jueves, 29 de noviembre de 2018

Una comunidad solidaria


Una comunidad solidaria

Se nos está yendo una generación”- escuché en el tanatorio de Ainsa. Apenas unos minutos antes, pasando el puente del río Cinca en Ainsa, recuerdo cuando los hermanos de mi madre llevaban la tocina desde Labuerda a Casa Franco de Banastón para presentarla al marrano. Unos 8 kilómetros de distancia.
Mi madre me decía que siempre hubo una buena relación con esa familia. Posiblemente de los viajes que hacía mi abuelo Antonio a Casa Cambra de Tierrantona para buscar suministros para el sanatorio de Pineta.


Lo pongo a modo de ejemplo de las relaciones solidarias y de sinergias que se establecían en los pueblos de montaña para posibilitar la supervivencia. Seguramente, sea ésta la gran fortaleza de los pueblos de montañas, ser comunidades solidarias.
Casualmente, en la recién restaurada iglesia de Arcusa, el párroco ha pintado el símbolo de Cáritas en la parte de coro, como uno de los elementos más representativos de la labor de la iglesia en la actualidad, una comunidad solidaria. Iglesia significa asamblea, comunidad.
Ciertamente se está yendo la generación que vivió esa solidaridad necesaria para sobrevivir. Este año ya he acudido a varios funerales en pequeños pueblos de Sobrarbe y Ribagorza.
Vienen de toda la comarca. Se deja todo para asistir y pasar una larga velada junto a los familiares. Como dice Sabina en su canción, en las ciudades “la muerte pasa en ambulancias blancas.” y apenas sólo asiste la familia a las ceremonias breves que se realizan.

Cuando, actualmente, hablamos de despoblación nos centramos en las debilidades de la falta de servicios y empleo en la zona rural, pero no se citan las fortalezas. Siempre he aconsejado no centrarse en las debilidades, porque nuestra mente está preparada para “huir de lo negativo” y no ayuda a establecer acciones correctoras. Todo lo contrario que las fortalezas.
Si hay una organización que conoce el mundo rural es la iglesia. El pasado 26 de enero el obispo de Barbastro participó en un Desayuno de Empresarias para hablar de su labor como gestor.
Los datos que mostró eran muy negativos. Sacerdotes envejecidos y muchos pueblos pequeños a los que dar servicio. La falta de sacerdotes (67 en activo) se está cubriendo con acuerdos de cesión temporal por parte de otras diócesis y una mayor implicación de los seglares como animadores (67 personas), posibilitando que las comunidades se junten para rezar. Ya se iguala el número de sacerdotes con el de animadores.
También se están uniendo las fuerzas. Así, en Barbastro se ha creado un proyecto piloto de unidad pastoral de las tres parroquias, creando la Parroquia de Barbastro. Aplanamiento de las estructuras que se va a ir desplegando.

Desde la tierra baja se ha plasmado otra idea del “montañés”, porque se fijaba unidimensionalmente en el aspecto de tener que mantenerse con lo poco, en vez de su lado solidario, que ha sido mucho.
Todavía hay una deuda con los pueblos de montaña que tuvieron que deshabitarse por aplicación de medidas “excesivas” medio ambientales, que el paso del tiempo y el avance tecnológico no les ha dado la razón.
Lo peor en una comunidad es el destierro y la excomunión. Fuera de la comunidad no hay vida. Miles de familias, entre las que me encuentro yo, tuvieron que rehacer sus raíces en otras poblaciones. Gracias a las mejoras en las vías de comunicación hemos podido mantener la raíces. Esto también es una fortaleza, “el regreso de los que se fueron”, que cantaba Labordeta.
Muchas de las casas de los pueblos que se han arreglado lo han hecho descendientes que tuvieron que irse. Una generación que ya se está envejeciendo muy rápidamente.
El futuro de nuestros pueblos de montaña lo hemos de buscar en sus fortalezas, entre ellas el tratarse de comunidades solidarias durante cientos de años, una competencia aprendida que hay que actualizar.
Hacer realidad dentro de los modelos de negocio de la economía colaborativa que las nuevas tecnologías posibilitan que se puedan establecer en ámbitos rurales. Un ejemplo hecho realidad sería el de “Zona Cero” en el ámbito de la bicicleta de montaña.

Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario de Altaragón el 28 de noviembre de 2018

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Cuando algo cruje


Cuando algo cruje

Carlos Muñoz Serrano desempeñó el cargo de obispo de Barbastro a la edad de 64 años tras una larga carrera como catedrático, prelado, jurisconsulto y alto funcionario real.
Llegó al obispado en octubre de 1596 encontrándose una catedral nueva que se había finalizado el año 1533 costeada por la población con un impuesto especial a la carne con el objetivo de restaurar la sede episcopal.

Catedral de Barbastro, vista norte

Así sucedió en el año 1573. Carlos Muñoz fue el tercer obispo desde la restauración. De modo que se encontró con muchas cosas por hacer. Tras el altar, únicamente había el basamento del retablo de Damián Forment que había finalizado un discípulo suyo en el año 1560.
Además de promover la construcción del Palacio Episcopal, su gran aportación fue el encargo y costeo de la parte superior del Retablo Mayor. Obra que realizó de forma rápida entre los años 1600 y 1602, temeroso de no verla acabada en vida.
Compró una madera de calidad y encargó la obra a tres maestros imagineros distintos para finalizar lo antes posible. De modo que nos encontramos distintas calidades de ejecución.
Fue extremadamente escrupuloso con el acabado del rostro y las manos de la Virgen que ocupa el espacio central del retablo. Luego encargó policromar todo el retablo, la parte de alabastro y la de madera.
Una vez acabada la obra, algo crujía en su corazón que no le permitió contemplarla durante mucho tiempo, pero satisfecho de la calidad de la obra realizada que no crujía su madera. Murió el 14 de marzo de 1604, siendo enterrado en la catedral.

No es baladí la calidad de la madera. A veces ocurría que los maestro imagineros para ajustarse al presupuesto no disponían de madera de la máxima calidad, por eso era habitual lo que hizo el obispo de comprarla a su cargo.
La madera puede durar cientos de años si es de calidad y no le afectan las humedades. Las casas antiguas se hacían con maderas de lento crecimiento que eran las más duras, así el quejigo para las vigas y el enebro para sostener la cubierta de losas. Sin embargo, el pino que es de rápido crecimiento, es una madera a la que le afecta mucho la humedad.

Enebro sosteniendo el tejado del pajar de la Casa Baja de Escapa

Cuando vemos un pueblo deshabitado, todavía podemos ver como hay partes de las casas que perduran por los buenos materiales y ejecución. Son las bordas las que más aguantan. No aconsejo adentrarse en ninguna de estas viviendas porque pueden derrumbarse de forma repentina. Antes de que eso ocurra, la casa ya lo ha avisado durante mucho tiempo con los crujidos cada vez más potentes y continuos. 

Pajar y era en Sarsa de Surta
Lo mismo sucede en el ámbito empresarial cuando “algo gruje”. Habitualmente los procesos son muy lentos, pero no se presta atención a las “distintas maderas” que forman la estructura de la organización.
Los sonidos propios del día a día y el “canto de sirenas” de los intereses personales hacen que no se preste atención a la salud de la estructura sobre la que se sustenta un proyecto.

Cuando el sonido del crujido es tan alto que no podemos evitar escuchar, comienza la búsqueda de responsabilidades. Pero, no nos equivoquemos, cuando algo cruje en una empresa no es la cuenta de resultados que entra en números rojos, ni es la pérdida de clientes lo que motiva los crujidos.
Son los recursos humanos por donde ha empezado la humedad. Crujen las expectativas de las personas, cruje la confianza entre sus miembros y, finalmente, cruje la comunicación.
Esta “humedad” es la que va deteriorando el funcionamiento paulatinamente hasta llegar a arruinarse si no toman las medidas adecuadas de “mantenimiento” de la estructura.
Y, como ocurre en las casas, este deterioro comienza por el tejado, por la parte directiva, que es la parte más sensible para que comience el proceso. Muchas veces, no sucede de mala fe, sino que el día a día no deja escuchar las goteras que van haciéndose poco a poco.

El retablo encargado por el obispo Carlos Muñoz tuvo la gran suerte de no ser afectado por las guerras, sobre todo por la Guerra Civil del siglo XX y aguantó 400 años sin necesidad de hacer una restauración. Ésta tuvo lugar entre los años 2000 y 2001.

Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario del Altoaragón el 21 de noviembre de 2018

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Erase una vez un mercado


Erase una vez un mercado

Pedro I había pasado la noche del 17 de octubre de 1100 en el castillo del Pueyo. Había venido del castillo de Montearagón para acometer la toma de Barbastro. No había dormido mucho pensando en mañana y por el ruido de las tropas preparadas.
Desde el castillo veía los fuegos de las distintas defensas de los musulmanes en torno a la población. 

El Pueyo de Barbastri
Se acerco a su caballo para colocar la tela con la imagen de Santa Fé a la que había prometido la segunda mezquita. Todavía no era hora para colocarse la coraza dorada que llevaba como rey de Aragón.
Una vez acabada la batalla, se acercó a la mezquita junto a río y colocó la tela en la puerta. De aquella ermita ya no queda nada en su sitio, salvo la portada románica del siglo XIII que se encuentra en el cementerio de la ciudad.

Portada románica de Santa Fé
La ciudad se había quedado despoblada. Al rey le pidieron tres cosas: ser libres, disponer de un mercado y que su ganado pudiera pastar en el entorno, sin que los de las demás poblaciones lo pudieran hacer en Barbastro. Aquello significaba una ventaja importante para atraer repobladores.
Sí que sigue el mercado vivo, aunque trasladado de su lugar de entonces. Tiene una ermita, dedicada a Santa Ana, que los comerciantes abren cada día. Esta dualidad de comercio y religiosidad le da una atmósfera atemporal al espacio, como ocurría en los mercados de las ciudades milenarias griegas y romanas.
Aunque la parte comercial no va bien del todo. En la parte norte de la plaza nos encontramos muchos locales con letreros que dicen que se alquilan. No es una realidad única de Barbastro, sino el síntoma de un cambio de modelo de negocio a nivel global.

Puesto en la plaza del mercado
Hace años que las ciudades inglesas han ido perdiendo los locales comerciales a favor de los centros comerciales. Y ahora, en Estados Unidos ya comienzan a vaciarse estos grandes centros. Es una realidad global.
En la plaza del mercado vemos que se han desplegado los cables de la fibra óptica, como en toda la población. Una verdadera hiedra que está parasitando las transacciones económicas hacia Internet.
Una hiedra que se ha extendido de forma rápida y burda en todas las ciudades, sin respetar la estética. La normativa del año 1995 era muy estricta en este aspecto. Por aquel tiempo trabajaba en el desarrollo del modelo de negocio del despliegue de un operador y nos encontrábamos un gran problema de costes debido a la necesidad de esconder el cableado.
La normativa del año 2014 deja más holgura al operador. Pero sobre todo, la ciudadanía quiere la fibra óptica y no hace tanto caso a estos aspectos estéticos que he comentado bloquearon el despliegue hace 20 años.
Éste es un claro ejemplo de cómo los mercados, las legislaciones, las regulaciones posteriores y las necesidades y preferencias de los consumidores van cambiando inexorablemente.

Los ciudadanos y los políticos piensan que la fibra óptica es una ventaja competitiva para las empresas ya existentes y la creación de nuevas. Por eso se han puesto tantos medios en su despliegue.
Pero la realidad es que los grandes beneficiarios son las grandes empresas comerciales que cada vez están premiando más el canal de Internet, no sólo facilitando su acceso, sino no disponiendo de todas las referencias en las tiendas físicas. Realmente, están haciendo una tarea de divulgación y formación.

Las tiendas que se llaman la atención de los clientes son las llamadas “insignia” en la que no es tan importante el producto como la estética del local y la forma de atención. Son creadoras de marca. Éstas sí que tienen presente.
En la plaza del mercado de Barbastro hay una tienda insignia de una cadena de zapaterías, Lázaro. Llama la atención por su situación, por su iluminación y por su estética. Ojalá hubiera más.

Barbastro sigue teniendo esa impronta comercial que ya pedía al rey hace 918 años. Una atmósfera que es envidiada por muchas ciudades de la provincia, que deberíamos seguir mejorando.
No hay “fórmulas magistrales” fáciles para hacer posible que se ocupen los locales vacíos, pero sí hay muchas intervenciones que se han hecho con éxito en algunas ciudades con la misma problemática.
Ahora ya no existe un “Pedro I” al que solicitarle una ventaja competitiva para posibilitar la repoblación. El rey nos hizo libres y, por tanto, responsables.

Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en el Diario de Altoaragón el 14 de noviembre de 2018

martes, 6 de noviembre de 2018

La perspectiva del miedo


Recuerdo una conversación con un empresario ya jubilado sobre el funcionamiento de la economía. Yo le conté que veía que se había reactivado mucho el tráfico de mercancías, especialmente en la autovía A-22, de Huesca a Lleida.
Le conté que veía camiones de la zona norte que ya cogían la autovía en vez de la autopista del Ebro para descender hacia el área de Barcelona. Él me decía que, precisamente, ése era un signo de que la cosas iban mal.
Su perspectiva era que si fueran bien, no tendrían porque no asumir el coste del peaje. Mi perspectiva era que los conductores y empresas buscaban minimizar los costes para ser competitivos.
Ya no leía periódicos ni veía los informativos. Se había subscrito a lo que llamaba “globos” de noticias que le llegaban al teléfono móvil de determinados medios que eran de su confianza.

También, recuerdo la conversación con otro empresario jubilado. Éste sí que leía la “prensa salmón” (la especializada en economía). Me contó asustado sobre el proyecto del tren de alta velocidad de la ruta de la seda.
Una estrategia China para inundar Europa de forma más rápida y económica con sus productos en vez de los grande barcos cargados de contenedores que tardaban mucho tiempo.
Ambos empresarios son personas formadas que durante decenas de años han “abierto la persiana” de sus negocios con éxito afrontando las problemáticas que les fueron aconteciendo.

Manejar la realidad diaria es un buen antídoto contra el miedo. Por aquello que se dice que “el miedo es libre” y “el miedo guarda la huerta”. Antes se ponía el cartel de “cuidado con el perro” y ahora vemos el logotipo de una empresa de seguridad.
Los seres humanos somos muy malos haciendo predicciones de futuro y analizando los problemas. Lo primero es fácil de comprender, pero lo segundo no tanto. Se debe a la confusión entre las causas y las consecuencias. Por eso somos presa fácil del miedo.

Mi experiencia de casi 7 años de “explorador” de caminos he tenido muchos incidentes, pero ningún accidente. Sin embargo todo el mundo me dice que no debería ir solo porque algún día tendré un problema gordo. Algo que va calando.
Realmente he tenido varios incidentes en cada ruta. Sobre todo, pequeñas caídas y errores en la ruta. Lo primero se soluciona con unas buenas botas, unos bastones, unos guantes y reservas de agua y comida. Lo segundo con un GPS, una batería de emergencia y ropa adecuada.
Realmente, los seres humanos somo muy buenos solucionando problemas y aprendiendo, luego, de ellos. Así, resolviendo los incidentes y previniendo los posibles accidentes.

Aconsejo acercarse hasta Rodellar una tarde de primavera, ascender hasta la ermita de la Virgen del Castillo y observar a los escaladores que están entrenando en el techo del “delfín” (es un hueco de caliza que tiene esta forma). Pongo de ejemplo este lugar por su belleza y por la destreza de quienes van allí.
Veremos a una persona escalando, otra asegurando, otra grabando y varias observando. La grabación es para que aprenda el escalador y la observación de los escaladores es, también, para aprender. Inconscientemente, los observadores están realizando mentalmente los mismos movimientos que el escalador que, luego, reproducirán. Es lo que llamamos “aprendizaje vicario” (aprender de las acciones de los otros). Somo excepcionalmente buenos los seres humanos “copiando” las conductas de los demás. Es como aprenden los niños pequeños.

Quedé hace poco con un empresario en activo. Lo encontré en su lugar de trabajo analizando los problemas que se iba a encontrar en la ejecución de un proyecto presente. A esto es lo que me refiero cuando repito la frase de mi querido Ignacio Ellacuría “manejar la realidad”.
Comiendo me habló de futuros proyectos que tenía en mente de una forma sosegada. Como dirían Zubiri y Ellacuría, “desplegando la realidad”. No había miedo.

Finalizando, el miedo cambia según la perspectiva donde nos pongamos. Como la niebla, le encanta los lugares donde se puede estancar y no dejarnos ver otras realidades. Huye de las corriente de aire (las acciones) que hacen que se esfume como lo hace la niebla.

Daniel VALLÉS TURMO

Artíulo publicado en el Diario del Altoaragón el 7 de noviembre de 2018