miércoles, 20 de enero de 2016

Del Office al Trello


El paquete de ofimática “Microsoft Office” surge en el año 1989 junto a la implementación generalizada de los PC (Personal Computer). Antes, se utilizaban terminales dependientes de un ordenador.
Los PC más utilizados eran los IBM allá por el año 1981. Luego salieron los “clónicos” que fueron abaratando los precios y haciendo que se fueran introduciendo en las pequeñas empresas.
Los Mac fueron revolucionarios ya en 1985 con un sistema operativo de iconos y ventanas que te permitía utilizar fácilmente procesadores de texto e imagen creando unos documentos muy bien formateados. Windows tardó unos años más.

El uso del Microsoft Office con sus programas Word (procesador de texto), Excell (hoja de calculo), Power Point (presentaciones) y Access (bases de datos) era necesario para hacer las tareas habituales administrativas de una empresa.
Todos lo currículos de la era anterior a Internet (1996) mencionaban estos programas en el apartado de aplicaciones informáticas. Posteriormente, ha habido una evolución exponencial tecnológicamente.
La empresa ha ido requiriendo habilidades para el manejo de Internet. Así, el mantenimiento de las páginas webs y el comercio electrónico a partir del año 2000 y el de las Redes Sociales a partir del 2010.
Y han salido nuevos paquetes ofimáticos en la nube como es el caso de Google Apps que se adaptan a los nuevos requisitos de interconectividad desde distintos sitios y dispositivos.
Una interconectividad cada vez más necesaria con dos realidades en el ámbito empresarial: la internacionalización y la externalización. Ambos procesos requieren el trabajar con personas que no se encuentran en nuestro entorno próximo.

Pero, además de la tecnología, es necesaria una metodología de trabajo en equipo que posibilite la organización. Los primeros modelos surgen con el paradigma de la producción industrial.
Así surgen los “Workflow” en los que se automatizan los procesos de información que se llevan a término en una empresa. Funcionan a modo de bases de datos documentales.
También salen soluciones de desarrollo de proyectos, tanto en el entorno de la ingeniería como en el desarrollo de software donde es necesario ir aglutinando el trabajo de distintas personas.
Es la plasmación con el uso de las nuevas tecnologías de la tradicional Gestión de Proyectos que se ha ido mejorando tanto desde el ámbito de la ingeniería como el de la administración de empresas.

En el año 2012 surge la aplicación Trello, una herramienta gratuita de gestión de proyectos que hace que la colaboración sea sencilla a través de tableros que podemos consultar vía web desde cualquier dispositivo.
Estos tableros contienen listas dispuestas de manera horizontal donde se puede apreciar, de un vistazo, un proyecto. Cada lista contiene tarjetas que pueden arrastrarse y soltarse en otras listas o reordenarse.
Estas tarjetas pueden contener listas de tareas, imágenes, archivos adjuntos, fechas de entrega, comentarios. etc. El resultado es una herramienta de colaboración muy intuitiva.
Además de Trello, podemos encontrarnos otros sistemas similares como son Asan o Teambox. También alternativas en código abierto como son Taiga, Kanboard, Libreboard, Restyaboard y TaskBoard.

El mismo paquete de Microsoft Office con su nuevo formato Office 365 también incluye herramientas para gestión de proyectos. Lo mismo que Zoho, un CRM, que ha incluido un módulo de gestión de proyectos.
La peculiaridad del Trello es su facilidad de uso por cualquier persona que hace que no se requiera un conocimiento previo de Gestión de Proyectos, sino que se adapta a las necesidades que se tengan.
En este momento no existe un estándar de gestor de proyectos, como ocurrió al principio con el Office, sino que las soluciones existentes van incorporando las mejoras de los otros.

Lo que si está claro que en la empresa actual es necesario incorporar los Gestores de Proyectos como una herramienta cotidiana como lo son las aplicaciones del Microsoft Office.

miércoles, 13 de enero de 2016

Saber que se puede


Apenas han pasado dos semanas de este año nuevo y muchos de los buenos propósitos ya han caído. En parte es debido a la diferencia que hay entre el querer y el poder.
A todos nos suena la frase “querer es poder”, que es muy motivadora, pero poco constructiva. La canción “Color esperanza” de Diego Torres matiza este dicho en su estribillo.
“Saber que se puede, querer que se pueda, pintarse la cara color esperanza, pintar el futuro con el corazón”. El elemento que se añade es el conocimiento y la percepción de “saber que podemos hacerlo”.

El conocimiento supone el saber evaluar la realidad y la autoestima, el saber valorar de forma realista nuestras competencias para llevar a cabo la implementación de los proyectos.
En muchos casos, habría que añadir un tercer factor, la perseverancia. Hay una diferencia entre pensar un tema para escribir una novela y el acabar de escribirla. Una es la creatividad primaria y la otra, la secundaria.
Para mantener esta perseverancia necesitamos planificar las tareas a realizar a lo largo del tiempo. Si no, las tareas urgentes hacen que acabemos muy pronto por dejar los proyectos.

En las empresas los sistemas de gestión facilitan que se mantenga esta tensión para mantener la actividad de la empresa en todas sus dimensiones. Uno de estos modelos es el de la Calidad Total.
A primera vista parece que estos sistemas de gestión no pudieran utilizarse por los emprendedores porque deberían centrarse en la validación de la propuesta de valor que hacen a sus clientes.
Pero, por otro lado, es necesario crear un modelo de gestión desde el primer momento para facilitar que los proyectos empresariales puedan crecer y no se atasquen en sus inicios.

