Un buen amigo me contó una anécdota que le ocurrió
haciendo senderismo yendo de Agüero a la Central de Carcavilla por una ruta que
teóricamente está completamente balizada.
Salieron de Agüero por la senda que da la vuelta a los
mallos. En el collado de San Pedro siguieron por la ruta que marca hacia
Carcavilla, pero donde ya no se encuentran apenas indicadores porque han desaparecido.
Al llegar a la Barrera del Estanco en el collado, el guía
del grupo (que seguía la ruta descargada en un GPS) pensó que estaba en el
cercano pico Punta Común y volvió a bajar para seguir su trazado.
Mi amigo le comentó (mostrando un mapa en el móvil) que
pensaba que había que seguir bajando el collado. El guía le enseñó su GPS y el
trazado en una hoja impresa que llevaba. Lamentablemente no estaban las balizas
que deberían estar.
Después de descender 200 metros de desnivel y volver a
subir otros 200 metros, como se muestra en la línea continua del mapa adjunto,
en la cima del pico Puimaria, el guía se acercó a mi amigo y le pidió consejo.
A partir de ese momento, se buscó el camino en diagonal
para volver a encontrar la ruta que había que seguir. Finalmente, se llegó sin
ningún problema a la Central de Carcavilla no pasando de ser una anécdota más.
En una conversación posterior entre mi amigo y el guía,
éste le explicó que el origen del problema estuvo en que había descargado de
forma fragmentada el trazado de la ruta.
De esta forma, en el Collado del Estanco, no tenía el
trazado y pensó que se encontraba en un pico distinto al que estaba, de manera
que creyó que tenía que volver hacia atrás.
Una vez en la ruta errónea ya se despistó en la manera de
llegar al camino que había que seguir. Se estuvo en el error durante más de
tres kilómetros y realizando un desnivel de 400 metros.
¿Por qué el guía continuó en el error y no hizo caso a mi
amigo? Él estaba centrado en un sistema de realidad virtual (incompleto en este
caso) que le impedía dar por bueno las indicaciones que le daban desde la
realidad.
Pensaba que estaba haciendo lo correcto, a pesar de saber
que no contaba con el trazado completo, sino por tramos. Estando en el lugar
adecuado (el puerto), el plano virtual le decía que tenía que bajar de nuevo.
Mi amigo le mostraba visualmente el lugar del valle donde
había que llegar, así como la pista de aproximación. Además, le mostraba en un
mapa el sendero más abajo que había que seguir.
Hubo otro motivo que invitó al error, la falta de
señalización de una ruta que se anuncia como balizada y
apta para todo tipo de personas. Así, el no ver
señales, posibilitó el mantener la duda.
Nos encontramos
ante un problema cada vez más común en el ámbito empresarial al utilizar también sistemas de realidad virtual sobre los que nos
apoyamos para llevar la gestión.
Se tratan de modelos de gestión con sus distintas
métricas a seguir en cada uno de los aspectos operativos a llevar a cabo. De
manera que, podemos estar centrados en seguir los objetivos sin percatarnos de
la realidad.
Algo de esto ya hemos aprendido a partir de la crisis
financiera cuando se pinchó la burbuja de los activos inmobiliarios que había
empaquetado la banca Lehman Brothers para vender a los fondos de inversión.
Este ámbito financiero era el máximo exponente de
virtualidad, donde únicamente se guiaban por las métricas sin apenas hacer
alguna valoración real de los activos que se adquirían.
La complejidad del mundo empresarial actual nos obliga a
conocer y saber interpretar modelos virtuales de gestión que se utilizan de
forma automática en todas las áreas de gestión.
Pero, no deberíamos olvidarnos, de vez en cuando, de
acercarnos a la realidad de nuestras empresas y de los mercados donde nos
movemos para no olvidar el saber cómo funcionan.
Mi amigo (que es un forofo de los GPS) suele salir al
monte con la ruta cargada (por si fuera necesario) pero se guía sin utilizarlo
para no perder el sentido de la orientación que supone la dependencia total del
GPS.
Daniel Vallés Turmo
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