, se ha decantado en el caso de los servicios por la comparación de precios en Internet.
Lo mismo sucede para productos de los que somos ya usuarios y conocemos ya sus prestaciones. Este es el caso de la pequeña electrónica de consumo y todo tipo de accesorios.
Este proceso de evaluación se decanta por el comercio tradicional cuando no conocemos claramente las especificaciones, hay que probarlo o tiene un alto componente de subjetividad.
La tercera etapa es la compra. Es claro el canal predominante de Internet en muchos servicios del tipo que hemos comentado. Igualmente, en el caso de productos de uso habitual.

La batalla de la duda se encuentra en los productos que los queremos probar antes, tanto por conocer sus especificaciones, como por razones subjetivas. Este es el caso del teléfono móvil del escaparate.
Con esta promoción de oferta decreciente, el comercio está provocando al consumidor para que entre en el local y vea otros productos y, posiblemente, acabe comprándolo en la tienda.

Daniel Vallés Turmo

martes, 9 de diciembre de 2014

Ser Humano


No suelo ser un admirador de los artículos de Paul Krugman, profesor de Economía de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía de 2008, que se publican cada domingo en El País, pero me fascinó el titulado “Sufrid, niñitos”.
En el mismo hace un apoyo sin reservas a la nueva iniciativa sobre inmigración del presidente Obama para legalizar como ciudadanos norteamericanos a cinco millones de personas. 

Me impresiona su último párrafo. “Por lo que a mí respecta, no me preocupa demasiado el dinero, ni siquiera los aspectos sociales. Lo que de verdad importa, o debería importar, es la humanidad”.
Continua, “Mis padres pudieron tener la vida que tuvieron porque Estados Unidos, a pesar de todos los prejuicios de aquella época, estuvo dispuesto a tratarlos como a personas”.

La palabra “humanidad”, la misma que reivindicaba Ignacio Ellacuría, asesinado ya hace 25 años. Este malogrado filósofo, teólogo y activista reivindicaba una civilización basada en la dinamización de la dignidad humana.
En dialéctica con una civilización fundamentada en la consecución del capital, Ellacuría proponía que el objetivo principal fuera el desarrollo de la persona como ser humano.

Me parece muy interesante que un premio nobel en economía ponga este énfasis en el desarrollo de la humanidad, como base fundamental del desarrollo de una sociedad, aunque sea por nuestro propio interés.
Ellacuría decía que el trabajo era un lugar privilegiado para este desarrollo como persona. Yo creo que la actividad emprendedora, igualmente debe estar fundamentada en este aspecto.

Se suele definir el emprendimiento como la habilidad de saber encontrar nichos de mercado para satisfacer las necesidades de sus clientes de una manera que sea rentable.
Se ha hablado mucho sobre la preponderancia en los negocios de la ética protestante sobre la católica a raíz del libro de Max Weber “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”.
Qué decir de la frase de Adams Smith “No es de la benevolencia del cocinero, el cervecero o el panadero de la que esperamos nuestro alimento, sino de la consideración de su propio interés”.

Han pasado casi 300 años desde que se escribió el libro “La riqueza de las naciones” donde figura esta frase. Aquella sociedad protestante tenía una moralidad que tamizaba el significado que hoy le podemos dar.
En esta última década estamos vivenciando las consecuencias de las políticas neoliberales que solicitaban una libertad de los mercados que, como hemos visto, tenía poco de moral.
Y estamos viendo cómo, al menos en Europa, se está intentando hacer políticas que restituyan la exclusión social. Así, se habla de un crecimiento inteligente, sostenible e
integrador.

El objetivo actual de muchos emprendedores y empresarios no es el de acumular riqueza, sino de poder vivir con dignidad y posibilitar puestos de trabajo para que otras personas igualmente lo puedan hacer.
Los personas cuando compramos estamos ejerciendo la responsabilidad de posibilitar que otras personas puedan llevar una vida digna. Los clientes ya no somos consumidores amorales.

Este cambio de paradigma moral y las posibilidades de las nuevas tecnologías ligadas a los dispositivos móviles, está haciendo que se desarrollen modelos de negocio basados en la economía colaborativa.
En este nuevo terreno de juego parece que, cada vez más, importan las personas. Tanto en la relación con el cliente, como en la repercusión que tiene en nuestro entorno social.

