martes, 20 de noviembre de 2012

La distancia óptina


En el cambio de los modelos de negocio de las actividades empresariales, la innovación tecnológica ha repercutido especialmente en dos áreas: la forma de relación con el cliente y los canales a través de los cuales lo hacemos.
El avance de las tecnologías de la información y las comunicaciones ha incidido tanto en la conducta del consumidor como en los interfaces utilizados en el proceso de compra.
Estas nuevas tecnologías de la información permiten una relación muy estrecha con el cliente que, en muchas ocasiones, puede agobiar y tener el efecto adverso al previsto inicialmente.
En educación se suele utilizar el lema de la distancia óptima con el alumno, ni muy cerca, ni muy lejos para evitar que interfiera negativamente en la labor pedagógica del profesor con el alumno.
En el ámbito empresarial, ocurre algo semejante. En teoría, todos queremos ser los “partner”, socios, de nuestros clientes y establecer una relación colaborativa, pero la realidad es que nuestros clientes cada vez reciben más ofertas continuamente.
De modo que no es fácil mantener esa distancia óptima, ni por parte de la empresa, ni por parte del cliente para evitar que haya malentendidos y, como consecuencia, posibles conflictos entre las partes.
“La distancia óptima” sería útil en toda la cadena de valor empresarial para evitar ofuscarnos con aspectos que en el medio plazo no nos van a ayudar, aunque sí en el corto plazo.
Es aquel dicho empresarial de dejar que sean otros los que se ganen el último euro. También, ejemplificado en refranes como “la avaricia rompe el saco”. En todo caso, se trata de no tensar excesivamente.
Algo parecido ocurrió a una mujer emprendedora del Pirineo hace 70 años, en una época de postguerra donde la situación económica era muchísimo más complicada que en la actualidad.
En una ocasión, la emprendedora, venía de regreso de vender por los pueblos con un carro. En el trayecto, se dio cuenta que una maleta que contenía ropa para la venta, se le había caído.
Dio la vuelta, pero no la encontró. Sólo se habían cruzado con un vecino que iba en bicicleta en sentido contrario. Así que sospechó que la había podido coger dicha persona y esconderla.
Esa noche, se puso a observar qué ocurría en la casa del vecino. Efectivamente vio como la maleta la cargaban escondida en un burro. Les siguió hasta que la ocultaron bajo tierra en un huerto lejano.
Cuando se fueron, la desenterró para llevarla a casa. La enseñó a unos vecinos contándoles lo sucedido para que fueran testigos al día siguiente cuando lo denunciara a las autoridades.
Volvió a enterrarla y su marido se quedó en el huerto, que estaba cercano al escondite, para vigilar que no la desenterraran mientras iba a avisar a las autoridades y, así, poner en evidencia al vecino.
Pero, entretenido en las faenas de la huerta, su marido no estuvo atento cuando vinieron a desenterrarla. La emprendedora cogió un berrinche monumental que le costó mucho tiempo olvidar.
Cuando escuchamos la historia, nos preguntamos porqué no se contentó con recuperar la maleta, que hubiera dado buen final después de la labor de investigación para encontrarla.
La búsqueda de una revancha excesivamente teatralizada para avergonzar al vecino hizo que no sólo no recuperara la mercancía, sino que mantuviera el mal humor durante largo tiempo.
Cuando nos obsesionamos, acabamos saturando la percepción distorsionándola dándole más valor a nuestra valoración subjetiva que a la propiciada por los hechos que ocurren.
Pero la realidad es tozuda y acaba por imponerse. En el caso actual, la complejidad hace que sea todavía más necesario mantener esa distancia óptima que nos permite saber donde nos encontramos.
Y saber, también, donde vamos. Las nuevas tecnologías, al igual que pueden complicar la relación con los clientes, igualmente nos pueden ayudar en este cometido de establecer el tipo de relación más adecuado.

