Parece que no, pero ya llevamos dos años hablando de esta crisis económico financiera que todos los días está siendo protagonista en los medios de comunicación y en nuestras conversaciones cotidianas profesionales y personales.
De modo que está creando un clima de incertidumbre que acaba calando en la psicología de todas las personas y las empresas y, como consecuencia, en la toma de decisiones de nuestra forma de vida presente y futura.
Ante esta situación, nos solemos encontrar con dos formas totalmente distintas de abordamiento, quienes dicen que hay que esperar a que escampe la tormenta y quienes piensan que es un buen momento para encontrar oportunidades.
A Ignacio de Loyola se le atribuye la frase “en tiempo de tribulaciones no hacer mudanzas”, mientras que a Albert Einstein la cita de “callar en la crisis es ensalzar el conformismo” dentro de una reflexión más amplia sobre la crisis.
Así, parece que Ignacio de Loyola llama a la calma, mientras Albert Einstein a la pasión, pero ¿quién de los dos tiene la razón? Tal vez los dos la tengan porque sean necesarias ambas actitudes para encarar las dificultades.
Mientras que la pasión consiste en establecer una fuerte afinidad hacia una actividad determinada, al contrario, la calma supone el desapegarnos de dicha actividad para tener una perspetiva menos subjetiva.
Ambas actitudes son necesarias en el ámbito empresarial para enfocar determinados aspectos. Así, la pasión es necesaria durante la implementación de los proyectos y en el desarrollo de la creatividad secundaria; mientra la calma, en la gestión de la calidad y la creación de valor.
La pasión en la implementación de proyectos es imprescindible debido a la necesidad de mantener la tensión durante un largo periodo de tiempo, a pesar de las reticencias y adversidades que aparezcan en el camino.
Así, es necesario que la tenga un emprendedor en el inicio de su proyecto empresarial y, en el lado contrario, suele ser la causa del fracaso de muchos planes desarrollados sobre el papel pero que no ha habido quien los lleve a cabo.
Lo mismo sucede en los procesos de desarrollo creativo e innovación en las empresas. Una cosa es tener un par de reuniones para hablar de posibles ideas y mejoras y otra el sistematizar esas posibilidades hasta su puesta en marcha.
La llamada creatividad secundaria, que es el desarrollo de las ideas, es una tarea que supone una gran dedicación por tratarse de una elaboración novedosa que necesita ampliar el ámbito en el que habitualmente nos movemos. De aquí la necesidad de la pasión para romper la inercia.
Sin embargo, en otras áreas de la empresa, se hace necesaria la calma para tener una visión más objetiva y poder elaborar su desarrollo permanentemente, sin necesidad de disponer de una especial motivación para su ejecución.
En este tipo de tareas nos encontramos con todas las áreas de gestión de la competitividad, entre las que tenemos la calidad, el mantenimiento o la mejora continua. Todas estas herramientas de gestión necesitan que se desarrollen de una forma constante.
Son como el portero de un equipo de futbol. Si los delanteros son necesarios para hacer los goles, el portero es necesario para no encajarlos. Así, un partido se gana tanto por los goles producidos como por los parados.
El mismo tipo de dedicación requieren las tareas de creación de valor que necesitan que estemos continuamente atendidendo. Así, el análisis permanente de la conducta de nuestros clientes para observar sus cambios y la posibilidad de facilitarles más valor añadido.
En este caso no es necesaria una creativividad para desarrollar nuevos productos, sino de observar la realidad para remodelarla paulatinamente. Es algo más parecido a la ingeniería que al diseño, en cuanto que vamos adaptándonos en vez de plantear novedades.
Tradicionalmente, se pensaba que ambos tipos de actitudes, la pasión y la calma, suponían personalidades y puestos de trabajo distintos. En el momento actual, esto ya no es posible en la mayoría de las empresas debido a su tamaño reducido.
De forma que las mismas personas tenemos que desarrollar ambas competencias para aplicarlas en las tareas que tengamos encomendados. No se trata tanto de un tema de personalidad, como de la distinta atención que requieren procesos distintos.
Así, si nos toca lidiar con aspectos ligados a la implementación y a la creatividad, no nos queda otro remedio que apasionarnos por el proyecto durante una temporada si queremos llegar a buen puerto, debido a la propia naturaleza de dichas tareas.
Igualmente, si tenemos entre manos responsabilidades en gestión de calidad, productividad, creación de valor o cualquier otro tema relacionado que precise de una atención sosegada, tendremos que tomárnoslo con calma.
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