Cuando
algo cruje
Carlos Muñoz Serrano desempeñó el cargo de obispo de Barbastro a
la edad de 64 años tras una larga carrera como catedrático,
prelado, jurisconsulto y alto funcionario real.
Llegó al obispado en octubre de 1596 encontrándose una catedral
nueva que se había finalizado el año 1533 costeada por la población
con un impuesto especial a la carne con el objetivo de restaurar la
sede episcopal.
Catedral de Barbastro, vista norte |
Así sucedió en el año 1573. Carlos Muñoz fue el tercer obispo
desde la restauración. De modo que se encontró con muchas cosas por
hacer. Tras el altar, únicamente había el basamento del retablo de
Damián Forment que había finalizado un discípulo suyo en el año
1560.
Además de promover la construcción del Palacio Episcopal, su gran
aportación fue el encargo y costeo de la parte superior del Retablo
Mayor. Obra que realizó de forma rápida entre los años 1600 y
1602, temeroso de no verla acabada en vida.
Compró una madera de calidad y encargó la obra a tres maestros
imagineros distintos para finalizar lo antes posible. De modo que nos
encontramos distintas calidades de ejecución.
Fue extremadamente escrupuloso con el acabado del rostro y las manos
de la Virgen que ocupa el espacio central del retablo. Luego encargó
policromar todo el retablo, la parte de alabastro y la de madera.
Una vez acabada la obra, algo crujía en su corazón que no le
permitió contemplarla durante mucho tiempo, pero satisfecho de la
calidad de la obra realizada que no crujía su madera. Murió el 14
de marzo de 1604, siendo enterrado en la catedral.
No es baladí la calidad de la madera. A veces ocurría que los
maestro imagineros para ajustarse al presupuesto no disponían de
madera de la máxima calidad, por eso era habitual lo que hizo el
obispo de comprarla a su cargo.
La
madera puede durar cientos de años si es de calidad y no le afectan
las humedades. Las casas antiguas se hacían con maderas de lento
crecimiento que eran las más duras, así el quejigo para las vigas y
el enebro para sostener la cubierta de losas. Sin embargo, el pino
que es de rápido crecimiento, es una madera a la que le afecta mucho
la humedad.
Enebro sosteniendo el tejado del pajar de la Casa Baja de Escapa |
Cuando
vemos un pueblo deshabitado, todavía podemos ver como hay partes de
las casas que perduran por los buenos materiales y ejecución. Son las bordas las que más aguantan. No
aconsejo adentrarse en ninguna de estas viviendas porque pueden
derrumbarse de forma repentina. Antes de que eso ocurra, la casa ya
lo ha avisado durante mucho tiempo con los crujidos cada vez más
potentes y continuos.
Pajar y era en Sarsa de Surta |
Lo
mismo sucede en el ámbito empresarial cuando “algo gruje”.
Habitualmente los procesos son muy lentos, pero no se presta atención
a las “distintas maderas” que forman la estructura de la
organización.
Los
sonidos propios del día a día y el “canto de sirenas” de los
intereses personales hacen que no se preste atención a la salud de
la estructura sobre la que se sustenta un proyecto.
Cuando
el sonido del crujido es tan alto que no podemos evitar escuchar,
comienza la búsqueda de responsabilidades. Pero, no nos
equivoquemos, cuando algo cruje en una empresa no es la cuenta de
resultados que entra en números rojos, ni es la pérdida de clientes
lo que motiva los crujidos.
Son
los recursos humanos por donde ha empezado la humedad. Crujen las
expectativas de las personas, cruje la confianza entre sus miembros
y, finalmente, cruje la comunicación.
Esta
“humedad” es la que va deteriorando el funcionamiento
paulatinamente hasta llegar a arruinarse si no toman las medidas
adecuadas de “mantenimiento” de la estructura.
Y,
como ocurre en las casas, este deterioro comienza por el tejado, por
la parte directiva, que es la parte más sensible para que comience
el proceso. Muchas veces, no sucede de mala fe, sino que el día a
día no deja escuchar las goteras que van haciéndose poco a poco.
El
retablo encargado por el obispo Carlos Muñoz tuvo la gran suerte de
no ser afectado por las guerras, sobre todo por la Guerra Civil del
siglo XX y aguantó 400 años sin necesidad de hacer una
restauración. Ésta tuvo lugar entre los años 2000 y 2001.
Daniel
VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario del Altoaragón el 21 de noviembre de 2018
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