martes, 13 de noviembre de 2012

Tomate Rosa


Ha acabado la reunión de la comunidad de vecinos en un edificio de Barbastro. Al terminar se quedan varios de ellos comentando sobre la cosecha del tomate rosa este año examinando unas cajas donde se han cogido los últimos para que acaben de madurar.
Ha sido un buen año. El vecino que más ha producido han sido varias decenas toneladas y el próximo año piensa plantar una hectárea más. Está contento porque ha logrado venderlos entre 0,80 y 1,80 euros el kilogramo, a pesar de la crisis.
Otro vecino, acaba de cambiar de coche para poder llevar mejor las cajas de la huerta e ir por las pistas de tierra. Dice que se autofinancia solo. Vende toda su cosecha a una céntrica frutería de la ciudad. Se diría que hay “una fiebre del tomate” en la ciudad.
Se dice que este año los precios al público han llegado a los 6 euros en Barcelona, donde se aprecia especialmente su sabor. De forma que hay margen para que el cultivador obtenga un buen precio.
En las tiendas de “El Vero” y “La Nueva Frutería” en el centro de Barbastro los precios han estado toda la temporada cerca de los 3 euros. Los visitantes no pueden evitar pararse para ver los preciosos ejemplares.
La discusión comienza a derivar sobre las características de sabor del tomate rosa y su diferencia con otros tipos como el de corazón. Se comenta su dulzura inequívoca para la ensalada.
Dulzura respecto a acidez. Cuatro vecinos  del Somontano haciendo una cata virtual, no de vinos, sino de tomates. Nos llevamos varios ejemplares para testarlos y saborearlos en ensalada.
Al llegar a casa, cada vecino partirá un tomate, tal vez con un poco de ajo, y lo regará generosamente con un aceite del Somontano para, al terminar de comer, untarlo con un buen cacho de pan. Acompañado de un vaso de vino de la tierra, es una buena merienda.
También se habla de las semillas, de la planta y los trucos de riego y mantenimiento para lograr un ejemplar que sea agradable a la vista, sobre todo que no se abra demasiado.
Este verano, en el mercado de verduras de lo sábados, se ha visto a muchos hortelanos vendiendo su cosecha. A veces, al que no conoce su extraordinario sabor, su presencia asimétrica y gran volumen lo puede retraer.
El aspecto preocupa especialmente, dado que cada ejemplar pesa unos 700 gramos, para que no se piense en la merma que tiene dado su elevado precio en comparación a otras variedades que se puede aprovechar totalmente.
El tomate rosa de Barbastro, tiene un sabor muy característico que lo hace fácilmente identificable y distinguirlo de otros. Además, consumido con otros productos del Somontano, como su aceite y vino, es una experiencia inequívoca.
No menos importante es el pan. En algunas panaderías de la ciudad, como es el caso de Buera, podemos comprar pan hecho con harina integral ecológica de trigo A03 con un alto contenido de proteínas que lo hace muy sabroso.
Quien ha probado una merienda con tomate rosa de Barbastro, pan con harina A03, aceite y vino del Somontano, es difícil que no quiera volver a repetirla porque la mezcla de sabores es inigualable y nos recuerda los sabores de siempre.
Este ejemplo del tomate rosa de Barbastro, nos sirve para comentar la necesidad de comunicar la propuesta de valor de nuestras empresas a los clientes de forma simple e inequívoca.
Una manera de hacer esta definición es enunciar de forma clara la propuesta de valor enfocado en el problema que resolvemos (“Nosotros resolvemos esto”) con un lema fácil de recordar.
De forma que los clientes nos identifiquen inequívocamente con la necesidad que les resolvemos. “Cuando necesito esto, pienso en esta empresa”. Enfocados en esa necesidad, más que en el producto o servicio.
Como ya hemos comentado, el tomate rosa de Barbastro no es únicamente un condimento para ensalada. Acompañado de un buen pan, vino y aceite de la tierra, es una experiencia de sabores de siempre.
Esta clara distinción, que va más allá de lo físico, es la que puede permitir que el consumidor esté dispuesto a pagar un precio superior a otro producto. Como en el ejemplo, ya no estamos únicamente comparando tomates.
En la encimera de la cocina quedan madurando los tomates del vecino junto a una botella de vino empezada. Una de estas tardes, el color del tomate llamará su atención para saborearlo.

