Recuerdo
que un profesor de la asignatura de “Creación de empresas” nos preguntaba qué
negocio escogeríamos si nos dejaran elegir. Todos decíamos ejemplos de grandes empresas
conocidas.
El
profesor escogió el monopolio del petróleo o del agua. Evidentemente, eran muy
buenos negocios al ser necesarios y, además, no tener competencia. Este es un
ejemplo de miopía por los prejuicios previos que tenemos.
Lo mismo
nos pasa con todos los modelos de negocio. Estamos predispuestos por el paradigma
previo que tenemos. No hay duda que muchas empresas quisieran que sus clientes
les compraran diariamente.
Este es el
caso de una panadería, que al tratarse de un alimento que se seca, solemos
tener el hábito de comprarlo cada día. En principio, parece un buen negocio
porque es una necesidad primaria.
Eso
pensaron mi madre Amparo y sus hermanos cuando en el año 1950 decidieron
comenzar el negocio de panadería en Labuerda, que todavía continua en activo de
la mano de Asun y Quino.
La
panadería Buera de Barbastro es de la misma época, 1952. Todavía mantiene en
activo el mismo horno de leña con una capacidad de 130 panes y la amasadora de
200 kilos.
Es donde
compro el pan. Suelo comprar un pan mediano redondo. Pero, algunas veces,
compro la joya de la corona, el pan integral ecológico Aragón 03. Es la variedad
de trigo que se ha explotado en nuestra zona desde siempre.
Tiene un
alto contenido de proteínas. Su aspecto es de gran densidad. Comerte un par de
rodajas con aceite de oliva es en sí un manjar de dioses por el sabor, la
textura y los nutrientes.
Esta
panadería cumplió el año pasado 60 años. Es un ejemplo de innovación en
productos, ya que dispone de una gama de productos muy amplia: panes,
repostería, pastelería, turrones y helados.
Además, ha
sabido utilizar las herramientas de Internet para dar a conocer sus productos y
promocionarse. Es activa en las redes
sociales, dispone de blog y de canal en
YouTube.
Antes
compraba en la Panadería Pardina que, desgraciadamente, acaba de cerrar.
Comenzó en la Calle de los Hornos y, luego, dispuso de dispensadores en el
Mercado Nuevo y en la Plaza del Mercado.
Esta
semana me disponía a ir a comprar un frito y la encontré cerrada. Me dio mucha
pena. Bajé por la calle Argensola y encontré abierta la Panadería Sierra, donde
suelo comprar los pastillos para Navidad. Para mí son los mejores.
Es una
panadería muy antigua. La familia que lo regenta cogió el traslado de una ya
existente en el año 1926. En la misma calle, estaba otra panadería tradicional,
que cerró hace unos años, la Panadería El Pilar.
Esta
panadería llego a mover su amasadora con la acequia que salía del Azud del
Moliné. Sus aguas servían para mover, también, varios molinos de aceite y uno
de harina antes de desembocar de nuevo al río Vero.
Cercano al
nacimiento de este río Vero, en Alquezar, Quique y Maite acaban de abrir su
horno de pan. Se llama L’Artica. Se encuentra en la calle de la iglesia, donde
se encuentran otros comercios que venden, también, pan y repostería.
Es una
calle muy transitada por los senderistas que hacen las rutas marcadas a las
pasarelas del río Vero y a las Balsas de Basacol. A la vuelta, no hay ninguno
que se resista a comprar pan o repostería.
L’Artica
es un concepto de negocio que agrupa panadería, repostería, cafetería y restauración.
Su diseño interior y su terraza invitan a quedarnos charlando un buen rato
mientras nos recuperamos de la caminata.
Si bajamos
al obrador, nos encontramos innovación en el horno, las amasadoras, la
refrigeración y toda la maquinaria. Para uno que viene de familia de panaderos,
es un disfrute.
En los
ejemplos que hemos descrito, hemos visto que la tradición y la innovación en
los negocios pueden compaginarse. La Panadería Buera es un ejemplo de
adaptación a los cambios ocurridos en el sector.
También
hemos visto que van cerrando negocios con tradición centenaria y, a la vez,
surgen nuevos emprendedores que encienden la llama de la ilusión y la
innovación con nuevas propuestas.
Daniel Vallés
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