Las empresas líderes en sus mercados lo son porque tienen un modelo de negocio y de gestión que les ha permitido ser elegida por los clientes y ser viable económica y financieramente.
Un modelo de gestión tiene que ser fácil de comprender para que se pueda impregnar en toda la cadena de valor de la empresa, desde los accionistas, la sociedad, los proveedores, los trabajadores y los clientes.
Fácil y que sea creíble. Aquello de “una cosa es predicar y otra distinta es dar trigo”. Por que, cómo ya hemos dicho, una cosa es “saber que se puede” y otra “querer que se pueda”.
Para lo segundo es necesario, primero la confianza y, segundo, el compromiso con el modelo de negocio y con la gestión. Aquello de estar orgulloso de “vestir los colores de la empresa”.

Estas empresas líderes muestran en Internet sus modelos de negocio. Así, podemos pensar en aquellas empresas que nos gustan e ir a sus webs para consultarlos. Luego, lo adaptaremos a las nuestras.
La verdad que no hay muchas diferencias entre las empresas en las letras grandes, pero sí en las letras pequeñas y, mucho más, en la constatación en la realidad de su cumplimiento.
En el gráfico adjunto se ven los componentes del modelo de calidad total de una de las empresas líderes de nuestro país: el cliente, los trabajadores, los proveedores, la sociedad y el capital.

El componente más importante es el cliente en cuanto que de su satisfacción depende la viabilidad económica y financiera de la empresa. Todos los demás, están a su servicio.
El tener un modelo de negocio y de gestión posibilita una percepción de certidumbre en la empresa que hace que no “nos agotemos” en continuas tomas de decisiones que acaban por minar la organización.
Evidentemente que hay que hacer modificaciones, pero en los tiempos planificados para hacerlo y no a las primeras de cambio. De otra forma perdemos la consistencia psicológica que necesitamos.
Si no, es como si fuéramos de excursión continuamente pendientes del mapa en vez de disfrutar del camino. Claro que antes hemos estudiado la ruta y, si tenemos dudas, podemos cosultarlo.

Daniel Vallés Turmo

miércoles, 6 de enero de 2016

Básico

Comenzamos el año con nuevos propósitos. Esto está muy bien, pero si no cambiamos los hábitos y las creencias, suelen desvanecerse poco a poco con la resistencia de la realidad.
Las empresas que ya están establecidas, mantienen la inercia de lograr como mínimo los objetivos del año anterior y hacer algunas mejoras sobre lo que se realizó el año anterior.
Las nuevas empresas tienen que acabar de perfilar las necesidades de sus clientes con una propuesta de valor que se ajuste y permita la viabilidad de la cuenta de resultados del proyecto.
En ambos casos, el comienzo de año es una oportunidad para “comenzar de nuevo” y poder enmendar con mejoras. Una especie de autoengaño para automotivarnos y continuar el esfuerzo.

Igualmente sería necesario el volver a “calibrar” la visión que tenemos de la empresa. La miopía de centrarnos excesivamente en los problemas cotidianos nos impide ver de lejos. Se dice que el árbol no nos deja ver el bosque.
Recobrar el equilibrio y afirmarnos en los pilares que nos llevaron a llegar donde hemos llegado o a comenzar un nuevo proyecto, para no dejarnos llevar por el cambio de los vientos.
El paradigma tecnológico con que se pretende hacer evolucionar a las empresas, tal vez sirva para las grandes corporaciones, pero muy poco para las microempresas, que son la mayoría.
Las personas y las empresas no somos “sistemas de información” que se pueden actualizar como los sistemas operativos y que se pueden “reiniciar” cuando han dejado de funcionar.

En un entorno complejo como el actual, se hace cada vez más difícil sostener este “modelo cibernético” que nos ha servido para evolucionar muy rápidamente tecnológicamente.
Los seres humanos son somos máquinas. Tenemos la fortaleza de tener una gran capacidad de adaptación que nos permite mantenernos durante mucho tiempo en situaciones inusitadas.
Pero, tenemos que volver a recobrar el equilibrio, sino enfermamos. No podemos mantener una persona, una organización o una sociedad durante mucho tiempo en situaciones límite.

Un aspecto que nos permite mantener este equilibrio es conocer y comprender como nuestros ancestros han llegado a donde han llegado, comenzando por nuestros familiares.
Esta perspectiva nos posibilita poder relativizar y, también, transcender más allá de nuestra propia existencia, de forma que sentimos formar parte de un proyecto más grande.
El entorno de nuestra provincia nos permite el poder visitar muchos pueblos donde todavía permanece visible el modo de vida tradicional que nuestros antepasados llevaron durante siglos.

Hubo dos aspectos muy importantes: la defensa y el agua. En ocasiones, estos elementos están reñidos porque se necesitaba construir en un alto que fuera difícil de acceder.
Nuestros pueblos de montaña suelen estar apiñados en una ladera sur buscando el calor del sol y la defensa al mismo tiempo. Las fuentes tradicionales se suelen encontrar a las afueras en un barranco. Vale la pena visitarlas.
Recorrer uno de estos pueblos nos transmite sosiego porque nos hacer pensar en un pasado que era manejable, donde la vida transcurría de forma sencilla y cotidiana año tras año.
Donde los muros de piedras de los caminos se han ido haciendo más robustos con el paso del tiempo y la vegetación frondosa del camino hacia la fuente es un verdadero jardín.

Nos damos cuenta que no era un vida idílica, que había que hacer un gran esfuerzo para poder llevar una vida austera, pero nos hace sentir que era un modo de vida previsible, todo lo contrario a ahora.
Lo mismo ocurre con las personas y las organizaciones. Necesitamos echar raíces que nos permitan mantenernos firmes cuando las cosas no vienen bien dadas o hay que hacer un gran esfuerzo.


Daniel VALLÉS TURMO