miércoles, 25 de junio de 2014

El pan de cada día

Recuerdo que un profesor de la asignatura de “Creación de empresas” nos preguntaba qué negocio escogeríamos si nos dejaran elegir. Todos decíamos ejemplos de grandes empresas conocidas.
El profesor escogió el monopolio del petróleo o del agua. Evidentemente, eran muy buenos negocios al ser necesarios y, además, no tener competencia. Este es un ejemplo de miopía por los prejuicios previos que tenemos.

Lo mismo nos pasa con todos los modelos de negocio. Estamos predispuestos por el paradigma previo que tenemos. No hay duda que muchas empresas quisieran que sus clientes les compraran diariamente.
Este es el caso de una panadería, que al tratarse de un alimento que se seca, solemos tener el hábito de comprarlo cada día. En principio, parece un buen negocio porque es una necesidad primaria.

Eso pensaron mi madre Amparo y sus hermanos cuando en el año 1950 decidieron comenzar el negocio de panadería en Labuerda, que todavía continua en activo de la mano de Asun y Quino.
La panadería Buera de Barbastro es de la misma época, 1952. Todavía mantiene en activo el mismo horno de leña con una capacidad de 130 panes y la amasadora de 200 kilos.

Es donde compro el pan. Suelo comprar un pan mediano redondo. Pero, algunas veces, compro la joya de la corona, el pan integral ecológico Aragón 03. Es la variedad de trigo que se ha explotado en nuestra zona desde siempre.
Tiene un alto contenido de proteínas. Su aspecto es de gran densidad. Comerte un par de rodajas con aceite de oliva es en sí un manjar de dioses por el sabor, la textura y los nutrientes.

Esta panadería cumplió el año pasado 60 años. Es un ejemplo de innovación en productos, ya que dispone de una gama de productos muy amplia: panes, repostería, pastelería, turrones y helados.
Además, ha sabido utilizar las herramientas de Internet para dar a conocer sus productos y promocionarse. Es activa en las redes sociales, dispone de blog y de canal en  YouTube.

Antes compraba en la Panadería Pardina que, desgraciadamente, acaba de cerrar. Comenzó en la Calle de los Hornos y, luego, dispuso de dispensadores en el Mercado Nuevo y en la Plaza del Mercado.
Esta semana me disponía a ir a comprar un frito y la encontré cerrada. Me dio mucha pena. Bajé por la calle Argensola y encontré abierta la Panadería Sierra, donde suelo comprar los pastillos para Navidad. Para mí son los mejores.

Es una panadería muy antigua. La familia que lo regenta cogió el traslado de una ya existente en el año 1926. En la misma calle, estaba otra panadería tradicional, que cerró hace unos años, la Panadería El Pilar.
Esta panadería llego a mover su amasadora con la acequia que salía del Azud del Moliné. Sus aguas servían para mover, también, varios molinos de aceite y uno de harina antes de desembocar de nuevo al río Vero.

Cercano al nacimiento de este río Vero, en Alquezar, Quique y Maite acaban de abrir su horno de pan. Se llama L’Artica. Se encuentra en la calle de la iglesia, donde se encuentran otros comercios que venden, también, pan y repostería.
Es una calle muy transitada por los senderistas que hacen las rutas marcadas a las pasarelas del río Vero y a las Balsas de Basacol. A la vuelta, no hay ninguno que se resista a comprar pan o repostería.

L’Artica es un concepto de negocio que agrupa panadería, repostería, cafetería y restauración. Su diseño interior y su terraza invitan a quedarnos charlando un buen rato mientras nos recuperamos de la caminata.
Si bajamos al obrador, nos encontramos innovación en el horno, las amasadoras, la refrigeración y toda la maquinaria. Para uno que viene de familia de panaderos, es un disfrute.

En los ejemplos que hemos descrito, hemos visto que la tradición y la innovación en los negocios pueden compaginarse. La Panadería Buera es un ejemplo de adaptación a los cambios ocurridos en el sector.

También hemos visto que van cerrando negocios con tradición centenaria y, a la vez, surgen nuevos emprendedores que encienden la llama de la ilusión y la innovación con nuevas propuestas.

Daniel Vallés

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