sábado, 28 de marzo de 2020

Invictus

Vamos a estar como mínimo un mes de confinamiento en casa. En una sola semana, ya me ha parado la policía local y la Guardia Civil 3 veces para preguntarme donde iba. Supongo que como a casi todos.
Estaba acostumbrado a que te pare la Guardia Civil de Tráfico a preguntarte a dónde vas o a pedirte la documentación, pero no que se hiciera en el casco urbano donde vives.
Hoy un coche de policía local ha dado la vuelta 500 metros y ha entrado por una calle peatonal para preguntarme. Me ha parecido un poco excesivo. Iba a comprar la prensa. Por la calle no había nadie un domingo a las 8 de la mañana.
Esto me ha hecho comprender mejor el temor cuando mis tíos me hablaban del estraperlo tras la Guerra Civil con productos necesarios. Así, ir a buscar un pequeños bidón de aceite con la bicicleta a un pueblo cercano.
Vender chatarra de un teleférico de una mina para conseguir algo de dinero, yendo de noche a un establecimiento de Barbastro. O vender por los pueblos ropa interior hecha en el piso de un primo de Lleida. Cosas para sobrevivir en una posguerra.
No sólo estamos confinadas las personas, sino también muchas empresas directa o indirectamente. Bien por imperativo legal, bien por falta de componentes, o bien por no haber clientela.
El discurso político es “que no va a haber ningún problema”, “que va a ser duro, pero saldremos”. Es una intervención esperanzadora, pero el ser humano no aguanta mucho la incertidumbre. Somos “homo faber”, necesitamos estar ocupados.
Además han cambiado mucho las circunstancias para retomar el discurso de Winston Churchill y el Plan Marshall. Nos encontramos en un mundo globalizado y con una tercera potencia que entonces no contaba, China.
De la noche a la mañana, nos sentimos “dentro de una noticia” de esas que sólo ocurren en países muy lejanos. Pues no es una noticia, es una realidad y tenemos que afrontarla.
De confinamiento, Nelson Mandela tuvo una larga experiencia de 27 años encarcelado que, en vez de debilitarlo, le hizo más fuerte y supo cambiar una situación de apartheid endémica en Sudáfrica.
Tenía un poema escrito en 1875 por William Ernest Henley (que no tuvo una vida muy afortunada) que le mantenía el ánimo cada día al leerlo. Se titula “Invictus” (Inconquistable).
El breve poema termina con el verso: “No importa cuán estrecho sea el camino, cuán cargados de castigos el viaje, soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.
No es un poema para  momentos felices, sino unos versos para hacernos fuertes en momentos como los actuales. No es un poema para animar, sino para convencernos de continuar resistiendo.
Pero tampoco, es momento de “Invictus”. Tal vez sí para el tema personal, pero no para la solución económica empresarial. Es necesario que Europa deshaga el “nudo gordiano” de las burocracia que ha creado con decenas de años de directivas.
A modo de ejemplo, cuando faltaban bombas de oxígeno, algunos responsables médicos decían que tenían que cumplir la normativa. Crear una empresa legal para fabricarlas tardaría más de un año por la normativa escrupulosa a cumplir.
En pocos días, ya no se hablaba de cumplir la normativa, sino de disponer de ellas ya. Se habla de fabricarlas con impresoras 3D desde la universidad y había empresas del automóvil y aeronáutica que estaban disponibles para fabricarlas.
Algo parecido va a ocurrir para salir de esta crisis. Pero esta vez, a diferencia del 2008, es necesario que haya cambios profundos en muchos aspectos del ámbito empresarial.
Tal vez, habría que aprender del pragmatismo anglosajón en el ámbito empresarial para liberarnos de “directivas” que se hicieron en otras circunstancias que encorsetan la flexibilidad necesaria en la actualidad.
Pero, también hay que garantizar la dignidad de las personas con la creación de un desempleo o una renta personal europea. A esta doble “vara de medir” se llama liberalismo de izquierdas.
A todos nos están llegando casos cercanos que se encuentran en situaciones muy complicadas. Probablemente esta pandemia nos va a cambiar a las personas, a las empresas y a la sociedad.

Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragon el 29 de marzo

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