Al menos
desde 1965, se viene estudiando en la gestión de empresas la matriz llamada
DAFO para estudiar la situación de una empresa o un proyecto, analizando sus
características internas y su situación externa.
Así, sus
características internas son sus debilidades y fortalezas, y su situación
externa son sus amenazas y oportunidades. Proviene del inglés SWOT (Strengths,
Weaknesses, Opportunities y Threats).
El
objetivo final de este planteamiento estratégico es determinar estrategias para
destacar cada fortaleza, disfrutar cada oportunidad, defender cada debilidad y detener cada
amenaza.
Me viene a
la memoria esta herramienta tras escuchar una ponencia de Richard Vaughan en el
Foro Empresa. Remarcó la importancia de no compararse con nadie para lograr el
éxito.
El motivo
aludido es que cuando nos comparamos, tendemos a evaluar nuestras debilidades
con las fortalezas del otro, de manera que no nos ayuda a trazar nuestro propio
camino.
Me viene,
también a la memoria, el libro de Stephen Covey “Los 7 hábitos de la gente
altamente efectiva” escrito en 1989. En el mismo, igualmente se remarca el no
competir y compararnos.
Alguno me
dirá que es de “avestruces” el no encarar nuestras debilidades. Evidentemente
que sí tenemos que conocer nuestras limitaciones, pero enfocadas en un proyecto
determinado.
Un buen
entrenador no es aquel que va dando ánimos y reprimendas a sus jugadores, sino
que indica lo que se ha hecho bien o lo que se ha hecho mal y, en este caso, lo
que es necesario hacer para mejorar.
De esa
forma no se culpabiliza a la persona, sino que se le responsabiliza de sus
acciones con el objetivo de corregir y que se puedan alcanzar los objetivos
pretendidos.
La misma
estrategia que se emplea en la negociación y resolución de conflictos de no
centrarnos en la persona, sino en los hechos. De esta forma evitamos la carga
emocional que nos impide la objetividad.
Otro
ejemplo donde se produce esta incapacidad de ser emocionalmente objetivo es en
el llamado “dilema del prisionero” donde se muestra que dos personas pueden no
cooperar incluso si en ello va el interés de ambas.
Podríamos
seguir enumerando más ejemplos en el que la autovaloración impide que tomemos
las decisiones más oportunas. Esta autovaloración, tiene que ver con nuestra
autoestima.
Si tenemos
una baja autoestima, tenderemos a vernos muy influenciados por las opiniones de
nuestro entorno, tanto si son positivas, como si son negativas. Así, que
seremos vulnerables a las adulaciones y a las maledicencias.
Esta
valoración de nosotros mismos, la autoconfianza, la vamos mejorando
paulatinamente conforme obtenemos buenos resultados en aspectos concretos que
estamos tratando.
Lo mismo
se puede aplicar en las organizaciones y empresas. En un momento de cambios tan
rápidos, es muy importante centrarse en el éxito de los proyectos que se están
desarrollando.
Así, es
necesario dar respuestas rápidas en la innovación en el ámbito empresarial para
mantener la competitividad, de manera que se requiere la aplicación de metodologías
también rápidas.
Estas
herramientas llamadas de gestión ágil (Lean Startup) se centran en el cliente.
Primero descubriéndolo, luego validándolo y, finalmente, escalándolo a un
determinado segmento de mercado.
Se basan
en la creación de modelos en las que hemos hecho hipótesis que luego
validaremos testándolas. Una de estas metodologías es la técnica del Lienzo de
Modelo de Negocio.
En ella se
describe de manera lógica y global la forma en que las organizaciones crean,
entregan y capturan valor. De manera que
facilita a la empresa centrase en la mejora continua.
A
diferencia del DAFO, estas herramientas no se centran tanto en la empresa como
en el cliente. Esta focalización permite que la organización se vaya
transformando para adaptarse a los cambios en el mercado.
Daniel VALLÉS TURMO
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