jueves, 30 de diciembre de 2010

Un mundo abierto

Tras dos años continuados de crisis financiera, económica y social, y con una predicción del futuro todavía no clarificada, hemos de tener una visión evolucionista de esta situación por encima del pesimismo y el optimismo subjetivos.

La tendencia que hubo al principio de la crisis del aislamiento de algunos países, parece que ya no se intensifica, sino que se ven las soluciones en una evolución común hacia adelante creando paradigmas hacia un mundo abierto.

Un mundo abierto que supondrá nuevos retos tanto en los ámbitos financieros, económicos como sociales, donde tendremos que dejar de comparar los parámetros con los actuales porque, sencillamente, serán distintos.

Un mundo abierto donde habremos de valorar el gran bien de la paz y el no haber conflictos bélicos a un nivel planetario como ocurrieron en la primera mitad del siglo XX. No olvidemos que la creación de la Unión Europea pretendía evitar un nuevo conflicto generalizado.

Así, la creación de la Unión Europea es la plasmación de esa utopía hacia una convivencia pacífica con un bienestar al alcance de todos sus ciudadanos, conseguida a través de la integración en vez del aislamiento. Un éxito que no debemos dejar de recordar.

Una utopía que, sin embargo, debe ser reelegida libremente y continuamente por cada uno de sus ciudadanos para que siga hacia delante y no se vea menguada por la tendencia al aislamiento personal que nos llevó hacia los conflictos sociales y bélicos del pasado.

Esta misma dinámica se genera en cada una de las unidades sociales humanas, entre ellas las empresas. Una tendencia al aislamiento en vez de la integración en tiempos de crisis pensando que es la mejor decisión. Pero este mecanismo de defensa ya no es útil en un mundo globalizado como el actual.

En este artículo se explica algunas conductas que podemos desarrollar en nuestro ámbito de trabajo que puede ayudarnos a no dejarnos llevar por ese mecanismo de defensa que nos conduce al aislamiento para protegernos.

Acordarnos que, en nuestra relación con otras personas y otras organizaciones, es mucho mejor para ambas partes clarificar en vez de responsabilizar, afirmar en vez de culpabilizar y confiar en vez de desconfiar.

Clarificar es enfocarnos en aclarar los aspectos concretos cuando resolvemos una situación, en vez de intentar buscar responsables. Nos centramos en los procesos y no en las personas para evitar los elementos subjetivos que siempre nos condicionan.

Este desligamiento de las personas nos permite ser más objetivos en el análisis de los problemas y ser más precisos en las búsqueda de la información relevante. Si buscamos responsables, no somos nada eficaces en la resolución de una situación.

Pero, lo más crítico, aún más que la falta de eficacia, es que si personalizamos las problemáticas responsabilizando a las personas, estamos sentenciando que ambas partes continuemos en este tipo de relación ineficaz a lo largo del tiempo.

Afirmar es desarrollar nuestros planteamientos en una situación determinada en vez de culpabilizar a alguien. Seguimos centrados en los procesos en vez de las personas para evitar que los elementos subjetivos nos sigan condicionando.

De esta forma podemos llegar a un acuerdo más fructífero entre las personas o entre las organizaciones. Si buscamos culpables no habremos podido ni ser capaces de encontrar la solución que nos interesa ni conocer la del otro.

Y, como sucedía en el caso de la responsabilización, lo más serio del plantemiento de la culpabilización es que estamos derivando una ineficacia de resolver problemas en una impronta psicológica negativa de la relación para ambas partes.

Esta huella psicológica de la culpabilización deriva en la desconfianza, mientras que la de la afirmación, en la confianza. De esta forma hemos acabado por solidificar el tipo de interrelación, bien basado en la confianza o en la desconfianza.

Mientras que una relación fundamentada en la confianza hace que seamos más propensos a colaborar y llegar a acuerdos con la otra persona o la otra organización, una relación fundamentada en la desconfianza tiene el devastador efecto de una relación ineficaz.

Pero, no se queda aquí la cosa, porque el tipo de relación psicológica que establecemos con los demás, también acaba influyendo positiva o negativamente en la visión que tengamos de nosotros mismos y de nuestras organizaciones.

De una u otra forma, estamos condicionando una “profecía que se autocumple”. Así, que es mejor poder elegir que este futuro se decante de forma positiva. Ya hemos visto que hay que estar muy alerta para no decantarnos hacia el otro lado.

