miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿Qué funciona?

Hay unas preguntas recurrentes últimamente en el mundo empresarial o entre quienes quieren comenzar con una actividad emprendedora: ¿qué está funcionando ahora?, ¿es viable el lanzamiento de este nuevo producto o servicio?

Como todas las preguntas tan generalistas, es muy complicado dar una respuesta satisfactoria, porque nos movemos en el terreno de los grises, que al no ser ni blanco ni negro, es dificil de valorar el grado de acierto.

Pero, de igual forma existe otra problemática, muchas veces la pregunta y la respuesta se encuentran en paradigmas distintos. La preocupación se propicia en el ámbito macroeconómico, mientras que la respuesta, en el microeconómico.

Así, al tratarse de dos sistemas con referencias distintas, no es fácil que concuerden las preguntas y las respuestas. De esto trata este artículo, de la plasmación en lo microeconómico de las preocupaciones en lo macroeconómico.

En el ámbito macroeconómico, el que se refiere a los indicadores económicos agregados, nos encontramos con una atmósfera que está propiciando miedo al fracaso, barreras para actuar e incertidumbre al futuro.

El miedo al fracaso se reduce estableciendo un sistema racional que nos ayude a objetivizar. Este es el caso de un análisis de viabilidad, un plan de empresa o el respaldo de un asesoramiento experto en la materia.

Pero, la viabilidad empresarial únicamente la logramos siendo competitivos en el mercado respecto a las otras empresas con la que interactuamos. No se trata tanto de una capacidad de análisis, como de implementación.

Las barreras para actuar se rompen comenzando paulatinamente con el conocimiento de nuestro mercado, el desarrollo de estrategias de acción y la inversión requerida tanto en recursos humanos como en medios materiales.

Para mantener esta aptitud proactiva en la resolución de problemas necesitaremos que las personas de nuestra organización adquieran las competencias necesarias para llevar adelante su tarea de forma adecuada.

La incertidumbre al futuro la diluimos estando involucrados en nuestro entorno empresarial, tanto con clientes, proveedores como competidores, para vislumbrar el futuro de forma conjunta y no únicamente individual.

Si queremos que esta certidumbre permanezca en el tiempo, tendremos que establecer un paradigma de cooperación con nuestro ecosistema de la empresa, comenzando por la organización interna y siguiendo con los clientes y proveedores.

Este último aspecto de la cooperación es fundamental, tanto interna como externa. Y es necesario que pasemos necesariamente de la cooperación teórica a la cooperación real, porque aquí está uno de los elementos fundamentales de la ventaja competitiva de la empresa y de un territorio en el futuro.

Apenas llevamos una década en la que estamos viendo los efectos de la globalización en nuestro sistema económico. Son las grandes multinacionales las primeras que se han aprovechado de esta realidad a través del “pensar global y actuar local” adaptándose a las costumbres de cada territorio.

Pero, en este momento, la globalización está teniendo efecto en la mayoría de las actividades empresariales, aunque de forma distinta, incidiendo en el empleo. Y, por tanto, es el momento de asumir todas las empresas la estrategia ya seguida por las multinacionales.

Sobre todo, en el “actuar local” las pequeñas empresas pueden tener una mayor capacidad que la gran empresa al estar maś implicada en el territorio y con sus clientes. Si despersonalizamos la relación, las grandes empresas ganan la partida.

Así, Juan Urrutia, Catedrático de Fundamentos del Anális Económico, decía recientemente en un artículo en Expansión “que no hay manera de triunfar a no ser que lo que vendes tenga un valor social para todos, cosa que sólo conseguirás si saber utilizar la formación de confianza”.

Esta estrategia supone no centrase en el “valor económico”, porque en este paradigma nuestra ventaja competitiva durará muy poco tiempo, sino en la aportación de valor a tu comunidad con la que te relacionas.

Esto no quiere decir que no tengamos que ser competitivos respecto a las grandes empresas. Urrutia también aconseja el deslocalizar determinados procesos productivos que nos permitan mantener la competitividad.

Igualmente, supone una actitud responsable del consumidor pensando en el poder de creación de valor en su entorno cuando realiza una compra. Así, ante la comodidad de comprar las verduras en un supermercado, tal vez debamos acudir a los mercados de los productores locales.

Del mismo modo, a modo de ejemplo, el elegir un arroz cultivado en nuestra zona aunque sea un poco más caro en vez de otro más barato de marca blanca. No es una tarea fácil ni para empresarios ni consumidores, pero es uno de los caminos para mantener y crear empleo en nuestro entorno.


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