Ya en 1987, Tom Wolfe en su novela “La hoguera de las vanidades”, describía el mundo de los adinerados ejecutivos de Nueva York, y nos dejaba ver sus consecuencias, la crisis financiera del 2007.
Tras esta crisis ha habido recientes películas que nos han explicado cómo ocurrió. Sin embargo, poco se ha hablado de las empresas tecnológicas, salvo cuando la competencia ha querido hacer daño a otra. Se las ve como la salvación al sistema actual.
“Silicon Valley” (el lugar donde se asientan las más poderosas empresas tecnológicas) se ha puesto durante varias décadas como el modelo a seguir en el cambio de modelo económico. Y así, todos los países han intentado copiar ese ecosistema.
Ha habido documentales que ya explicaban los dos mundos que allí se vivían. Pero faltaba una novela que lo constatara: “Uncanny Valley” (El Valle inquietante) de Ana Wiener en la que explica su experiencia de trabajo en una “start-up” en Silicon Valley.
Resalta dos aspectos, la banalidad (superficialidad) de sus ejecutivos y la miseria que crea el pensamiento económico neoliberal que con “frialdad” justifica esa brecha cada vez mayor de la distribución de la riqueza.
Respecto a las consecuencias de la economía digital, ahora se habla de ponerle impuestos para que compita con el pequeño negocio. La verdad es que está haciendo un gran daño en la venta al por menor.
El modelo de “solidaridad” intergeneracional en el que se basa nuestro estado de bienestar gestado tras la segunda guerra mundial, se tambalea por la falta de ingresos del estado que supone la economía digital dirigida por unas pocas multinacionales, sobre todo norteamericanas, que apenas pagan impuestos.
El gran poder de estas multinacionales y del país donde están asentadas, hace que no se esté haciendo un cambio rápido que impida la pérdida de “cohesión social” en el que se fundamenta nuestra sociedad tras la “gran guerra”.
Pero, hay elementos de fondo, que no hay que dejar de contemplar por sus posibles consecuencias futuras. Una es la “banalidad” de la cultura empresarial de las empresas tecnológicas y otra la “frialdad” de la legislación laboral cada vez más neoliberal.
En el 75 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz es necesario recordar la causa del “holocausto” que determinó la filósofa Hannah Arendt: la banalidad (superficialidad) de la sociedad que había en ese momento en Alemania.
Otro gran filósofo, Theodor Adorno, tras la segunda guerra mundial publicó un artículo en el que achacaba la causa a la “frialdad” de las relaciones personales y sociales.
Al igual que se menciona en el “cambio climático”, que ya no hay tiempo para discutir, lo mismo ocurre con la cohesión social, donde es necesario tomar medidas sociales y económicas eficaces y contrastadas.
Emmanuel Macron lo está intentando en Francia, pero con una gran resistencia social. El presidente de Francia es uno de los políticos actuales con la cabeza mejor amueblada.
El filósofo francés Jean Ricoeur, gran conocedor de la realidad social, tenía a Macron como uno de sus correctores de sus libros en el que tenía más confianza por sus capacitación.
Si descendemos a nivel provincial, ocurre lo mismo. Es momento para actuar. De nada sirve hablar de las cifras macroeconómicas, porque la falta de población hace que nos sean favorables.
En apenas tres décadas, posiblemente vamos a perder del 30% al 40% de la población de la provincia motivado por el envejecimiento y el crecimiento de ciudades cercanas como son Zaragoza, Lleida y Pamplona donde se va a concentrar el talento competitivo, por la tendencia que están teniendo.
Hasta ahora la emigración ha mitigado este descenso, pero cada vez va a ser más difícil que lo haga. Por eso hay que pensar “realmente” y no “banalmente” para afrontar el futuro actuando eficazmente.
Es necesario personas con la “cabeza amueblada” que sean capaces de leer el futuro.
Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragon el 2 de febrero de 2020
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