Me permito
cambiar el dicho de “cocinero antes que fraile”. Este refrán se refiere al
hecho que la experiencia ayuda a hacer las cosas y a prever lo que suele
ocurrir en cada oficio.
Todavía,
después de más de 10 años de su aparición, se suele contar el chiste del pastor
y el consultor en muchos seminarios de formación empresarial. Hay muchas
versiones. Escojo una del año 2003.
Un pastor
cuidaba de sus ovejas cuando de pronto avista en el horizonte un todoterreno
que se acerca. Al llegar al lado del pastor, el coche se detiene. Desciende un
hombre del mismo.
Sin
presentarse, pregunta al pastor: “Si le digo cuantas ovejas tiene usted aquí,
¿me daría una?”. El pastor, humildemente, dice que sí. Rápidamente el hombre
saca su “notebook” de ultimísima generación.
Se conecta
a Internet y al instante responde: “335 ovejas”. El pastor, sin decir nada, le
da una oveja y luego le dice: “Si yo adivino la profesión que ejerce, ¿me
devolvería mi oveja?”.
“Claro que
sí”, responde el hombre del todoterreno. “Usted, señor, es un consultor”,
afirma de forma contundente el humilde pastor. Estupefacto, el hombre devuelve
la oveja al pastor, no sin antes preguntarle a éste como lo había adivinado.
“Muy
fácil, responde el pastor. Usted llegó aquí sin ser llamado, se mete en mi
negocio sin pedir permiso, me dice algo que yo ya sabía y, encima, pretende
cobrar por eso”.
En alguna
variante del chiste, el consultor coge un perro en vez de una oveja y se lo
lleva al coche. El chiste es gracioso, pero cuesta creer que el consultor
eligiera el perro y, todavía más, que el perro pastor se dejara coger.
Estos
perros suelen ser muy huidizos con los extraños. Sin embargo, guardan una
relación muy estrecha con el pastor, tras un largo periodo de adiestramiento,
obedeciendo las órdenes para manejar el rebaño.
Este
adiestramiento del perro ha sido fundamental en la historia de la humanidad
para poder alimentarnos. Como puede suponerse, no es un proceso fácil, ni todos
los perros son aptos.
Cada perro
está adiestrado para una tipo de tarea. No es lo mismo vigilar las ovejas en
los pastos de las montañas que cuando se están comiendo los rastrojos de los
campos en la tierra baja.
En los
pastos de montaña, el rebaño se suele dispersar y la labor del perro es que no
asciendan hacia arriba para ir dejando los prados de arriba conforme avance la
estancia en el puerto.
Para
realizar esta tarea, al perro le toca correr largas distancias para mantener a
las ovejas por debajo de la cota que el pastor quiere. Al cabo del día, acaba
agotado de tanto trote.
Sin
embargo, cuando se pasta en el llano, la misión principal del perro es hacer
que el rebaño no entre en los campos no permitidos y respetar las lindes cuando
se va por una cabañera.
Cuando se
va por una zona conocida, el perro sabe hacer esta tarea por sí mismo. En el
caso de ir de cabañera, el perro está junto al pastor listo para obedecer las
indicaciones.
Suelen ser
perros muy obedientes y fieles a sus dueños. Recuerdo una vez como dejamos un
perro junto al morral de pastor y allí nos estuvo esperando hasta que
regresemos.
Pero hay
unas ovejas que no obedecen a los perros cuando se encuentran en verano en los
pastos de la montaña. Son las ovejas negras. Debido al color oscuro de su lana,
buscan la altura para estar más frescas.
De modo
que desaparecen al llegar al puerto y no se las ve hasta que va llegando el
otoño y refresca. Por suerte para el pastor, no son muchas en los rebaños, si
no sería un verdadero problema.
Espero que
esta anécdota sobre las ovejas negras lleve a mejorar la imagen que tenemos de
ellas. Por aquello del dicho de “ser la oveja negra” del grupo. Como vemos en
el ejemplo, tiene explicación su conducta.
También
que, cuando veamos un rebaño, valoremos la dificultad de su manejo.
Posiblemente, muchas habilidades que adquieren los pastores serían muy
necesarias para desempeñar el oficio de consultor.
Daniel Vallés Turmo
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