Los días
19 y 20 de diciembre pasados se celebró en Monzón la segunda edición de
Dinámica organizado por la Asociación de Mujeres Empresarias de la Provincia de
Huesca, AMEPHU.
Es un
espacio y tiempo dedicados al encuentro y la colaboración entre empresas. El
formato se basa en la realización de mesas redondas y actividades que faciliten
la interrelación de los asistentes.
El
logotipo del evento, diseñado por Veintiocho Estudio Creativo, es clarificador
de la filosofía. Muestra unas extensas raíces de un árbol de donde surge un
cohete disparado.
La
trayectoria de este cohete no es la típica que conocemos de una estela de humo
y fuego que asciende verticalmente, sino un laberinto de raíces que van
ascendiendo hasta devenir una única.
De la misma
manera, no intenta ser un congreso donde se imparten de forma acelerada una
vasta cantidad de información en multitud de actividades con diferentes
ponentes venidos de fuera.
En este
caso, los protagonistas son los asistentes, y las actividades una tierra de
cultivo donde se extienden las raíces que van creciendo en la interacción de
unos y otros.
Los
dinamizadores de las distintas actividades son personas de empresas y
organizaciones del entorno que conocen a las personas que asisten, siendo unos
más de ellos.
Es una
gran conversación con uno mismo, con las personas y con las ponencias
expuestas. Hay un tiempo para escuchar en grupo, y otro tiempo para decir tu
opinión al grupo.
Hay momentos
para dialogar personalmente y otros para hacerlo en pequeños grupos. Entorno a
un café, un vino o una comida la conversación va fluyendo, a la par que se
extienden las raíces.
Al igual
que son similares la arquitectura de las raíces de un árbol con los nervios de
nuestros cerebro, de forma parecida se van formando las sinapsis durante las
conversaciones.
La
fortaleza de una raíz, al igual que la de una sinapsis nerviosa, depende del
alimento que puede absorber de la tierra. Pero, en el caso de las relaciones
humanas, importa más la calidad que la cantidad.
En la
conversación hay un tiempo para callar y otro para escuchar. Y ambos tiempos
son fructíferos, porque cuando escuchamos, no sólo estamos conociendo a la otra
persona, sino a nosotros mismos también.
No se
trata de hablar más tiempo que el otro, sino de conversar, de conocer al otro y
sus circunstancias; de darnos a conocer nosotros y nuestras circunstancias. De
comprender y crecer juntos.
Los
modelos de comunicación que surgen de los sistemas de información,
especialmente el de las redes sociales y la mensajería instantánea, pueden
fácilmente desviar nuestra atención.
Y pensar
que lo más importante sea tener una gran lista de personas que hemos conocido
en un evento. Recolectar el máximo de tarjetas de visita posibles como si
fueran conexiones de nuestras redes sociales.
Y como
consecuencia, mantener múltiples micro conversaciones, como si fuéramos abejas
cogiendo polen de flor en flor, sin percatarnos de la planta donde estamos
posados.
Con el
auge de las redes profesionales en Internet, comenzaron a proliferar los actos
de networking donde, en poco tiempo, podías conocer a decenas de personas.
Parecía una actividad ideal.
A no ser
por la diferencia de dinámica de comunicación que tenemos con las conexiones en
el mundo digital y los contactos en el mundo real. No siempre, los amigos de
nuestros amigos se llevan bien.
Son
distintas formas de conversar la de los contactos y las conexiones. La
fortaleza de los contactos se basa en el historial de éxitos y fracasos de la
relación mantenida en el tiempo.
Las
conexiones se activan y desactivan según la necesidad, a modo de un circuito
eléctrico. No son relaciones, sino posibilidades de puesta en contacto. Las
conexiones no conversan.
Daniel Vallés Turmo
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