miércoles, 28 de octubre de 2015

Trabajar debería ser vida

El filósofo y teólogo Ignacio Ellacuría abogaba por una Civilización del Trabajo en vez de la riqueza en la que el objetivo no era el beneficio económico, sino el desarrollo como personas.
En mis 19 años con emprendedores, me he dado cuenta que la mayoría de ellos han logrado este desarrollo como personas, más que un beneficio económico superior al que obtendrían trabajando por cuenta ajena.

Para muchos de ellos, emprender es una opción para trabajar de forma independiente, sin tener que depender de ordenes de otra persona. Aunque, en este caso el “jefe” sea el cliente.
Ser emprendedor no es fácil. En varias ocasiones me he encontrado casos concretos de personas que se han encontrado en situaciones que les ha llevado a problemáticas psicológicas serias.

Las más complicada es cuando te encuentras agobiado con las deudas y no ves salida. En este momentos, se te pueden pasar por la cabeza ideas que es mejor no mencionar.
La más habitual es el estrés que, al principio, se disfraza de dedicación al trabajo, hasta que va deviniendo en ansiedad y posteriormente puede somatizarse con problemas serios de salud.
La principal problemática de recursos humanos que he visto es la relación con los socios. En la mayoría de las veces se ha solucionado aclarando las funciones, pero en otros casos alguno ha tenido que abandonar la empresa.

El emprendedor no tiene la problemática de recursos humanos que se da como trabajador cuando se crean entornos tóxicos que suponen un desgaste paulatino de las personas, pero tendría que tenerlo en consideración para con sus empleados.
Como sucede con la mayoría de los conflictos, es mejor cogerlos cuanto antes porque es más fácil encontrar causas originarias e implementar las soluciones con una mayor eficacia.
En el desarrollo de los conflictos laborales podemos encontrarnos cuatro planos de afección. 

El primero es el emocional, le sigue el cognitivo, el tercero es el psicológico y el último, el moral.
Cuánto más escalamos en estos planos más complicado será el solucionar el conflicto porque se ha ido consolidando, de forma que hay que desandar el camino que se ha recorrido.
El primer elemento preventivo es enfocar las problemáticas y las soluciones en los procesos en vez de las personas. Esto ayuda a objetivar las situaciones e impedir que se utilicen de forma arbitraria.
Los sistemas de calidad buscan este enfoque. También es una forma de posibilitar que la empresa tenga continuidad y competitividad más allá de las personas que están trabajando en ella.
Cuando se enfoca en las personas, entra la subjetividad tanto en positivo como en negativo. La vara de medir es distinta según la afinidad que tengamos con la otra persona, de forma que creamos un conflicto emocional.

En el segundo plano, el cognitivo, el enfoque preventivo sería el aclarar los hechos, en vez de culpabilizar a las personas. De la segunda forma, seguimos ahondando la problemática de forma subjetiva.
Igual se podría aplicar para los aspectos positivos. Es más adecuado centrarse en objetivos de grupo que en personales. De la misma forma, las recompensas son proporcionales para todos.

En el plano psicológico, el tercer plano, la buena práctica seria empoderar a las personas para que sean capaces de realizar su puesto de trabajo de la mejor manera posible.
La mala práctica es ningunear a las personas que no son de nuestra afinidad, apartándolas de los proyectos. De esta forma seguimos perpetuando el conflicto e imposibilitando las soluciones.

El último plano es el moral, el de las creencias. Una mala práctica de los anteriores planos supone un daño en el nivel más profundo de la persona, conlleva el deterioro personal. La buena práctica es la de buscar el beneficio de las personas.

Cuando una persona se encuentra afectada negativamente en este plano de las creencias, la solución al conflicto es volver a recuperar de forma positiva los otros planos psicológico, cognitivo y afectivo.

Daniel VALLÉS TURMO

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