domingo, 24 de noviembre de 2019

El Carrascal

El mes de noviembre los senderistas recorren los valles del Pirineo para ver el crisol de colores de las hojas caducas de los distintos árboles que van cambiando de tonalidad. Ordesa es uno de los lugares preferidos en nuestra provincia.
Otros, más pragmáticos, van a recoger setas en los pinares si la climatología permite que salgan. En ambos casos, la naturaleza vegetal atrae a las personas a nuestras montañas, siendo una fuente de ingresos para el turismo en temporada baja antes que empiece el esquí.
Me llaman de una televisión por si les puedo enseñar el carrascal del Pueyo de Barbastro. Me extraña que les interese mostrar el otoño en un carrascal como el que hablamos.
Habitualmente se habla de los grandes ejemplares como la “Encina de Lecina”, junto al río Vero, con un diámetro a una altura de 1,30 metros de 7,1 metros. Es un árbol milenario.
En el Carrascal del Pueyo no nos encontramos este tipo de ejemplares debido a la mala calidad de suelo y a la utilización humana para la alimentación animal y como fuente de energía durante siglos. También se usaba para fabricar vigas y aperos.
Los animales se comen la bellotas y las ramas más tiernas. Antiguamente se “tronchaban” (cortaban) estas ramas como alimentación para los animales durante el invierno. Junto al carrascal pasa una Cañada Real.
Se cortaban ramas y árboles para calentarse y hacer la comida. Igualmente para hacer hornos de cal y yeso. Alrededor de El Pueyo de Barbastro nos encontramos varios hornos de cal.
En la vecina Peraltilla, donde llegaron a haber tres molinos de yeso, vemos que las colinas están totalmente desforestadas por el uso durante años de leña para hacer los hornos para cocer el yeso.
Mis tíos me contaron de ir a comprar yeso en los años 60 del siglo anterior con el carro a Peraltilla. Habitualmente se cocía yeso para obtener 400 kilogramos, que era el peso que podía llevar las tartanas.
Desde el alto de El Pueyo vemos los cercos de carrascas en medio de los campos de cultivos, muy típico del paisaje de Somontano. También las vemos en las lindes como cortavientos.
Cerca, en Barbuñales, donde nació el naturalista Félix de Azara, tenemos un gran carrascal que baja hasta Lascellas. Se puede recorrer andando o por una pista transitable.
Una de las rutas más bonitas por las carrascas y los muros junto al camino es el recorrido entre Betorz y Lecina. También, vale la pena el recorrido entre Betorz y Santa María de la Nuez.
Habitualmente, cuando hacemos senderismo por la Sierra de Guara, nos encontramos muchos bosques de carrascas junto a los pinares de repoblación de los años 50 y 60 del siglo pasado.
Es un árbol de lento crecimiento que se adapta a la climatología seca y a cualquier tipo de terreno, aunque abunda más en los terrenos calizos. Los que están junto a los campos, al estar abonados, crecen más rápido.
En las zonas más altas (Sobrarbe y Ribagorza) donde era habitual el coger la trufa natural de las encinas, ahora vemos campos vallados con encinas microrrizadas para la producción de trufa negra.
Aunque sea la provincia de Teruel la que tiene más producción de trufa, en Graus sigue habiendo un mercado tradicional. Además, la Diputación Provincial de Huesca organiza cada año en ciudades distintas las jornadas gastronómicas “Trufa-té” para dar a conocer este producto que mayoritariamente se exporta.
Cuando los pueblos estaban habitados los carrascales eran una fuente de recursos necesarios para sobrevivir. Muchos eran comunales y había una reglamentación muy clara para el corte de la leña y la recogida de bellotas.
En Capella, este monte comunal se encuentra en lo alto de la Sierra de Lagüarres. Le llaman “las suertes”, y cada casa tenía un trozo de terreno para su abastecimiento particular.
En Cornudella, los espacios de cada casa están delimitados con muros. Las bellotas que caían en tu sitio, eran tuyas. No sé de quien serían las que caían sobre los muros, pero seguro que había una normativa que lo aclaraba. Hoy son los jabalíes quienes pueblan estos bosques.

Daniel VALLÉS TURMO

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