Hasta hace unos años todos los días de la semana, salvo lo domingos, los hortelanos y vecinos de Barbastro iban a “negociar” sus productos. No podían poner los precios porque no era una actividad económica, sino un derecho de siglos que habían adquirido. Se “recateaba”. Recuerdo ver a mi padre cómo lo hacía.
Cuando en el año 1100 Pedro I conquista Barbastro, nuestros antepasados le pidieron ser ciudadanos libres y poder disponer de un mercado. Posteriormente, se fueron adquiriendo derechos, hasta convertirse en la ciudad comercial que es hoy. Está en el ADN de los ciudadanos de Barbastro el espíritu comercial.
De niño era ver normal ver aves de caza en las tiendas de Aurelio y el Vero colgadas a la puerta. Entonces no estaban prohibidos los cepos. Se comían muchos pájaros y también se iba a “espigar” (recoger el trigo que las cosechadoras no habían recolectado). También las almendras y las olivas que se habían quedado en los árboles o en el suelo.
Mi padre fue al servicio militar en 1942 y no había comida en el cuartel. Así, que tenían que ir a buscar la comida trabajando en la zona. Mi padre cazaba unos 6 conejos diarios y los llevaba al cuartel. Esto no es un chiste de Gila, es real.
Actualmente la única actividad recolectora masiva es la recogida de setas, pero en nuestro ADN, también, seguimos siendo recolectores. En mis guías de senderismo siempre he enseñado aquellos pasos por los riscos que utilizaron nuestros antepasados para alcorzar. Hoy estos pasos son muy peligrosos porque hace decenas de años que no se transitan, pero es necesario que sean conocidos para ver cómo era aquella vida.
El mercado de hortelanos y recolectores ha ido perdiendo fuerza por el envejecimiento de la población (muchas huertas ya no se cultivan), por las normativas municipales que impiden que se pueda ir todos los días, y por las normativas sanitarias (como es el caso de lo caracoles), que hace que únicamente se puedan vender los que vienen de granjas.
Los sábados, todavía se puede ver un mercado vivo en Barbastro, pero ya no es lo que era cuando yo era niño y había decenas de hortelanos locales que daban un ambiente muy especial y entrañable.
Hoy una escultura de bronce del artista barbastrense José Noguero, afincado en Berlín, recuerda ese tiempo.
Lo que cuesta entender es que en el otro lado de la frontera si se puedan comercializar productos recolectados y realizados por los productores que aquí no es posible. Da gusto ver los mercados de sus pueblos.
En la ciudad queda un último recolector. No quiero poner su nombre ni foto para no “comprometerlo”. Me encanta verlo en mi paseos por el monte venir con productos que ha recolectado, como son las moras y las setas.
A veces, me dice, tiene que andar mucho para no encontrar casi nada. Así, lo hicieron nuestros pasadas generaciones que no compraban ni en lo supermercados (que no existían), ni llevaban bolsas de plástico.
Las falsas de Barbastro estaban habitadas por conejos y gallinas. Amanecías con el canto de los gallos. Mi abuelo Antonio iba por las márgenes de los campos para cortar hierba para dar de comer a los conejos.
Este artículo no quiere ser “nostálgico” sino hacer ver que nuestra actividad económica se sustenta sobre “hombros de gigantes”. Quiero decir, sobre la tradición de nuestros antepasados. Y por eso es necesario conocer cómo era su modo de vida.
La modernidad sin raíces es como la casa de arcilla del cuento de Los Tres Cerditos, que se deshizo con la primera ráfaga de viento. Hay una parábola del evangelio que nos enseña la misma lección que el cuento.
Ahora estoy conociendo a fondo la actividad económica milenaria de la Hoya y Somontano de Huesca. No existió Huesca, sin la árabe Waska, sin la romana Osca, sin la íbera Bolskan y sin las culturas anteriores que podemos ver en lo que fue la cueva de Chaves.
En su momento Bolskan fue de las ciudades de la época que más moneda acuñó, sobre todo en bronce, debido a las minas cercanas a la ciudad y a una industria del manejo de los metales que ya venía de antes.
De nuevo, lo vuelvo a repetir, el ADN de la sociedad está en ese pasado. Vale la pena visitar el Museo de Huesca con esta mirada y realizar las rutas de mi blog Caminos de Barbastro que quiere dar un toque histórico al senderismo, andar la historia.
Hace unos años visité los mejores museos de la ciencia de Europa, algo que aconsejo. Pero, también es necesario conocer nuestra historia económica tradicional, porque en nuestro cerebro todavía está más presente lo segundo que lo primero.
Y todavía, aún más presente, ese humano recolector que aprendió a comer y vestirse con lo que encontraba en su en torno, creando una cultura que ha ido desarrollándose.
Daniel Vallés Tumo
Publicado en Diario del Altoaragon el 22 de diciembre de 2019
Publicado en Diario del Altoaragon el 22 de diciembre de 2019
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