miércoles, 14 de enero de 2015

Conversar


Los días 19 y 20 de diciembre pasados se celebró en Monzón la segunda edición de Dinámica organizado por la Asociación de Mujeres Empresarias de la Provincia de Huesca, AMEPHU.
Es un espacio y tiempo dedicados al encuentro y la colaboración entre empresas. El formato se basa en la realización de mesas redondas y actividades que faciliten la interrelación de los asistentes.

El logotipo del evento, diseñado por Veintiocho Estudio Creativo, es clarificador de la filosofía. Muestra unas extensas raíces de un árbol de donde surge un cohete disparado.
La trayectoria de este cohete no es la típica que conocemos de una estela de humo y fuego que asciende verticalmente, sino un laberinto de raíces que van ascendiendo hasta devenir una única.

De la misma manera, no intenta ser un congreso donde se imparten de forma acelerada una vasta cantidad de información en multitud de actividades con diferentes ponentes venidos de fuera.
En este caso, los protagonistas son los asistentes, y las actividades una tierra de cultivo donde se extienden las raíces que van creciendo en la interacción de unos y otros.
Los dinamizadores de las distintas actividades son personas de empresas y organizaciones del entorno que conocen a las personas que asisten, siendo unos más de ellos.

Es una gran conversación con uno mismo, con las personas y con las ponencias expuestas. Hay un tiempo para escuchar en grupo, y otro tiempo para decir tu opinión al grupo.
Hay momentos para dialogar personalmente y otros para hacerlo en pequeños grupos. Entorno a un café, un vino o una comida la conversación va fluyendo, a la par que se extienden las raíces.

Al igual que son similares la arquitectura de las raíces de un árbol con los nervios de nuestros cerebro, de forma parecida se van formando las sinapsis durante las conversaciones.
La fortaleza de una raíz, al igual que la de una sinapsis nerviosa, depende del alimento que puede absorber de la tierra. Pero, en el caso de las relaciones humanas, importa más la calidad que la cantidad.

En la conversación hay un tiempo para callar y otro para escuchar. Y ambos tiempos son fructíferos, porque cuando escuchamos, no sólo estamos conociendo a la otra persona, sino a nosotros mismos también.
No se trata de hablar más tiempo que el otro, sino de conversar, de conocer al otro y sus circunstancias; de darnos a conocer nosotros y nuestras circunstancias. De comprender y crecer juntos.

Los modelos de comunicación que surgen de los sistemas de información, especialmente el de las redes sociales y la mensajería instantánea, pueden fácilmente desviar nuestra atención.
Y pensar que lo más importante sea tener una gran lista de personas que hemos conocido en un evento. Recolectar el máximo de tarjetas de visita posibles como si fueran conexiones de nuestras redes sociales.
Y como consecuencia, mantener múltiples micro conversaciones, como si fuéramos abejas cogiendo polen de flor en flor, sin percatarnos de la planta donde estamos posados.

Con el auge de las redes profesionales en Internet, comenzaron a proliferar los actos de networking donde, en poco tiempo, podías conocer a decenas de personas. Parecía una actividad ideal.
A no ser por la diferencia de dinámica de comunicación que tenemos con las conexiones en el mundo digital y los contactos en el mundo real. No siempre, los amigos de nuestros amigos se llevan bien.

Son distintas formas de conversar la de los contactos y las conexiones. La fortaleza de los contactos se basa en el historial de éxitos y fracasos de la relación mantenida en el tiempo.

Las conexiones se activan y desactivan según la necesidad, a modo de un circuito eléctrico. No son relaciones, sino posibilidades de puesta en contacto. Las conexiones no conversan.

Daniel Vallés Turmo

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