martes, 11 de febrero de 2014

Antídoto contra la tristeza


Son tiempos complejos, pero cuando no lo han sido. El devenir de la realidad va tamizando nuestros deseos que, como los colores, se van matizando. Y aquel verde esperanza, a veces, llega a ensombrecerse.

Los seres humanos tenemos una capacidad impresionante para reinventarnos cada día, para desde las cenizas renacer de nuevo, si puede, con más fuerzas que antes. Pero, la realidad no entiende, muchas veces, de propósitos y nos entristecemos.

Si esta sucesión de reinventarnos continuamente no tiene resultados, acabamos frustrándonos, enfocando desgraciadamente el malestar contra nosotros mismos, haciéndonos daño.

Cuando esos deseos son colectivos, la historia nos recuerda cómo se han querido imponer violentamente con innumerables guerras que parecían iban a facilitar soluciones definitivas.

Este es el caso de la Batalla carlista de Barbastro el 2 de junio de 1837 que tuvo lugar en el marco de la denominada expedición real, que atravesó toda la provincia de Huesca, en el intento de Carlos María Isidro de Borbón de destronar a su sobrina Isabel II.

La batalla entre el ejército carlista y el isabelino tuvo lugar a las afueras de la ciudad en un valle rodeado de colinas compuesto de bosques de carrascas  y campos de olivos y cereales.

Se produjeron centenares de muertos a bayoneta entre sus olivares. Hoy, cuando paseamos entre esos mismos olivares, la naturaleza nos muestra la vida que no para de renovarse al margen de nuestra sinrazón.

La naturaleza es sabia en enseñarnos su paleta de colores casi infinita. Un mismo paisaje, se va transformando a lo largo del año e, incluso, a lo largo del día en una transformación continua.

Cuando paseamos por la naturaleza nos vamos contagiando de estos matices. Un crisol muy efectivo donde templar y transformar las emociones. Aún más,  cuando la historia nos interroga con sus hechos, quitando hierro a nuestras inquietudes personales.

En el ámbito económico se está estableciendo una verdadera batalla en cada empresa para adaptarse a los cambios que se están produciendo. Se están invirtiendo muchos recursos económicos y personales para no salir derrotados.

Muchas veces, no se producen los resultados esperados porque, como ya hemos comentado, la realidad no entiende de propósitos. Entonces deviene la tristeza y la desazón en los cuarteles de invierno.

Hasta que, nuevamente, volvemos a intentarlo con una nueva estrategia. Algo que hemos visto, una charla, un curso, una conversación con otro empresario, son suficientes para encender de nuevo la chispa.

En ocasiones, son las nuevas tecnologías, como es el caso de las redes sociales y los dispositivos móviles, que nos abren posibilidades para seguir en el proceso de transformación.

Al principio nos parecen soluciones mágicas inaccesibles, luego le vamos cogiendo el truco y nos animamos a utilizarlas, aunque no encontremos los resultados que esperábamos.
Nos quejamos que nos quitan mucho tiempo y que no paran de cambiar, pero las vemos asumibles. No son complicadas, pero sí laboriosas. Pero, ¿qué no es laborioso en un negocio desde que se levanta la persiana?

Estas nuevas tecnologías nos permiten estar ocupados, en vez de preocupados, así que a la cabeza no le da tiempo para despistarse con pensamientos negativos, porque tiene que solucionar problemas concretos.

Y cuando nos juntamos con otros compañeros ya tenemos otro tema que hablar en vez de quejarnos. ¿Cómo te va lo que me comentaste?, ¿Has visto lo qué ha hecho tal?, ¿Qué te parece si hago esto?

Poco a poco, vamos quitándole tiempo a la tristeza y, de nuevo, cada día sale el sol aunque los resultados todavía no acompañen. Vamos aprendiendo a movernos entre los matices, ya no todo es blanco o negro.

Y esta actitud la vamos contagiando a otros aspectos de la empresa que también necesitan adaptarse y que, posiblemente, puedan conllevar alguna mejora en la cuenta de resultados.

Cada día levantamos la persiana de nuestro negocio, cómo cada día sale el sol. Es una nueva oportunidad para comenzar de nuevo con energía renovada, repuestos del día anterior.

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