En el cielo limpio de nuestra
provincia podemos ver por la noche las luces intermitentes de algunos aviones
que la recorren. En la zona oriental, de las 22 a las 23 horas, se observan los tres vuelos diarios que unen
Londres con Ciudad del Cabo.
Desde las siete de la tarde con
intervalos de media hora salen del aeropuerto de Heathrow tres aviones de las
aerolíneas British Airways, South African Airways y Virgin Atlantic.
Se trata de un vuelo directo de
casi 10 mil kilómetros de distancia, realizado con aviones de alta capacidad,
con una duración de 12 horas que aterriza en Ciudad del Cabo a partir de las 9
de la mañana.
Así, cada noche unas mil
personas, sentados en grandes aviones del tipo Boing 747 y Airbus 330 y 340
volando a 9 mil metros de altura y 840 kilómetros por hora, atraviesan nuestros
pueblos con destino a Sudáfrica.
Es un testimonio silencioso de la
globalización que influye en todos los ámbitos de nuestra vida. Un sistema
complejo cuya dificultad de manejo la estamos sufriendo en la actual coyuntura
económica.
Durante las últimas década hemos
escuchado el lema “piensa globalmente y actúa localmente” referido no
únicamente a aspectos medioambientales, sino también económicos.
Pero, estábamos muy lejos de
poder prever la influencia tan grande que iba a tener sobre nuestras vidas y
empresas esta globalización que en la última década los avances de las
Tecnologías de la Información y las Comunicaciones han ayudado a incrementarla.
De repente, nos hemos visto
obligados a pensar localmente al ver que la globalización por sí sola no
favorece nuestro desarrollo económico y social. Y actuar globalmente para
compensar.
Esta actuación global supone la
aceleración de los procesos de internacionalización, entre los que, también, se
incluye la migración de los trabajadores a países donde existe demanda.
Este proceso ya se ha acelerado
en la mayoría de las empresas industriales que venden productos y en las
grandes empresas que ofertan servicios, como es el caso del turismo, las
constructoras y las ingenierías.
Pero, en una sociedad
predominante de servicios como la nuestra, se requiere que esta
internacionalización llegue también a las pequeñas empresas y profesionales de
la mano de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
Habitualmente el proceso de
internacionalización de las empresas surge de una forma natural por petición
del propio ecosistema en el que se mueve. En muchas ocasiones es por petición
de los proveedores o por imitación de lo que hace la competencia.
Aunque en una economía digital de
servicios, la rapidez de la innovación tecnológica ha hecho que este proceso
natural de internacionalización ya no sea suficiente para mantener la
competitividad.
Se precisa una mayor asertividad
y un análisis minucioso de todos los eslabones de la cadena de valor de nuestro
ámbito de negocio para esclarecer oportunidades sin partir de prejuicios
previos.
Así deberíamos diseccionar desde
las etapas de innovación y desarrollo a la de distribución, pasando por las de
producción, administración y comercialización. Muchas veces, para arreglar
algo, primero lo tenemos que acabar de romper.
El ámbito de la innovación y el desarrollo es el más
minoritario, pero es especialmente importante en cuanto que sirven de
referencia al sistema social de su entorno. La apuesta por facilitar su
visibilidad internacional es imprescindible.
En el otro extremo, la
distribución (el comercio electrónico) es el proceso donde más rápidamente se
ha crecido y existe mayor competencia al ser el más conocido tras una década de
existencia.
Tal vez sea en la producción de
servicios donde nos encontremos mayores posibilidades de recorrido debido a la
aceleración de la digitalización de sus procesos y a la mayor utilización de
los dispositivos móviles.
La digitalización de los procesos
está posibilitando la subcontratación no únicamente en países con menores costes
salariales, sino la de procesos complejos que necesitan una mayor
especialización.
La normalización del uso de los
dispositivos móviles con acceso a Internet favorece no sólo una mayor demanda
de los clientes, sino la contestación inmediata. La importancia mayor del idioma
español nos permite una ventaja competitiva en este aspecto.
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