miércoles, 17 de septiembre de 2014

Todo se para


Vamos a ver varios casos donde la salud se quiebra y no deja que continuemos con el proyecto empresarial. En ese momento todo se para. Es una buena ocasión para retomar medidas preventivas.

Día ventoso de febrero. Son carnavales. Ha aprovechado la pausa del mediodía de la panadería para comer con sus amigas, pero antes de abrir tenía que llevar a los niños al colegio para el festival de disfraces.
Se hace tarde. Coge el coche. Corre un poco más rápido que de costumbre. Aprovecha para hacer una llamada mientras conduce. Una ráfaga de aire le lleva hacia el otro carril. No consigue controlar la dirección.
Dos coches sobre la calzada. Se para el tráfico. Acuden los conductores. Vienen tráfico, los bomberos y las ambulancias. A los pocos minutos te encuentras en un box de urgencias del hospital.
La panadería permanece cerrada. Los clientes esperan en la puerta. Un familiar acude más tarde para despachar. Preguntas y lamentos. Al cerrar, quedan algunas barras de pan en las estanterías.

Sábado tarde de mayo. Hace un día ideal para hacer un poco deporte con los amigos. A las 8 le toca volver al restaurante  para hacerse cargo de las cenas. Estos momentos de actividad ayudan a rebajar el estrés.
Tras el partido suelen quedar a tomar una cerveza. Le están esperando fuera. “¡Qué raro que tarde tanto!”. Entran a darle un toque. Le encuentran tumbado sobre el suelo del vestuario.
Ictus. Ambulancia al hospital. Diagnóstico. Ambulancia a una unidad especializada. Tratamiento de choque. Meses y meses de rehabilitación para ir recuperando la funcionalidad.
El restaurante sigue abierto. Más faena, pero contentos de tenerla. Paciencia para esperar que se vuelva a incorporar. Mucha alegría el día que ocurre.  Agradecido de volver a la rutina.

Domingo tarde de junio. Hoy no hay clases. Toca sesión larga de “running”. No se ha levantado con buenas sensaciones, pero sabe que la pereza hay que combatirla con la acción.

Comienza a rodar. Cuesta, pero se lo toma con calma. Suda más de lo habitual y se nota más cansado. Hasta que nota un dolor en el pecho que no le deja salir. Se queda parado.
Pasa un coche y le recogen. Urgencias. Ha llegado a tiempo. Todo bajo control. Unos días hospitalizado y una hoja con consejos al salir. Entre ellos el monitorizar el esfuerzo para incrementar la actividad física progresivamente.
Vuelta a la academia. Ilusión de volver a encontrar a los compañeros y a los alumnos. Poco a poco va volviendo la confianza para hacer deporte. Por supuesto, con control médico.

Es un emprendedor de éxito. Ha logrado que su empresa de Internet sea una de las más valoradas en su región. Ha supuesto muchos años de trabajo arduo y resolución de conflictos.
El estrés se va maquillando con más café y alguna copa tras salir tarde de la oficina. Uno se siente un “master del universo” con energía ilimitada. No hay tiempo para descansar.
Crisis de ansiedad. El cuerpo ya no puede más. Palpitaciones, sudor, pensamientos obsesivos que amartillan. Los medicamentos ya no dan el efecto equilibrado mágico de cada mañana.
Baja. Nueva palabra en su vocabulario. Tratamiento, relax, psicoterapia. Meses. Vuelta a la empresa pero con una nueva forma de trabajo y más equilibrio con la vida familiar.

Viernes de setiembre. Hoy tocaba prueba en el hospital. El verano ha sido complicado. Ya se sabe, el calor. Ha tenido que ir al médico para ver ese dolor que no estaba. Nunca hay tiempo para dejar el trabajo.
Bueno, Parcetamol. Pasan unas semanas y continua, Antibióticos. Continua. Hospital. Pruebas. Unas se hacen enseguida y otras están programadas. Hoy tocaba la resonancia. No sales del hospital. Se ha encontrado algo grave.

Esto casos ocurren porque nuestra psicología no está preparada para saber valorar el daño que nos estamos haciendo con hábitos no saludables. Por eso, es preciso que integremos hábitos saludables en el día a día.

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