En estos días de la celebración del mundial que ha ganado España, todos nos hemos visto llevados por la ilusión de “la roja”, quedándonos hipnotizados ante la pantalla de la televisión viendo la muchedumbre de personas recibiendo a los jugadores a su llegada a Madrid.
Se nos contagia una actitud positiva que nos hace sentir mejores y más capaces en nuestros quehaceres diarios. Porque a todos nos gusta sentirnos campeones. Ese “campeones” que asociamos casi siempre a la canción de Freedy Mercury del grupo Queen.
Una canción que contagia vitalidad sólo empezar a escuchar sus acordes y que nos anima a mantener el esfuerzo para conseguir nuevos éxitos: “Somos los campeones, amigo. Y seguiremos luchando hasta el final,...” dice la letra del estribillo.
Pero, ¿qué está pasando en nosotros en estos momentos cómo los pasados días cuando España ganó el mundial? En esos días en que nos sentíamos eufóricos y capaces de poder llevar a cabo casi cualquier objetivo.
Primeramente, ha habido un proceso de sentirnos identificados con el proyecto, en este caso la adhesión con “la roja”, la selección de España, compartiendo una cosmovisión con unos valores comunes.
Seguidamente, ha habido un proceso de motivación, de quere ganar, de querer ir consiguiendo alcanzar los retos y metas, aunque haya podido haber momentos de frustración, como fue el caso del primer partido perdido con Suiza.
Finalmente, ha llegado la ejecución del resultado, el podemos. Una vez logrado este objetivo, retroalimentamos simultáneamente todos los anteriores procesos dándole un verdadero sentido a todo el camino recorrido, sintiéndo esa emoción de plenitud.
Y es esta plenitud, la que nos da fuerza para continuar un círculo virtuoso en otros nuevos proyectos, habiendo conseguido vencer la resistencia inicial de pesimismo. Como dijo Reina cuando presentaba a Torres, que su gol a Alemania en la eurocopa fue el que nos convenció que podíamos ganar el mundial.
Este proceso, lo experimentamos tanto en pequeños objetivos personales como en grandes objetivos comunitarios, como fue el caso de la Barcelona de las Olimpiadas del 1992, donde los Juegos fueron el culmen de un largo proceso de exigencia de toda la ciudad.
Y también se da en el ámbito empresarial, cuando conseguimos que todos nos involucremos en el proceso de la empresa y en sus resultados. Cuando no sentimos esa alienación de la que hablaba Marx afectaba a los trabajadores, sino que nos sentimos “campeones”, “somos campeones”.
Son necesarios los “emprendedores locomotoras” que creen empresas con capacidad de crear empleo o crear innovación. Como dice el profesor del IESE Pedro Nueno en un reciente artículo: “animemos a los jóvenes a formarse a tope y busquemos la forma de financiar el nacimiento de empresas de verdad”.
Pedro Nueno, en este artículo del 9 de Julio en Expansión, comenta que hay muchas ayudas a emprendedores para conseguir una subvención de 1.000 euros, pero no hay dinero ni incentivos para un proyecto que requiera 300.000 euros.
Pero también son necesarios “trabajadores campeones”, capaces de ser profesionales y dar lo mejor de sí mismo, para llevando adelante sus cometidos, facilitar la consecución de los objetivos y éxitos de la empresa.
Y en este proceso, no es suficiente el “querer es poder”. Sino, como ya hemos dicho anteriormente, es necesario un peldaño anterior al querer, la cosmovisión. La decisión de querer adherirnos a un proyecto porque nos identificamos con el mismo. El compromiso.
Siguiendo con el ejemplo de la selección española de futbol, este equipo que ha ganado ya no es únicamente “la furia”, sino que es producto de un proceso de creación de una forma de jugar y una integración de sus jugadores como grupo. En este caso, “ser es poder”.
Cuando en una organización disponemos un discurso del tipo “querer es poder”, queriendo hacer alcorces donde no puede haberlos, sin haber invertido en la formación y en los medios necesarios para lograr los objetivos, obtenemos un resultado distinto.
El resultado es la frustración y la desmotivación del personal para poder volver a desarrollar otros proyectos. En vez de construir un círculo virtuoso, hemos creado un círculo vicioso que nos impide lograr resultados. Somos perdedores.
El estribillo de la canción de Queen dice que “no hay lugar para perdedores”. De esta forma se está refiriendo que seguimos siendo campeones aunque no logremos los resultados, porque somos campeones en luchar por nuestros objetivos.
Volviendo al ámbito empresarial, tenemos que ser campeones en los procesos como nos organizamos, porque si no logramos los objetivos deseados, volveremos a intentarlo reinventando esos procesos a los nuevos requerimientos.
Es lo mismo que dice el dicho conocido que “no es más fuerte quien menos veces cae en la vida, sino quien más veces se levanta tras la caída”. Aunque seguro que podemos encontrar otro refrán que diga lo contrario.
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