miércoles, 18 de mayo de 2011

Mercado y empleo

La preocupación por la necesidad de crear empleo repercute en los medios de comunicación tanto en la facilitación de estadísticas como en las medidas que serían necesarias para dinamizar este mercado de trabajo.

A modo de ejemplo, recientemente, Tino Fernández en el periódico Expansión hacía referencia a la revista Fortune sobre una tendencia del mercado a trabajar sin sueldo con la promesa de un puesto futuro o como impulso a la carrera profesional.

En el mismo periódico, su subdirector Martí Saballs se preguntaba en un artículo “¿Qué empresa montaría usted con su indemnización?” haciendo referencia al caso de un conocido que se encuentra en dicha situación.

En ambos casos, sorprende ver las variabilidad de las opiniones en Internet de los lectores a estos artículos. Tal vez, un síntoma de la complejidad de la temática del empleo por las distintas casuísticas en que cada persona se encuentra.

Parte de esta complejidad proviene de la existencia de muy distintos perfiles de personas que buscan trabajo. Así, quienes lo buscan por primera vez o tienen muy poca experiencia, y aquellos que ya han tenido una larga carrera profesonal.

Por eso es necesario que hagamos memoria para ver cómo se ha considerado la forma de encontrar empleo en los últimos 20 años para aquellas personas que lo han perdido. Nos centraremos en el caso de quienes tienen un larga carrera profesional.

En la década de los años 90 se pusieron de moda las empresas de recolocación, en el comienzo del siglo XXI la palabra clave era empleabilidad, y en este inicio de década se está hablando mucho de emprender.

La recolocación, el outplacement en inglés, era un paquete que se negociaba en los despidos para que se tuviera asistencia de una consultora en el proceso de búsqueda de empleo. Esta solución tenía un gran porcentaje de éxito.

Había un asesoramiento tanto en la elaboración del curriculum y redefinición de la carrera profesional, como en la detección de los puestos de trabajo disponibles y las estrategias para su posterior consecución.

El comienzo de siglo viene unido a la consolidación de Internet como canal de comunicación globalizado. Desde Estados Unidos nos hablaban de empleabilidad. Decían que se había acabado el trabajar en una única empresa y que cada persona debía gestionar su carrera profesional.

Esta empleabilidad se fundamentaba en la necesidad de adquirir nuevas competencias que nos posibilitasen el lograr puestos de trabajo en las empresas que surgían en los nuevos sectores y como consecuencia de las nuevas tecnologías.

La crisis financiera y social que se inicia a partir del año 2007, hace que ambas estrategias, tanto la recolocación como la empleabilidad, se vuelvan conceptos vacíos ante el parón en el mercado de trabajo y continuo sangrado de cierre de empresas.

La falta de ofertas de trabajo que ha supuesto la crisis y la cultura de emprendimiento que facilitó el boom del sector de la construcción con decenas de miles de autónomos, ha hecho que se vea como solución el autoempleo.

Hemos de recordar que el apogeo de la creación de autónomos y empresas en el sector de la construcción vino dado por la existencia de un mercado en auge que lo facilitaba tanto económica como financieramente.

Realmente, no hizo falta que se animara ni formara a quienes montaban las empresas, pues el crecimiento del mercado hacía fácil encontrar tanto clientes como financiación de los activos y del circulante.

A una escala inferior, sucede el mismo fenómeno cuando actualmente se abren nuevos nichos de mercado que hace que entren nuevos operadores, como es el caso de las energías renovables o la asistencia a personas dependientes.

De aquí la importancia, actualmente, tanto del análisis previo del mercado, como de la prudencia en la inversión inicial, porque sin mercado no hay emprendedor motivado que logre sacar adelante su proyecto.

Se habla mucho de los autónomos y empresas pequeñas que han cerrado debido a la crisis de la construcción, pero también hay que hablar de otros muchos casos que se han ido forjando como empresarios y han podido adaptarse a las nuevas necesidades.

En estos casos el reemprender ya no ha necesitado romper la barrera de pasar de asalariado a empresario, sino ha supuesto el ser más competitivo y el ampliar el mercado objetivo que ya conocían previamente.

Como ya hemos comentado anteriormente, romper esta barrera inicial de asalariado a empresario se hace con más seguridad si estamos convencidos de las posibilidades del mercado o, al menos, adaptar la inversión a la capacidad del mercado.


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