miércoles, 30 de enero de 2013

Centrados en el cliente


Cuando paseamos por las plazas porticadas de los mercados casi milenarios de los pueblos de nuestra provincia, hemos de pensar que fueron el resultado de la obtención del derecho para comerciar.
Un derecho que les posibilitó el poder subsistir intercambiando los productos que en cada pueblo mejor se producían, posibilitando la generación de excedentes en el territorio.
Vale la pena acercarse a estas plazas uno de esos días grandes donde todavía se contagia en los vecinos el disfrute por el mercado. Así, la Candelera en Barbastro o San Miguel en Graus.
Hasta hace apenas unos 50 años los vecinos de los pueblos andaban muchos kilómetros para acudir a los mercados para vender sus productos y para comprar otros que necesitaban.
El mercado era un lugar de disfrute en cuanto que posibilitaba el tener contacto con personas y obtener nuevas noticias. No se iba únicamente a hacer negocio, a la vez se forjaba un grupo.
Esta situación de partida posibilitaba una relación de empatía con el otro en cuanto que interesaba qué estaba ocurriendo en tal pueblo o qué le sucedió a tal persona. Las personas importaban.
El marketing del mercado era muy básico, un trueque o compra de productos a un precio justo. Las relaciones comerciales duraban en el tiempo y se basaban en la confianza y en el conocimiento personal del cliente.
A lo largo de estas últimas décadas, ha ido cambiando tanto las estructuras comerciales como los modos de vida paulatinamente perdiéndose ese trato tan cercano y personal de entonces.
Para compensar esta pérdida de conocimiento del cliente el marketing nos ha facilitado una serie de herramientas muy centradas en el proceso de venta que, también, han ido cambiando con el tiempo.
La llegada de las redes sociales, sobre todo Facebook, nos ha retornado a una especie de mercado virtual de empatía. Aunque, para el caso de las empresas, se trata de una relación en grupo.
La realización de un mapa de empatía de nuestros clientes, nos puede ayudar a tener una mejor estrategia de relación con ellos, centrando nuestro modelo de negocio desde su perspectiva.
Lo primero que tenemos que hacer es seleccionar tres de los segmentos de mercado a los que nos dirigimos, para después elegir uno de ellos. Luego comenzamos a poner características demográficas a este tipo de cliente.
Para realzar el mapa de empatía de este cliente contestaremos a 6 preguntas: qué ve, qué oye, qué piensa y siente en realidad, qué dice y hace, qué esfuerzos hace el cliente, y qué resultados obtiene el cliente.
¿Qué ve? Es cuestión de describir el cliente en el entorno que se mueve. Así, el aspecto que tiene y quiénes son sus amigos. Qué ofertas tiene del mercado cada día. Qué problemas tiene.
¿Qué oye? Es preciso ser consciente de lo que escucha de sus amigos y de su familia. Ver quiénes son los que más le influyen y la manera cómo lo hacen. Qué canales de comunicación utiliza.
¿Qué piensa y siente en realidad? Su forma de pensar y sentir. Qué es lo más importante. Qué emociones le conmueven. Qué le fascina. Cuáles son sus sueños y sus aspiraciones.
¿Qué dice y hace? Imaginar lo que dice y hace cuando está con otra gente. Pensar en su actitud. Contar lo que dice. Ver si hay diferencias entre lo que dice y lo que realmente piensa.
¿Qué esfuerzos hace el cliente? Pensar en sus frustraciones. Analizar los obstáculos que se interfieren entre sus necesidades y sus deseos. Cuáles son los miedos que teme y le paralizan.
¿Qué resultados obtiene el cliente? Qué desea o necesita realmente. Cómo mide el resultado de su éxito. Averiguar las estrategias que debería utilizar para poder alcanzar sus objetivos.
Contestando a estas preguntas seguramente entenderemos mejor a nuestros clientes y les podremos ofrecer una propuesta de valor por la que esté dispuesto a pagar. Sentirnos comprendidos ya es una propuesta de valor en sí.

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