martes, 6 de noviembre de 2012

El buen pastor


En la mayoría de los modelos de negocio de las pequeñas empresas aparece el personal como recurso clave para el desarrollo adecuado del proyecto, considerándolo como elemento fundamental.
Sin embargo, es el factor más vulnerable en nuestras organizaciones porque su gestión no se rige por los mismos parámetros que supone la gestión de activos, producción y financiación.
En este momento socioeconómico se está visibilizando esta fragilidad tanto en los trabajadores en activo como en los desempleados, incrementándose el nivel de estrés en ambos ámbitos.
Aunque, en las últimas décadas, se haya avanzando mucho en las medidas de prevención de riesgos laborales, todavía queda un largo recorrido en los aspectos psicosociales.
Vale la pena recordar la parábola del buen pastor, en un tiempo donde se utilizan más otras imágenes más bélicas, como es la expresión  “salir adelante con el cuchillo entre los dientes”.
Dicha parábola comienza diciendo “Si alguno de vosotros pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra?...”
Han pasado casi dos mil años desde que estás palabras fueron dichas, pero forman parte de nuestra cultura. Nos hablan de la necesidad de la reconciliación como elemento prioritario.
Recientemente, una emprendedora de éxito comentaba lo gratificante que era tomar unas cañas al cerrar el negocio con los trabajadores cuando empezó su primera actividad en solitario.
Este sencillo acto de hablar informalmente, muy propio de nuestra cultura mediterránea, también se realiza en muchas otra culturas. Los pubs de la City de Londres están a rebosar por la tarde.
Cuando hablamos con nuestros compañeros al salir del trabajo junto a una cerveza, estamos realizando un ejercicio de reconciliación de los malos entendidos que han podido haber y, también, estamos incrementando la confianza.
Hemos “lubricado” la relación y estamos previniendo que se tense y se rompa. El estrés laboral viene dado por la tensión continuada generada al no verse capacitado para realizar adecuadamente una tarea.
Paradójicamente, los directivos sufren menos estrés que los trabajadores porque disponen de más autonomía para regularse y poder retomar a la normalidad en poco tiempo.
Mientras que la mayoría de los trabajadores no disponen de esa autonomía tanto para gestionar su tarea, como para desconectar y poder reducir los niveles de estrés que se han acumulado.
Así, es necesario un ejercicio individual de capacitación para establecer un entorno con la suficiente autonomía para gestionar los niveles de estrés que, necesariamente, se desarrollan.
Y, también, un ejercicio organizacional para establecer actividades de grupo (formales e  informales) que faciliten la distensión de los  malentendidos y la creación de confianza mutua.
En el caso de los emprendedores, es fundamental realizar ese ejercicio de capacitación para autorregularse y no alcanzar niveles de estrés que le pueden llevar a incapacitar su eficacia empresarial.
En ocasiones, cuando el emprendedor se da cuenta de su estrés, ya se ha perjudicado mucho el proyecto empresarial respecto a la relación con colaboradores, clientes y proveedores.
A veces, las parábolas simplifican la realidad para amplificar el mensaje. Los rebaños de ovejas de nuestro entorno son mucho más grandes. Cuando están en el puerto, los rebaños pueden ser de tres mil ovejas y, en la cabaña, la mitad.
Por eso es fácil que algunas ovejas se pierdan en el puerto o que en la cabañera alguna se retrase y no logre contactar con el rebaño. La mayoría de ellas vuelven por sí solas al mismo.
Como el buen pastor, cuando va a buscar a la oveja perdida al final del día, tal vez deberíamos aprender a reconciliarnos con nosotros mismos y nuestros compañeros al final de cada jornada.