Una
comunidad solidaria
“Se nos está yendo una generación”- escuché en el tanatorio de
Ainsa. Apenas unos minutos antes, pasando el puente del río Cinca en
Ainsa, recuerdo cuando los hermanos de mi madre llevaban la tocina
desde Labuerda a Casa Franco de Banastón para presentarla al
marrano. Unos 8 kilómetros de distancia.
Mi madre me decía que siempre hubo una buena relación con esa
familia. Posiblemente de los viajes que hacía mi abuelo Antonio a
Casa Cambra de Tierrantona para buscar suministros para el sanatorio
de Pineta.
Lo pongo a modo de ejemplo de las relaciones solidarias y de
sinergias que se establecían en los pueblos de montaña para
posibilitar la supervivencia. Seguramente, sea ésta la gran
fortaleza de los pueblos de montañas, ser comunidades solidarias.
Casualmente, en la recién restaurada iglesia de Arcusa, el párroco
ha pintado el símbolo de Cáritas en la parte de coro, como uno de
los elementos más representativos de la labor de la iglesia en la
actualidad, una comunidad solidaria. Iglesia significa asamblea,
comunidad.
Ciertamente se está yendo la generación que vivió esa solidaridad
necesaria para sobrevivir. Este año ya he acudido a varios funerales
en pequeños pueblos de Sobrarbe y Ribagorza.
Vienen de toda la comarca. Se deja todo para asistir y pasar una
larga velada junto a los familiares. Como dice Sabina en su canción,
en las ciudades “la muerte pasa en ambulancias blancas.” y apenas
sólo asiste la familia a las ceremonias breves que se realizan.
Cuando, actualmente, hablamos de despoblación nos centramos en las
debilidades de la falta de servicios y empleo en la zona rural, pero
no se citan las fortalezas. Siempre he aconsejado no centrarse en las
debilidades, porque nuestra mente está preparada para “huir de lo
negativo” y no ayuda a establecer acciones correctoras. Todo lo
contrario que las fortalezas.
Si hay una organización que conoce el mundo rural es la iglesia. El
pasado 26 de enero el obispo de Barbastro participó en un Desayuno
de Empresarias para hablar de su labor como gestor.
Los datos que mostró eran muy negativos. Sacerdotes envejecidos y
muchos pueblos pequeños a los que dar servicio. La falta de
sacerdotes (67 en activo) se está cubriendo con acuerdos de cesión
temporal por parte de otras diócesis y una mayor implicación de los
seglares como animadores (67 personas), posibilitando que las
comunidades se junten para rezar. Ya se iguala el número de
sacerdotes con el de animadores.
También se están uniendo las fuerzas. Así, en Barbastro se ha
creado un proyecto piloto de unidad pastoral de las tres parroquias,
creando la Parroquia de Barbastro. Aplanamiento de las estructuras
que se va a ir desplegando.
Desde la tierra baja se ha plasmado otra idea del “montañés”,
porque se fijaba unidimensionalmente en el aspecto de tener que
mantenerse con lo poco, en vez de su lado solidario, que ha sido
mucho.
Todavía hay una deuda con los pueblos de montaña que tuvieron que
deshabitarse por aplicación de medidas “excesivas” medio
ambientales, que el paso del tiempo y el avance tecnológico no les
ha dado la razón.
Lo peor en una comunidad es el destierro y la excomunión. Fuera de
la comunidad no hay vida. Miles de familias, entre las que me
encuentro yo, tuvieron que rehacer sus raíces en otras poblaciones.
Gracias a las mejoras en las vías de comunicación hemos podido
mantener la raíces. Esto también es una fortaleza, “el regreso de
los que se fueron”, que cantaba Labordeta.
Muchas de las casas de los pueblos que se han arreglado lo han hecho
descendientes que tuvieron que irse. Una generación que ya se está
envejeciendo muy rápidamente.
El futuro de nuestros pueblos de montaña lo hemos de buscar en sus
fortalezas, entre ellas el tratarse de comunidades solidarias durante
cientos de años, una competencia aprendida que hay que actualizar.
Hacer
realidad dentro de los modelos de negocio de la economía
colaborativa que las nuevas tecnologías posibilitan que se puedan
establecer en ámbitos rurales. Un ejemplo hecho realidad sería el
de “Zona Cero” en el ámbito de la bicicleta de montaña.
Daniel
VALLÉS TURMO
Artículo publicado en Diario de Altaragón el 28 de noviembre de 2018
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