Al comienzo de la década de 1970 la Calle Mayor de Barbastro, oficialmente Argensola, rebosaba de comercios en toda su extensión. Varias carnicerías y panaderías, carpintería, calero, cerrajero, pastelería, funeraria, armería y muchos más comercios hoy ya no existentes.
En la década de los 80 la Calle Mayor ya había perdido su apogeo, regentándolo el Río Ancho, oficialmente Calle General Ricardos, al otro lado de las antiguas murallas de la ciudad, paralela a los cosos. Será el primer cinturón.
Comercios más amplios y modernos atravesaban esta artería desde el Paseo del Coso hasta su final en Avenida de los Pirineos. En esta época, la actual Avenida de la Merced era un camino de tierra de las afueras.
Es en la década de los 90 cuando esta avenida comienza a urbanizarse hasta devenir una de las calles con más tráfico de la ciudad, pero con apenas presencia comercial, sirviendo de corredor de unión entre los principales barrios.
En la primera década de este siglo la Avenida de la Merced se constituye en un auténtico segundo cinturón de la ciudad con las mejoras de sus extremos hacia Avenida del Ejército Español y Avenida de la Estación.
El comienzo de la actual década nos trae la puesta en marcha del tramo de autovía próximo a Barbastro, reduciendo considerablemente el tráfico de la variante de la nacional 240. La ciudad empieza a asumir este tercer cinturón.
Conforme la ciudad ha ido creciendo concéntricamente, las áreas comerciales centrales han ido ganando en calidad urbanística hasta lograr un entorno peatonal con acceso a zonas de aparcamiento cercanas.
Este mismo proceso de crecimiento ejemplificado en la ciudad de Barbastro lo podríamos extender a todas las capitales de las comarcas junto a la nacional 240: Binefar, Monzón, Huesca, Sabiñanigo y Jaca.
Estas ciudades con tradición comercial en su entorno comarcal han ido desarrollando un amplio abanico de otros servicios que, sin embargo, no acaban de ser fácilmente visibles para los visitantes que pasean por sus calles.
Dado que muchos de estos servicios no están instalados a nivel de calle, tradicionalmente su visibilidad se ha realizado mediante la instalación de placas indicativas en los portales de las casas y el anuncio en las denominadas “páginas amarillas”.
En ciudades de mayores dimensiones, la proliferación de las actividades de servicios no comerciales han llevado a la creación de edificios específicos para su alojamiento, creando las denominadas “zonas city”.
Con el desarrollo de las nuevas tecnologías de las comunicaciones, sobre todo con la proliferación de los denominados smartphones que permiten el acceso a Internet y la geolocalización, se abren nuevas formas de dar visibilidad a estos servicios.
Con un coste relativamente pequeño se pueden desarrollar aplicaciones móviles para que los visitantes puedan consultar en sus teléfonos los servicios que se ofrecen en su entorno, facilitando sus datos de contacto y de acceso.
De esta forma logramos visibilizar la oferta de comercios y servicios establecidos en estos entornos urbanos que han ganado calidad para sus visitantes, favoreciendo la facilidad de su conocimiento y acceso a los mismos.
Conseguimos una retroalimentación positiva entre los comercios y los servicios incrementando las ventas cruzadas. Así, acabamos de comprarnos una cazadora y tomando un café pensamos en que necesitamos un nuevo diseño de logotipo.
En ese momento, bien a través de la telefonía con Internet o por la Wi-Fi del establecimiento, consultamos las posibilidades de diseñadores que están establecidos en la ciudad. A la vez que consultamos este servicio, visibilizaremos otros que, tal vez, no conocíamos su existencia.
De esta forma estamos utilizando Internet para facilitar las ventas de los establecimientos de nuestro entorno que generan puestos de trabajo en el territorio. Pretendemos que los habitantes y visitantes de la ciudad conozcan la oferta existente antes de desplazarse a otra localidad.
Esta visibilidad de los servicios también posibilita una mayor cooperación entre las empresas existentes tanto para establecer recomendaciones cruzadas con los clientes, como para desarrollar nuevos servicios conjuntamente.
Es precisamente esta mayor afluencia de clientes y la cooperación empresarial la que posibilita una espiral de innovación. Si tenemos más clientes podemos ofrecer más servicios, y si cooperamos podemos ser más competitivos.
Y, si ofrecemos más servicios y somos más competitivos, podemos lograr que acudan más visitantes a nuestras ciudades. Así, creamos una espiral no sólo de innovación, sino de creación de empleo en el territorio.
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