El
filósofo y teólogo Ignacio Ellacuría abogaba por una Civilización
del Trabajo en vez de la riqueza en la que el objetivo no era el
beneficio económico, sino el desarrollo como personas.
En
mis 19 años con emprendedores, me he dado cuenta que la mayoría de
ellos han logrado este desarrollo como personas, más que un
beneficio económico superior al que obtendrían trabajando por
cuenta ajena.
Para
muchos de ellos, emprender es una opción para trabajar de forma
independiente, sin tener que depender de ordenes de otra persona.
Aunque, en este caso el “jefe” sea el cliente.
Ser
emprendedor no es fácil. En varias ocasiones me he encontrado casos
concretos de personas que se han encontrado en situaciones que les ha
llevado a problemáticas psicológicas serias.
Las
más complicada es cuando te encuentras agobiado con las deudas y no
ves salida. En este momentos, se te pueden pasar por la cabeza ideas
que es mejor no mencionar.
La
más habitual es el estrés que, al principio, se disfraza de
dedicación al trabajo, hasta que va deviniendo en ansiedad y
posteriormente puede somatizarse con problemas serios de salud.
La
principal problemática de recursos humanos que he visto es la
relación con los socios. En la mayoría de las veces se ha
solucionado aclarando las funciones, pero en otros casos alguno ha
tenido que abandonar la empresa.
El
emprendedor no tiene la problemática de recursos humanos que se da
como trabajador cuando se crean entornos tóxicos que suponen un
desgaste paulatino de las personas, pero tendría que tenerlo en
consideración para con sus empleados.
Como
sucede con la mayoría de los conflictos, es mejor cogerlos cuanto
antes porque es más fácil encontrar causas originarias e
implementar las soluciones con una mayor eficacia.
En
el desarrollo de los conflictos laborales podemos encontrarnos cuatro
planos de afección.
El primero es el emocional, le sigue el
cognitivo, el tercero es el psicológico y el último, el moral.
Cuánto
más escalamos en estos planos más complicado será el solucionar el
conflicto porque se ha ido consolidando, de forma que hay que
desandar el camino que se ha recorrido.
El
primer elemento preventivo es enfocar las problemáticas y las
soluciones en los procesos en vez de las personas. Esto ayuda a
objetivar las situaciones e impedir que se utilicen de forma
arbitraria.
Los
sistemas de calidad buscan este enfoque. También es una forma de
posibilitar que la empresa tenga continuidad y competitividad más
allá de las personas que están trabajando en ella.
Cuando
se enfoca en las personas, entra la subjetividad tanto en positivo
como en negativo. La vara de medir es distinta según la afinidad que
tengamos con la otra persona, de forma que creamos un conflicto
emocional.
En
el segundo plano, el cognitivo, el enfoque preventivo sería el
aclarar los hechos, en vez de culpabilizar a las personas. De la
segunda forma, seguimos ahondando la problemática de forma
subjetiva.
Igual
se podría aplicar para los aspectos positivos. Es más adecuado
centrarse en objetivos de grupo que en personales. De la misma forma,
las recompensas son proporcionales para todos.
En
el plano psicológico, el tercer plano, la buena práctica seria
empoderar a las personas para que sean capaces de realizar su puesto
de trabajo de la mejor manera posible.
La
mala práctica es ningunear a las personas que no son de nuestra
afinidad, apartándolas de los proyectos. De esta forma seguimos
perpetuando el conflicto e imposibilitando las soluciones.
El
último plano es el moral, el de las creencias. Una mala práctica de
los anteriores planos supone un daño en el nivel más profundo de la
persona, conlleva el deterioro personal. La buena práctica es la de
buscar el beneficio de las personas.
Cuando
una persona se encuentra afectada negativamente en este plano de las
creencias, la solución al conflicto es volver a recuperar de forma
positiva los otros planos psicológico, cognitivo y afectivo.
Daniel
VALLÉS TURMO
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