Como ejemplo, los pasados días 28 y 29 de noviembre tuvo lugar una gran recogida de alimentos en los supermercados de nuestras ciudades para el Banco de Alimentos, que fue todo un éxito de generosidad.
En los centros comerciales se podía ver cómo los carros llevaban una bolsa en la que iban depositando los alimentos para donar. Carros de solidaridad empujados por seres humanos.

Daniel Vallés Turmo, 10 de diciembre de 2014

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Innovar copiando

Se quiere divulgar la Innovación “con mayúsculas” como una cosa fácil, cuando es difícil en un mundo cada vez más complejo. Sin embargo, la innovación “con minúsculas” es cada vez más asequible y necesaria.
La Innovación “con mayúsculas” implica la necesidad de una intensidad en capital, en tecnología y en recursos humanos, que cada vez requiere más especialización y economías de escala.

Vicente Salas, en una reciente conferencia en Huesca, remarcaba esta implicación: “En regiones con un alto nivel de I+D y bajo desempleo, el objetivo debería centrarse sobre todo en actividades emprendedoras basadas en el conocimiento.
En regiones con un alto nivel de desempleo y baja intensidad en I+D, las políticas públicas deberían enfocarse hacia emprendimiento en actividades de baja tecnología, pues de otro modo tienen una alta probabilidad de fracaso.
En aquellas zonas que no tienen todavía la intensidad suficiente de I+D se requiere el facilitar a los emprendedores y a las empresas la información libre de nuevas tecnologías y la facilitación del acceso a mercados mayores”.

El acceso a esta Innovación “con minúsculas” es cada vez más fácil debido a las tecnologías de las comunicaciones, pero se requiere disponer de una metodología que nos permita detectarla, evaluarla e implementarla de manera sistemática.
El Lienzo de Modelo de Negocio, del que he hablado asiduamente, nos sirve para tener un marco de referencia de los distintos módulos implicados en la empresa para direccionar la información.
De esta forma, podemos discernir las áreas de mejora en nuestra organización y discriminar la información que nos llega por distintos medios de comunicación, la formación y conversaciones.

Utilizando una metáfora, sería similar a aquellos recortables de papel con los que jugaban los niños, pudiendo vestir a los muñecos con las distintas posibilidades. Cortábamos y pegábamos. Cuánto más lo practicábamos, más habilidosos éramos.
Con la información digitalizada, hace años que ya nos hemos acostumbrado al hábito de “copiar y pegar”. A pesar de la mala fama que puede tener, nos ha ayudado a elaborar los documentos más rápida y fácilmente.
De la misma forma, este hábito es necesario en la empresa para asimilar las tendencias que ocurren tanto en su sector, como en áreas funcionales de otros distintos para adaptarse al mercado.

Es un “copiar y pegar” adaptativo, como lo hace continuamente la replicación de ADN sintetizando una copia idéntica. De esta manera de una molécula de ADN única, se obtienen dos o más "clones" de la primera. Según se explica en Wikipedia.
De forma similar funcionan algunas de nuestras neuronas, las denominadas “espejo”. Éstas se activan cuando un animal o persona ejecuta una acción y cuando observa esa misma acción al ser ejecutada por otro individuo, especialmente un congénere.

Se supone que estas neuronas desempeñan una función importante dentro de las capacidades cognitivas ligadas a la vida social, tales como la empatía (capacidad de ponerse en el lugar de otro) y la imitación. Según se explica en Wikipedia.
Así, vemos que nuestro organismo está preparado para copiar y para imitar como una base fundamental para posibilitar la super
vivencia. Esto nos debería hacer ver con otros ojos el “copiar”.
Es un prejuicio negativo que lo hemos utilizado para despreciar a sociedades que han ido usurpando la predominancia occidental. Así, primero estuvo el estereotipo de los japoneses como “copiones” y, después, los chinos.

Tal vez haya detrás, la tradición centenaria del idealismo europeo que ha priorizado el ámbito espiritual. Un paradigma que se ha ido modelando progresivamente con el protestantismo y el pragmatismo norteamericano.
Sin embargo, las culturas japonesas y chinas, al no estar contagiados por esta cosmovisión ética idealista, lo han evolucionado rápidamente hasta acabar de quebrarlo.
Este cambio de paradigma heurístico es el que ha posibilitado el exponencial crecimiento de los países asiáticos, así como la asimilación de la tecnología y la adaptación a los mercados.

La heurística es una técnica práctica para resolver problemas. Algunos autores dicen que la base de la heurística está en la experiencia de resolver problemas y en ver cómo otros lo hacen. O sea, copiar.

Daniel Vallés Turmo