Comenzamos
el año con nuevos propósitos. Esto está muy bien, pero si no
cambiamos los hábitos y las creencias, suelen desvanecerse poco a
poco con la resistencia de la realidad.
Las
empresas que ya están establecidas, mantienen la inercia de lograr
como mínimo los objetivos del año anterior y hacer algunas mejoras
sobre lo que se realizó el año anterior.
Las
nuevas empresas tienen que acabar de perfilar las necesidades de sus
clientes con una propuesta de valor que se ajuste y permita la
viabilidad de la cuenta de resultados del proyecto.
En
ambos casos, el comienzo de año es una oportunidad para “comenzar
de nuevo” y poder enmendar con mejoras. Una especie de autoengaño
para automotivarnos y continuar el esfuerzo.
Igualmente
sería necesario el volver a “calibrar” la visión que tenemos de
la empresa. La miopía de centrarnos excesivamente en los
problemas cotidianos nos impide ver de lejos. Se dice que el árbol
no nos deja ver el bosque.
Recobrar
el equilibrio y afirmarnos en los pilares que nos llevaron a llegar
donde hemos llegado o a comenzar un nuevo proyecto, para no dejarnos
llevar por el cambio de los vientos.
El
paradigma tecnológico con que se pretende hacer evolucionar a las
empresas, tal vez sirva para las grandes corporaciones, pero muy poco
para las microempresas, que son la mayoría.
Las
personas y las empresas no somos “sistemas de información” que
se pueden actualizar como los sistemas operativos y que se pueden
“reiniciar” cuando han dejado de funcionar.
En
un entorno complejo como el actual, se hace cada vez más difícil
sostener este “modelo cibernético” que nos ha servido para
evolucionar muy rápidamente tecnológicamente.
Los
seres humanos son somos máquinas. Tenemos la fortaleza de tener una
gran capacidad de adaptación que nos permite mantenernos durante
mucho tiempo en situaciones inusitadas.
Pero,
tenemos que volver a recobrar el equilibrio, sino enfermamos. No
podemos mantener una persona, una organización o una sociedad
durante mucho tiempo en situaciones límite.
Un
aspecto que nos permite mantener este equilibrio es conocer y
comprender como nuestros ancestros han llegado a donde han llegado,
comenzando por nuestros familiares.
Esta
perspectiva nos posibilita poder relativizar y, también, transcender
más allá de nuestra propia existencia, de forma que sentimos formar
parte de un proyecto más grande.
El
entorno de nuestra provincia nos permite el poder visitar muchos
pueblos donde todavía permanece visible el modo de vida tradicional
que nuestros antepasados llevaron durante siglos.
Hubo
dos aspectos muy importantes: la defensa y el agua. En ocasiones,
estos elementos están reñidos porque se necesitaba construir en un
alto que fuera difícil de acceder.
Nuestros
pueblos de montaña suelen estar apiñados en una ladera sur buscando
el calor del sol y la defensa al mismo tiempo. Las fuentes
tradicionales se suelen encontrar a las afueras en un barranco. Vale
la pena visitarlas.
Recorrer
uno de estos pueblos nos transmite sosiego porque nos hacer pensar en
un pasado que era manejable, donde la vida transcurría de forma
sencilla y cotidiana año tras año.
Donde
los muros de piedras de los caminos se han ido haciendo más robustos
con el paso del tiempo y la vegetación frondosa del camino hacia la
fuente es un verdadero jardín.
Nos
damos cuenta que no era un vida idílica, que había que hacer un
gran esfuerzo para poder llevar una vida austera, pero nos hace
sentir que era un modo de vida previsible, todo lo contrario a ahora.
Lo
mismo ocurre con las personas y las organizaciones. Necesitamos echar
raíces que nos permitan mantenernos firmes cuando las cosas no
vienen bien dadas o hay que hacer un gran esfuerzo.
Daniel
VALLÉS TURMO
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