miércoles, 3 de noviembre de 2010

Saber Caer

Conduciendo por la autovía me asombra ver como un gato se desliza hacia el arcen recogido sobre sus patas con la cabeza erguida. Me sugiere la misma forma como se deslizan los pilotos de motos cuando se caen en las carreras sin dañarse.

Finalmente percibo que el animal se ha salvado del atropello. Me deja perflejo la forma de saber caer del gato. Primero, cómo ha protegido sus zonas vulnerables en el accidente y, segundo, cómo ha amortiguado la desaceleración deslizándose.

Siguiendo con la semejanza de la caída de los pilotos, el deslizamiento es similar pero la postura para protegerse es distinta. El piloto ha aprendido a deslizarse de espaldas sobre una protección de la espalda debajo de una vestimenta que le facilita resbalar sobre el asfalto.

Definitivamente, he vuelto a comprobar que los gatos tienen siete vidas. Posiblemente, el saber caer sea una de sus habilidades institintivas clave que le permiten poder sobrevivir tras haber sufrido un accidente.

En el caso de los pilotos de motos, la habilidad para saber caer no es instintiva sino que ha sido aprendida. Así, el protector de la espalda, la vestimenta y el disponer de un amplio espacio libre de obstáculos, minimizan las consecuencias de las caídas.

Lamentablemente, debido al largo tiempo que llevamos de desaceleración económica, muchas empresas accidentalmente se están viendo obligadas a replegar su actividad independientemente de su buena gestión.

En estas ocasiones, “saber caer” es una competencia que los gestores de las empresan necesitan aplicar a lo largo de la vida de la organización y, mucho más, los emprendedores en el comienzo de su actividad.

El momento de las caídas es imprevisible e inevitable por su propia naturaleza, por lo que no es posible disponer una conducta voluntaria, sino que ha sido necesaria previamente haberse entrenado para ese tipo de adversidad.

En muchas actividades donde hay riesgo de accidente, como es el caso de la conducción o el alpinismo, se suelen provocar situaciones extremas para haber entrenado las habilidades necesarias para afrontar ese momento.

Del mismo modo, en el ámbito empresarial, podría hablarse igualmente de la posibilidad de entrenarse para afrontar momentos de caída, estructural o no. Coloquialmente, solemos aludir a la existencia de un Plan B.

Vamos a analizar dos tipos de situaciones de Plan B, el primero es el de las empresas que están funcionando con normalidad y, segundo, el de los emprendedores que inician un nuevo proyecto empresarial.

En el caso de una empresa que ya está integrada en el mercado, un Plan B para afrontar una caída supone el analizar dos elementos: ¿Qué es lo más importante a proteger? y ¿cómo se va a amortiguar el perido de crisis.

Proteger lo más importante del negocio, supone el haber valorado previamente el coste de los principales clientes y activos (materiales e inmateriales) de la actividad económica que se está desarrollando.

La amortiguación de la crisis depende del fondo de maniobra que tenga la empresa para poder mantenerse activa. Esta maniobrabilidad depende de la capacidad que se tenga para diversificar en otros mercados o con otros productos.

En el caso que esta capacidad de diversificación tampoco sea suficiente, la amortiguación dependerá de la capacidad financiera para manterner la estructura durante el tiempo que dure la reactivación del mercado.

En el caso de un emprendedor que inicia su actividad, se habla de Plan B como la especificación realizada en el plan de empresa sobre la capacidad que tenemos para dar un “golpe de timón” a la orientación del mercado o, si esto tampoco funciona, la máxima aportación de fondos al proyecto.

En muchos proyectos emprendedores, al depender su capitalización de un préstamo bancario, este margen de maniobra suele ser muy bajo y provoca que, si el negocio no funciona, las consecuencias financieras para sus promotores se lastran durante muchos años.

Equivocadamente, se suele poner como ejemplo que la sociedad norteamericana valora el haber fracasado en los negocios. Pero, en su caso, la mayoría de las nuevas actividades se realizan con fondos propios personales, de parientes y de amigos.

De esta forma, el fracaso en un negocio no lastra el comienzo de otro, pues supone el volver a convencer a otras personas para otra nueva actividad. El crédito bancario se suele utilizar en una segunda fase para la ampliación del negocio.

En este caso, al igual que los gatos, los emprendedores norteamericanos puenden tener 7 vidas, porque el fracaso en un proyecto determinado no perjudica sustancialmente su modo de vida y el tener que afrontar un crédito.


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