Si cada uno de nosotros y de nuestras organizaciones fueramos conscientes de que el más pequeño de nuestros actos está condicionando que el futuro se nos abra o se nos cierre, estaríamos más centrados en ocuparnos del presente que en preocuparnos por el futuro.

martes, 21 de diciembre de 2010

Pasión y calma

Parece que no, pero ya llevamos dos años hablando de esta crisis económico financiera que todos los días está siendo protagonista en los medios de comunicación y en nuestras conversaciones cotidianas profesionales y personales.

De modo que está creando un clima de incertidumbre que acaba calando en la psicología de todas las personas y las empresas y, como consecuencia, en la toma de decisiones de nuestra forma de vida presente y futura.

Ante esta situación, nos solemos encontrar con dos formas totalmente distintas de abordamiento, quienes dicen que hay que esperar a que escampe la tormenta y quienes piensan que es un buen momento para encontrar oportunidades.

A Ignacio de Loyola se le atribuye la frase “en tiempo de tribulaciones no hacer mudanzas”, mientras que a Albert Einstein la cita de “callar en la crisis es ensalzar el conformismo” dentro de una reflexión más amplia sobre la crisis.

Así, parece que Ignacio de Loyola llama a la calma, mientras Albert Einstein a la pasión, pero ¿quién de los dos tiene la razón? Tal vez los dos la tengan porque sean necesarias ambas actitudes para encarar las dificultades.

Mientras que la pasión consiste en establecer una fuerte afinidad hacia una actividad determinada, al contrario, la calma supone el desapegarnos de dicha actividad para tener una perspetiva menos subjetiva.

Ambas actitudes son necesarias en el ámbito empresarial para enfocar determinados aspectos. Así, la pasión es necesaria durante la implementación de los proyectos y en el desarrollo de la creatividad secundaria; mientra la calma, en la gestión de la calidad y la creación de valor.

La pasión en la implementación de proyectos es imprescindible debido a la necesidad de mantener la tensión durante un largo periodo de tiempo, a pesar de las reticencias y adversidades que aparezcan en el camino.

Así, es necesario que la tenga un emprendedor en el inicio de su proyecto empresarial y, en el lado contrario, suele ser la causa del fracaso de muchos planes desarrollados sobre el papel pero que no ha habido quien los lleve a cabo.

Lo mismo sucede en los procesos de desarrollo creativo e innovación en las empresas. Una cosa es tener un par de reuniones para hablar de posibles ideas y mejoras y otra el sistematizar esas posibilidades hasta su puesta en marcha.

La llamada creatividad secundaria, que es el desarrollo de las ideas, es una tarea que supone una gran dedicación por tratarse de una elaboración novedosa que necesita ampliar el ámbito en el que habitualmente nos movemos. De aquí la necesidad de la pasión para romper la inercia.

Sin embargo, en otras áreas de la empresa, se hace necesaria la calma para tener una visión más objetiva y poder elaborar su desarrollo permanentemente, sin necesidad de disponer de una especial motivación para su ejecución.

En este tipo de tareas nos encontramos con todas las áreas de gestión de la competitividad, entre las que tenemos la calidad, el mantenimiento o la mejora continua. Todas estas herramientas de gestión necesitan que se desarrollen de una forma constante.

Son como el portero de un equipo de futbol. Si los delanteros son necesarios para hacer los goles, el portero es necesario para no encajarlos. Así, un partido se gana tanto por los goles producidos como por los parados.

El mismo tipo de dedicación requieren las tareas de creación de valor que necesitan que estemos continuamente atendidendo. Así, el análisis permanente de la conducta de nuestros clientes para observar sus cambios y la posibilidad de facilitarles más valor añadido.

En este caso no es necesaria una creativividad para desarrollar nuevos productos, sino de observar la realidad para remodelarla paulatinamente. Es algo más parecido a la ingeniería que al diseño, en cuanto que vamos adaptándonos en vez de plantear novedades.

Tradicionalmente, se pensaba que ambos tipos de actitudes, la pasión y la calma, suponían personalidades y puestos de trabajo distintos. En el momento actual, esto ya no es posible en la mayoría de las empresas debido a su tamaño reducido.

De forma que las mismas personas tenemos que desarrollar ambas competencias para aplicarlas en las tareas que tengamos encomendados. No se trata tanto de un tema de personalidad, como de la distinta atención que requieren procesos distintos.

Así, si nos toca lidiar con aspectos ligados a la implementación y a la creatividad, no nos queda otro remedio que apasionarnos por el proyecto durante una temporada si queremos llegar a buen puerto, debido a la propia naturaleza de dichas tareas.

