miércoles, 21 de noviembre de 2018

Cuando algo cruje


Cuando algo cruje

Carlos Muñoz Serrano desempeñó el cargo de obispo de Barbastro a la edad de 64 años tras una larga carrera como catedrático, prelado, jurisconsulto y alto funcionario real.
Llegó al obispado en octubre de 1596 encontrándose una catedral nueva que se había finalizado el año 1533 costeada por la población con un impuesto especial a la carne con el objetivo de restaurar la sede episcopal.

Catedral de Barbastro, vista norte

Así sucedió en el año 1573. Carlos Muñoz fue el tercer obispo desde la restauración. De modo que se encontró con muchas cosas por hacer. Tras el altar, únicamente había el basamento del retablo de Damián Forment que había finalizado un discípulo suyo en el año 1560.
Además de promover la construcción del Palacio Episcopal, su gran aportación fue el encargo y costeo de la parte superior del Retablo Mayor. Obra que realizó de forma rápida entre los años 1600 y 1602, temeroso de no verla acabada en vida.
Compró una madera de calidad y encargó la obra a tres maestros imagineros distintos para finalizar lo antes posible. De modo que nos encontramos distintas calidades de ejecución.
Fue extremadamente escrupuloso con el acabado del rostro y las manos de la Virgen que ocupa el espacio central del retablo. Luego encargó policromar todo el retablo, la parte de alabastro y la de madera.
Una vez acabada la obra, algo crujía en su corazón que no le permitió contemplarla durante mucho tiempo, pero satisfecho de la calidad de la obra realizada que no crujía su madera. Murió el 14 de marzo de 1604, siendo enterrado en la catedral.

No es baladí la calidad de la madera. A veces ocurría que los maestro imagineros para ajustarse al presupuesto no disponían de madera de la máxima calidad, por eso era habitual lo que hizo el obispo de comprarla a su cargo.
La madera puede durar cientos de años si es de calidad y no le afectan las humedades. Las casas antiguas se hacían con maderas de lento crecimiento que eran las más duras, así el quejigo para las vigas y el enebro para sostener la cubierta de losas. Sin embargo, el pino que es de rápido crecimiento, es una madera a la que le afecta mucho la humedad.

Enebro sosteniendo el tejado del pajar de la Casa Baja de Escapa

Cuando vemos un pueblo deshabitado, todavía podemos ver como hay partes de las casas que perduran por los buenos materiales y ejecución. Son las bordas las que más aguantan. No aconsejo adentrarse en ninguna de estas viviendas porque pueden derrumbarse de forma repentina. Antes de que eso ocurra, la casa ya lo ha avisado durante mucho tiempo con los crujidos cada vez más potentes y continuos. 

Pajar y era en Sarsa de Surta
Lo mismo sucede en el ámbito empresarial cuando “algo gruje”. Habitualmente los procesos son muy lentos, pero no se presta atención a las “distintas maderas” que forman la estructura de la organización.
Los sonidos propios del día a día y el “canto de sirenas” de los intereses personales hacen que no se preste atención a la salud de la estructura sobre la que se sustenta un proyecto.

Cuando el sonido del crujido es tan alto que no podemos evitar escuchar, comienza la búsqueda de responsabilidades. Pero, no nos equivoquemos, cuando algo cruje en una empresa no es la cuenta de resultados que entra en números rojos, ni es la pérdida de clientes lo que motiva los crujidos.
Son los recursos humanos por donde ha empezado la humedad. Crujen las expectativas de las personas, cruje la confianza entre sus miembros y, finalmente, cruje la comunicación.
Esta “humedad” es la que va deteriorando el funcionamiento paulatinamente hasta llegar a arruinarse si no toman las medidas adecuadas de “mantenimiento” de la estructura.
Y, como ocurre en las casas, este deterioro comienza por el tejado, por la parte directiva, que es la parte más sensible para que comience el proceso. Muchas veces, no sucede de mala fe, sino que el día a día no deja escuchar las goteras que van haciéndose poco a poco.

El retablo encargado por el obispo Carlos Muñoz tuvo la gran suerte de no ser afectado por las guerras, sobre todo por la Guerra Civil del siglo XX y aguantó 400 años sin necesidad de hacer una restauración. Ésta tuvo lugar entre los años 2000 y 2001.

Daniel VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario del Altoaragón el 21 de noviembre de 2018

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