Amigos
para siempre
Recuerdo una infancia donde la ciudad no sonaba a coches, sino al
ruido que provenía de las puertas abiertas de las tiendas y pequeños
talleres que poblaban el casco antiguo. Era el principio de los 70
del siglo anterior.
El olor de las tiendas de ultramarinos, el pesar rítmico de la masa
de los hornos, el martilleo asíncrono del guarnicionero o el olor
inequívoco del rebaño de ovejas que cerraba en la calle La Corte
cada atardecer.
Eran la señora Rosa, el señor Manolo, el señor Mariano, pero
también por el lugar de origen, como era el caso de “La Costeana”
que regía una tienda de vinos en la calle del Cascajo.
Mis padres vinieron a Barbastro a coger el traspaso de la carnicería
de Nilo en la calle Mayor (ahora Argensola) junto a la imprenta Viuda
de Corrales y frente a la tienda de ultramarinos del señor Mariano y
la reparación de zapatos del señor Luis.
Casa Puertas (azul) donde nací |
Esta semana, estando en “el seguro” un hijo de Luis me preguntó
si yo era el hijo de Pedro y Amparo, los de la carnicería. Me dijo
que tenían una gran amistad. Lo mismo me decía durante muchos años
el fallecido señor Puertas que regentaba una carpintería debajo
donde vivíamos en la esquina del Puente El Portillo.
Ver la historia de la calle Argensola de Barbastro en el siguiente enlace que escribí unos años
A finales de los 80 aún descubrí este ambiente en las estrechas
calles del Rabal de Barcelona donde todavía estaban abiertas tiendas
centenarias donde podía encontrarse cualquier material que
necesitara un oficio en aquellos enormes armarios de madera con
centenares de pequeños cajones, cada uno de ellos con una etiqueta
de papel.
Fue precisamente en una de estas calles, el “carrer Ample”, muy
cerca de donde se encuentra el Colegio Calasancio de los Escolapios,
donde fuimos a recoger una guitarra en una gran tienda de
instrumentos que ocupaba varios bajos de casas.
Acompañé a mi primo a recogerla para uno de los componentes del
grupo Los Manolos, que entonces vivía en Berlín, donde mi familiar
buscaba hacerse un hueco en el mundo de la pintura de aquella capital
con gran vitalidad. Sería el año 1995.
Los Manolos compusieron la banda musical de las Olimpiadas de 1992 de
Barcelona con su tema “Amigos para siempre”, que cerró el acto
de despedida de los Juegos.
Vídeo de la canción "Amigos para siempre" en Youtube:
El mismo tema que sonó cuando a principios del mes de junio nos
juntamos para celebrar el 25 aniversario del “MBA Full Time” de
ESADE. La mayoría hicimos prácticas en la celebración de “los
mejores juegos de la historia”, por eso la canción tenía una
especial emoción.
De ida a la celebración, casualmente me encontré en el autobús
número 7 a un compañero que también iba. Tuvimos toda la Diagonal
para conversar. Tenía una empresa consultora de marketing.
Hablando de como le iba, constaté lo que le ocurre a todos los
emprendedores, que van “adaptándose al mercado” de la mano de
clientes que quieren seguir trabajando contigo. De hecho el 80% de su
cartera de clientes seguía siendo la misma que la inicial.
El ambiente de la celebración no fue el de “compinches” (como le
gustaba decir bromeando al malogrado profesor Carmelo Díaz), sino de
“amistad”, de haber compartido un momento muy importante de
nuestras vidas.
Amistad, con la misma sinceridad que me decían los vecinos de
negocio de mis padres, como ya he comentado. Sin embargo, hubo una
nota de pena al enterarme de la muerte de dos compañeras de
promoción.
En la vuelta a casa, recordaba la energía y tesón durante los
estudios de estas dos personas y profesionales que lucharon en su
vida y sus carreras hasta el final. Sentí que eran amistades,
verdaderamente, para siempre.
Siempre se dice que los amigos los reconoces en las malas. En las
buenas, son compinches. Y en una empresa se recuerda muy bien
aquellas personas y empresas que han estado allí cuando las cosas no
iban bien.
Hace unos días, esperando para llenar la garrafa de vino clarete del
Priorato en Vinos Murillo, escuchaba una conversación de un
empresario que quería regalar un lote de buen vino Chardonnay para
un proveedor que iba a visitar con el que tenía una buena relación
de años.
Un amigo de pupitre, al verme algo triste por la noticia, me dijo:
“Daniel, hoy estamos aquí para celebrar”, a la vez que me
entregaba una copa de vino y brindamos.
Daniel
VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragón el 20 de junio de 2018
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