Igualmente, si tenemos entre manos responsabilidades en gestión de calidad, productividad, creación de valor o cualquier otro tema relacionado que precise de una atención sosegada, tendremos que tomárnoslo con calma.


martes, 14 de diciembre de 2010

Aplicaciones Tablet

El lanzamiento del tablet de Apple, el iPad, ha hecho que cambie la idiosincransia del uso de los ordenadores tanto en el ámbito profesional como personal. Todas las empresas están lanzando sus productos en esta línea.

Uno de los aspectos más interesantes es la escalabilidad existente entre el mundo de los smartphones (iPhone, Androide, RIM,...) y la de los tablets, ya que se sirven del mismo ecosistema de aplicaciones, con lo que el usuario no encuentra grandes diferencias cualquiera que sea el equipo utilizado.

Las perspectivas del desarrollo de este ecosistema integrado de smartphones y tablets, según algunos estudios, será de uso habitual en el 2015. Aunque, tal vez, la actual crisis económica pueda desacelerar este crecimiento.

En este ecosistema la aplicación es uno de los elementos centrales. Se trata de un programa informático que nos descargamos en nuestro equipo y que, posteriormente, activando su icono nos permitirá acceder a su funcionamiento.

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre las ventajas y costes de este tipo de aplicaciones para una pequeña empresa de nuestro ámbito. Comenzaremos por las ventajas más importantes: usabilidad, portabilidad y actualizacionalidad.

La usabilidad es sin duda la gran ventaja que hizo que el iPhone consiguiera la aceptación del mercado que tuvo. El diseño de las aplicaciones para iPhone y, posteriormente, para iPad han marcado el camino a seguir por el mercado.

Un elemento fundamental de esta facilidad de uso es que cada pantalla nos ofrece un número de opciones muy simplificadas que hace que nos sea fácil tomar las decisiones y aprender rápidamente las posibilidades que se nos ofrecen.

La portabilidad de la aplicación también es otro elemento fundamental. Podemos descargarnos la misma aplicación en los distintos equipos que utilicemos, ya sean smartphones o tablets, debido a que los programas se descargan vía Internet.

Esta facilidad de la portabilidad permite que dispongamos continuamente del acceso a las aplicaciones que solemos usar independientemente del equipo. De esta forma se consigue saltar la barrerra de las compatibilidades del hardware.

La tercera gran ventaja es la actualización automática de las aplicaciones cuando se hayan producido cambios significativos. El ususario no tiene que estar pendiente de tener que actualizar el mismo o de tener que explorar la web para ver las novedades.

En este caso, las novedades vienen incorporadas en el propio diseño de la aplicación, sin tener que destinar tiempo a aprender sobre su funcionamiento. De esta forma conseguimos la fidelidad del usuario y reducimos las posibilidades de que emigre a otros proveedores.

Respecto a los costes de la implementación de este ecosistema de aplicaciones vamos a destacar tres: la lentitud de la incorporación a estas nuevas tecnologías, la rapidez de los cambios tecnológicos y los costes económicos.

La lentitud de la incorporación de los usuarios a estas nuevas tecnologías es uno de los principales impedimentos porque recorta la rentabilidad de las inversiones desarrolladas en el desarrollo del hardware y del software.

Esta misma lentitud del acceso del usuario al unirse con la rapidez de los cambios tecnológicos produce una fragmentación de los stándares que impiden la toma de decisiones tanto de los clientes como de los proveedores.

Y es, precisamente, esta fragmentación la que hace que no podamos valorar el retorno de la inversión que tiene que hacer una pequeña empresa para adaptarse a estas nuevas tecnologías. Sobre todo, si ya ha tenido una experiencia negativa anterior con la incorporación de otras herramientas.

Sin embargo, el acceso a este tipo de aplicaciones por parte de las pequeñas empresas no supone una inversión significativa si empezamos con una aplicación que no sea complicada, teniendo el objetivo de situarnos en este tipo de tecnologías.

Así, si pensamos en una aplicación estática, sería el caso de un catálogo que únicamente dispone de contenidos fijos sin acceder a bases de datos externas, su coste de producción puede estar entre los 500 y 700 euros.

Si queremos que la aplicación utilice servicios de las redes sociales (Facebook, Twitter, Google,...) para actualizar los datos en tiempo real, el coste llega a los 1.000 euros. Y si necesitamos de servicios de geolocalización, unos 1.200 euros.

Si queremos una aplicación más sofisticada, sobre todo si tiene acceso a bases de datos, como sería el caso de un hotel que requeriría de la posibilidad de reserva y de pago por Internet, necesitaríamos de un presupuesto personalizado.

Actualmente, en este tipo de aplicaciones sectoriales que requieren de un plataforma tecnológica compleja y un mantenimiento, son las propias empresas de tecnologías de la información las que ofrecen la posibilidad de desarrollar una aplicación para smartphone y tablet.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿Qué funciona?

Hay unas preguntas recurrentes últimamente en el mundo empresarial o entre quienes quieren comenzar con una actividad emprendedora: ¿qué está funcionando ahora?, ¿es viable el lanzamiento de este nuevo producto o servicio?

Como todas las preguntas tan generalistas, es muy complicado dar una respuesta satisfactoria, porque nos movemos en el terreno de los grises, que al no ser ni blanco ni negro, es dificil de valorar el grado de acierto.

Pero, de igual forma existe otra problemática, muchas veces la pregunta y la respuesta se encuentran en paradigmas distintos. La preocupación se propicia en el ámbito macroeconómico, mientras que la respuesta, en el microeconómico.

Así, al tratarse de dos sistemas con referencias distintas, no es fácil que concuerden las preguntas y las respuestas. De esto trata este artículo, de la plasmación en lo microeconómico de las preocupaciones en lo macroeconómico.

En el ámbito macroeconómico, el que se refiere a los indicadores económicos agregados, nos encontramos con una atmósfera que está propiciando miedo al fracaso, barreras para actuar e incertidumbre al futuro.

El miedo al fracaso se reduce estableciendo un sistema racional que nos ayude a objetivizar. Este es el caso de un análisis de viabilidad, un plan de empresa o el respaldo de un asesoramiento experto en la materia.

Pero, la viabilidad empresarial únicamente la logramos siendo competitivos en el mercado respecto a las otras empresas con la que interactuamos. No se trata tanto de una capacidad de análisis, como de implementación.

Las barreras para actuar se rompen comenzando paulatinamente con el conocimiento de nuestro mercado, el desarrollo de estrategias de acción y la inversión requerida tanto en recursos humanos como en medios materiales.

Para mantener esta aptitud proactiva en la resolución de problemas necesitaremos que las personas de nuestra organización adquieran las competencias necesarias para llevar adelante su tarea de forma adecuada.

La incertidumbre al futuro la diluimos estando involucrados en nuestro entorno empresarial, tanto con clientes, proveedores como competidores, para vislumbrar el futuro de forma conjunta y no únicamente individual.

Si queremos que esta certidumbre permanezca en el tiempo, tendremos que establecer un paradigma de cooperación con nuestro ecosistema de la empresa, comenzando por la organización interna y siguiendo con los clientes y proveedores.

Este último aspecto de la cooperación es fundamental, tanto interna como externa. Y es necesario que pasemos necesariamente de la cooperación teórica a la cooperación real, porque aquí está uno de los elementos fundamentales de la ventaja competitiva de la empresa y de un territorio en el futuro.

Apenas llevamos una década en la que estamos viendo los efectos de la globalización en nuestro sistema económico. Son las grandes multinacionales las primeras que se han aprovechado de esta realidad a través del “pensar global y actuar local” adaptándose a las costumbres de cada territorio.

Pero, en este momento, la globalización está teniendo efecto en la mayoría de las actividades empresariales, aunque de forma distinta, incidiendo en el empleo. Y, por tanto, es el momento de asumir todas las empresas la estrategia ya seguida por las multinacionales.

Sobre todo, en el “actuar local” las pequeñas empresas pueden tener una mayor capacidad que la gran empresa al estar maś implicada en el territorio y con sus clientes. Si despersonalizamos la relación, las grandes empresas ganan la partida.

Así, Juan Urrutia, Catedrático de Fundamentos del Anális Económico, decía recientemente en un artículo en Expansión “que no hay manera de triunfar a no ser que lo que vendes tenga un valor social para todos, cosa que sólo conseguirás si saber utilizar la formación de confianza”.

Esta estrategia supone no centrase en el “valor económico”, porque en este paradigma nuestra ventaja competitiva durará muy poco tiempo, sino en la aportación de valor a tu comunidad con la que te relacionas.

Esto no quiere decir que no tengamos que ser competitivos respecto a las grandes empresas. Urrutia también aconseja el deslocalizar determinados procesos productivos que nos permitan mantener la competitividad.

Igualmente, supone una actitud responsable del consumidor pensando en el poder de creación de valor en su entorno cuando realiza una compra. Así, ante la comodidad de comprar las verduras en un supermercado, tal vez debamos acudir a los mercados de los productores locales.

Del mismo modo, a modo de ejemplo, el elegir un arroz cultivado en nuestra zona aunque sea un poco más caro en vez de otro más barato de marca blanca. No es una tarea fácil ni para empresarios ni consumidores, pero es uno de los caminos para mantener y crear empleo en nuestro entorno.