miércoles, 11 de junio de 2014

El tiempo es vida

Sábado 24 de mayo. Despierta un día espléndido. Subo al hospital para visitar a mi tío que le acaban de operar. Llego pronto, son todavía las 8 y está durmiendo tanto él como el acompañante.
Bajo al bar a tomar un café. El primero de la mañana es el que sabe mejor. Todavía no hay mucha gente desayunando. Aprovecho para programar la ruta en el navegador del teléfono.
Subo a la habitación. Ya están despiertos. Le comento que hoy se gradúa mi sobrina y me gustaría que le grabara un mensaje con unos consejos para los jóvenes que van a comenzar su vida como adultos.

Una voz ronca y pausada de 92 años comienza a hablar de cumplir en el trabajo, de librarse del egoísmo y la envidia y de tener salud para disfrutar sencillamente de los placeres de la vida.
Me despido y cojo el coche. Las palabras del hermano mayor llenan el hueco de la ausencia de mi madre. Aquella abuela que salía con la nieta a comprar y le abría los ojos al mundo con dulzura.
Al pasar Ayerbe, recuerdo a Carmelo. Ya han pasado casi 10 años desde que nos dejó en plena madurez truncando su trayectoria de profesor. Todavía queda la dicha y el perfume de su amistad, como decía Cavafis.

El Palacio de Congresos de Pamplona rebosa para la ceremonia de graduación de la 52 promoción de la Facultad de Comunicación. El ambiente es festivo. Huele a celebración.
Se abre el telón y en el escenario se van sentando los alumnos. Tienen 22 años. Como se dice, están en la flor de la vida. Sus rostros están resplandecientes de vitalidad e ilusión.
En las butacas estamos sus familiares y amigos. Me sorprende ver que muchos abuelos están acompañando a sus nietos. Es un verdadero regalo que la longevidad permita este encuentro de renovación de la vida.
Los familiares nos vamos. Los graduados se juntarán por la noche a cenar para festejar este hito en sus vidas. La lluvia y el partido de la Champions facilitan que la despedida sea más rápida.

De regreso, encuentro la carretera vacía debido al partido de futbol. No para de llover. La conducción lenta facilita el recuerdo de los discursos de la ceremonia. Palabras jóvenes y clásicas.
Así, el primer estudiante recordó el conocido discurso del fundador de Apple, Steve Jobs, en Stanford en el año 2005, en el que animaba a los graduados a que no dejaran de tener hambre vital.
Intento recordar mi ceremonia de graduación en 1993, un año después que naciera mi sobrina. España estaba inundada de ilusión con las Olimpiadas de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla.

Mi tío nació en el año 1922. Fue un periodo de bondad económica en España, debido a la industrialización durante la primera guerra mundial, que favoreció la construcción de colegios en todos los pueblos.
De esta forma, mi madre y sus hermanos pudieron tener una educación básica que les permitió saber leer y hacer las operaciones matemáticas básicas. Suficiente para poder salir adelante.
La prosperidad del país se truncó con la guerra civil. Mi tío cumplió los 22 años en 1944 en plena posguerra. Había escasez, pero igualmente muchas oportunidades. Sus padres habían fundado una barbería y una tienda en 1921.
La ilusión y coraje de la juventud de los hermanos se objetivaron en la construcción de un horno de pan, que se abrió en 1950. Luego vinieron la tienda y la fonda, que todavía perduran.
Mientras conduzco, los compañeros de promoción de mi sobrina estarán hablando de sus ilusiones y proyectos. Algunos ya tendrán planes fijados y otros se irán desplegando con el tiempo.

Ese tiempo que es la vida, que no le damos importancia cuando somos jóvenes y que lo vamos valorando más conforme lo vamos objetivando como el bien más preciado que tenemos.

Al llegar a casa, me reciben un bullicio de coches que pitan festejando el título ganador. De nuevo la vida que explota. Escribo un “whatsapp” para que sepan que he llegado bien.

Daniel Vallés Turmo

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