En la creación de nuevo valor
económico debemos distinguir entre el que desarrollan las empresas ya
existentes (mediante la expansión en el mercado o el lanzamiento de nuevos
productos) y el de las personas físicas.
En el primer caso, el
empresarial, nos encontramos con una estructura formalizada que creará nuevo
valor según su capacidad para incrementar la cuota de mercado o el despliegue
de nuevos productos.
La manera más habitual para
mantener esta tensión creativa es la incorporación periódica de nuevas personas
con nueva ideas o la adquisición de jóvenes empresas innovadoras.
De esta forma se aúnan las
sinergias del conocimiento real del mercado y de la creatividad proveniente
desde otras perspectivas distintas, posibilitando una mayor creación de valor.
En el segundo caso, el de las
personas, el proceso creador que conlleva la creación de valor económico, salvo
cuando se sale de una empresa para realizar la misma actividad, se suele
formalizar paulatinamente.
Uno de lo inicios habituales es
el desarrollo de una afición. Así, la informática, algún deporte, o multitud de
otras posibilidades. Es la dedicación de muchas horas la que nos lleva a tener
un conocimiento profundo del sector.
Un conocimiento como usuario que
permite vislumbrar las nuevas tendencias que, muchas veces, desde las empresas
no se es consciente de las mismas hasta que se formalizan como producto o
servicio.
Sin embargo, como usuario no se
suelen tener las competencias adecuadas de comercialización y gestión empresarial
necesarias para analizar la viabilidad del proyecto como emprendedor.
Aunque, debido a las nuevas
tecnologías de la información y las comunicaciones, es posible probar la
viabilidad de algunas tipologías de proyectos sin realizar un desembolso inicial
alto.
Además de la posibilidad de la
virtualización (comercio electrónico), existe la posibilidad de la
deslocalización (sin necesidad de un local fijo) en determinado tipo de
servicios.
El caso más conocido de
deslocalización es la venta ambulante, pero cada vez hay más servicios como es
el cuidado a domicilio o la realización de actividades en espacios públicos
como hacen los entrenadores deportivos personales.
Muchos de estos proyectos
emprendedores pueden acabar localizándose una vez que se conoce el mercado y se
garantiza la viabilidad del proyecto formalizándose en nuevas empresas.
El origen de esta
deslocalización, en ocasiones, es el ahorro de un coste fijo por el local, pero
en otras es el acercar el producto o servicio al cliente, o crear un nuevo
concepto, como sería el del gimnasio en espacios públicos.
Como vemos, cada vez se hace más
difícil diferenciar entre comercio virtual, móvil, ambulante o localizado dado
que las nuevas tecnologías están permitiendo su interacción.
A la vez, se está produciendo una
continua innovación logística. Así, surgen los locales donde recibir y devolver
los pedidos de Internet, o nos encontramos con publicidad con código QR (código
de respuesta rápida) que nos permite interactuar.
Estos nuevos intermediarios
logísticos permiten nuevas posibilidades de venta, como es el caso de enviar
distintas tallas o colores de ropa, probárnoslas y devolver las que no nos
quedan bien o no nos gustan.
Con una innovación tan rápida (no
digamos ya en el mercado de las aplicaciones para dispositivos móviles) es muy
complicado y difícil garantizar la viabilidad de los nuevos proyectos dada la
continua aparición de otros nuevos que los superan.
Algunos de estos proyectos pueden
tener una viabilidad empresarial si se mantienen en una escala reducida que les
permite poder adaptarse a los nuevos procesos de innovación.
Precisamente es esta capacidad de
adaptación su punto fuerte. En cuanto se quiere formalizar la innovación a gran
escala se pierde esta ventaja competitiva que permiten las estructuras
reducidas.
Su punto débil es la capacidad
para comercializar lo más rápido posible la innovación. La excusa que se suele
pensar es que todavía no está desarrollado del todo. La realidad es que no
conocemos adecuadamente el mercado.
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