Existe un consenso social generalizado en la necesidad de potenciar el desarrollo económico dada la preocupación por la dificultad de encontrar empleo y sus consecuencias tanto para las personas como para la sociedad.
Las estrategias de implementación de este desarrollo económico se basan fundamentalmente en la necesidad de crear empleo mediante el incremento de la competitividad de las empresas para que lo hicieran posible.
Respecto a los planes operativos para llevar a término estas estrategias se suelen proponer dos ámbitos de trabajo. La internacionalización para favorecer las ventas y la innovación para posibilitar el desarrollo de nuevos productos.
La complejidad actual tanto de las organizaciones como de los mercados conlleva que no existan soluciones generalistas ni para todos los sectores, ni para todas las tipologías de empresas, como ocurría hasta los 90.
De aquí la complejidad tanto del establecimiento de los planes operativos como de su puesta en marcha. Por inercia, tendemos a pensar en tipologías de planes que sí funcionaron en pasadas décadas, pero ahora ya no tienen la misma eficacia.
Consecuentemente a esta disfuncionalidad de los planes operativos, las acciones no acaban teniendo los resultados pretendidos en el establecimiento inicial de la estrategia de búsqueda de la competitividad para crear empleo.
Una forma de evitar este condicionamiento del establecimiento de planes operativos, es el pensar directamente en las acciones; de otra forma tendemos a compararnos con otros territorios sin focalizarnos en nuestras singularidades.
Este planteamiento es válido para todos los niveles territoriales, ya sea local, comarcal, provincial o regional. Podemos caer fácilmente en compararnos con los vecinos y solicitar los mismos planes operativos, sin profundizar en nuestra propia realidad.
En el ámbito del desarrollo económico esta focalización se plasma en tener en consideración a aquellas empresas de nuestro territorio que tienen capacidad de crear dinamismo y plantear los planes operativos teniendo en cuenta su conocimiento de la realidad.
Todos estamos de acuerdo con la anterior afirmación cuando se trata de multinacionales, que llamamos tractoras de nuestra economía, pero no así cuando descendemos a empresas de nuestro territorio al que ponemos cara y ojos concretos, y entonces sólo vemos intereses particulares.
Sin mencionar nombres concretos, en nuestro territorio, muchos planes operativos de desarrollo que han tenido éxito, han estado fundamentados en el apoyo mutuo entre la administración y empresas con capacidad de entender la dirección del mercado.
En el momento presente, esta tipología de empresas enraizadas en su territorio, son uno de los activos fundamentales a tener en consideración para encontrar la forma de desarrollo económico acorde al entorno.
Hoy más que nunca necesitamos de esta inteligencia social colectiva que nos permita empoderarnos con nuestro entorno y con nuestra gente, intentando que la envidia y el orgullo no nos dejen ver la realidad económica que se impone.
Una inteligencia social económica de diálogo entre los ámbitos de la administración, las empresas y la sociedad civil, pero sin olvidarnos que tenemos que contar especialmente con el olfato de aquellas empresas y personas capaces de desarrollar acciones específicas de desarrollo.
Como se dice en el final de la imprescindible película Metrópolis tras un debate dialéctico social a lo largo de su argumento, la mano necesita a la cabeza y la cabeza a la mano; independientemente no pueden sobrevivir.
En el ámbito concreto, esta consideración de las empresas tractoras de cada territorio, supone el pensar más en proyectos específicos de empresas que en planes para ayudar a los sectores con el objetivos de acelerar los procesos de creación de valor y, consecuentemente, de empleo.
Este plantemiento no quiere decir que no sean necesarios planes operativos generalistas, sino que es necesario que sean el resultado de la propuesta de las empresas tras valorar proyectos concretos de desarrollo.
Este empoderamiento de la empresa es necesario para que se sienta capaz de superar las dificultades planteadas por el mercado. La mejor herramienta terapéutica contra los temores es centrarse en acciones concretas, no pensar en dichos temores.
Esta focalización actual en la acción más que en la planificación, paradógicamente, es necesaria para que como sociedad logremos sentirnos capaces de afrontar la realidad en vez de paralizarnos pensando en los problemas.
Queremos crear desarrollo económico para crear empleo. Tenemos las personas capaces para posibilitar este desarrollo económico en cada entorno. La focalización en proyectos de empresa concretos puede ayudar a acelerar este proceso.
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