martes, 11 de septiembre de 2012

Estilo Low Cost


La segmentación del mercado en muchos productos y servicios está siendo liderada por conceptos de bajo precio. En el transporte aéreo y supermercados las cifras son apabullantes.
A lo largo de la última década el desarrollo de la tecnología, las comunicaciones y la globalización han permitido la optimización de los procesos para desarrollar el concepto de bajo coste.
Pero este desarrollo del segmento del bajo coste ha ido calando en nuestra psicología como consumidores hasta convertirse en una creencia hacia la necesidad de consumir predominantemente este tipo de productos.
La duración en el tiempo de la actual coyuntura económica está reforzando esta conducta de consumo posibilitando que influya cada vez más todo tipo de producto y servicio.
En este mercado de bajo precio, existen establecimientos que todo el mundo supone que lo son. Es habitual escuchar que tengo que ir a un “chino” a ver si encuentro un determinado objeto.
Probablemente ese mismo objeto lo encontraremos a un precio similar en otros establecimientos tradicionales que no etiquetamos “a priori” posicionados en el bajo coste.
Nos encontramos con el dilema de serlo y parecerlo y, también, con la necesidad de obtener un margen suficiente de beneficios. Los supermercados intentan solucionarlo reforzando la fidelidad de sus consumidores.
El caso más conocido es el de Mercadona con una clientela muy fiel que confía en que la cadena de alimentación le ofrece una buena relación de calidad y precio y no tiene que estar continuamente comparando las ofertas de otros establecimientos.
En el caso de la restauración, las cadenas de comida rápida han sido las más beneficiadas por su apariencia de bajo coste. La restauración tradicional ha tenido que ir adoptando esta imagen.
Paulatinamente se ha ido posibilitando al consumidor opciones de menor precio realizando descuentos, ofertando raciones menores y tipologías de productos relacionados con la comida rápida.
En este “estilo low cost” el consumidor se deja llevar primeramente por la apariencia de bajo coste para discriminar los establecimientos para, una vez dentro, sentir que maneja el control.
En el caso de los supermercados de descuento lo vemos claro. Productos sobre los palets que los han transportado y personal que está reponiendo continuamente para acercarse a las cajas cuando ven a alguien esperando.
El control del consumidor durante la compra es uno de los aspectos más destacados. En el caso de la restauración, supone la lista de precios detallada y la posibilidad de poder comenzar con un consumo mínimo.
Se trata de no vernos obligados a un precio fijo de entrada (el precio de un menú) sino ir consumiendo según nos apetezca o hasta que lleguemos al nivel de gasto que nos  habíamos prefijado.
En la mayoría de las ocasiones acabaremos pagando más que si hubiéramos elegido la opción cerrada, pero lo hemos hecho de forma voluntaria sin sentirnos obligados previamente.
Una de las consecuencias de la impregnación del “estilo low cost” es la reducción del consumo de productos premium (de mayor precio) incluso por el segmento que lo podría pagar.
Este fenómeno ha ido ocurriendo en el sector de la moda con el caso de Zara, que ha atraído a un público que estaba comprando productos de moda a un precio muy superior que el de la cadena.
Este ejemplo de Zara (donde se amplia el mercado de productos premium optimizando el precio) sería el caso más exitoso de “estilo low cost” ejemplificando la posibilidad de obtener beneficios.
Siguiendo con este ejemplo, Zara aglutina distintos segmentos de consumidores, desde los jóvenes “victim fashion” que se dejan gran parte de sus ingresos, hasta los que hacen compras en temporada, o quienes únicamente van en las rebajas.
En el “estilo low cost” no cuenta únicamente la optimización de los costes y los precios, sino que es muy relevante la imagen que se facilita y el poder de control que dispone el cliente.

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