Una imagen, a menudo, nos ayuda a comprender
un concepto abstracto. Este es el caso del embudo, cuya metáfora la utilizamos
para explicar muchas situaciones. Vamos a utilizarlo para el caso del canal de
las redes sociales.
Como todos los nuevos canales, cuando nacen,
se postulan como la solución universal a todos los demás. Ese fue el caso del
comercio electrónico en la primera década de este siglo.
Al principio, muchos pensaban que no iba a
triunfar y otros creían que todo el comercio sería electrónico. Hemos sido
testigos de cómo ha ido evolucionando este canal en los distintos sectores.
Así, en este caso, el del comercio
electrónico, hemos visto que se han ido creando distintas segmentaciones que
conviven. De forma que es muy habitual que muchos pequeños comercios dispongan
igualmente de este tipo de canal.
De igual manera sucedió con las redes
sociales, al palio del denominado Web 2.0, que publicitaba la necesidad de
interactuar con los clientes. Primero recelosas y ahora convencidas vemos la
presencia habitual de las empresas.
Entre todas las redes sociales, Facebook, es
el paradigma de todas ellas por su tamaño y continuos cambios. En los últimos
años muchas empresas han invertido en este canal para lograr una comunidad de
seguidores.
Realmente, era una forma muy rentable de
llegar a los clientes. Pero, desde noviembre de 2013 Facebook ha ido reduciendo
el reparto gratuito de las publicaciones, a la vez que ha ido sofisticando sus
herramientas de publicidad.
Las empresas se quejan de este hecho pero,
por otra parte, tampoco era ya sostenible el disponer de una comunidad cada vez
más heterodoxa difícil de manejar como una sola unidad.
Ya no es suficiente que nos conozcan, sino
llegar a cada segmento de cliente con distintas propuestas de valor. Aquí,
entran las posibilidades cada vez mayores de la segmentación de la comunicación
en los medios digitales.
Así, identificamos un segmento de clientes
con una propuesta uniforme de propuesta de valor al que nos vamos a dirigir por
los canales más adecuados, ya sean los digitales o los tradicionales.
De esta forma, seremos más eficaces en
convertir estos posibles clientes para que nos consideren como alternativa para
sus compras. En esta fase, entran las herramientas de reputación, como son los
blogs.
Aparte del precio, con la información
facilitada en la web, en las redes sociales y en nuestro blog, estamos
añadiendo el componente servicio que le da valor al potencial cliente.
De este grupo que nos considera, lograremos
un porcentaje de personas que nos compren. Si son nuevos clientes, deberíamos
estar muy cuidadosos que esta experiencia sea positiva para retenerlo como
cliente y para que nos recomiende.
La parte final del embudo son las ventas.
Mantenemos el caudal con la atracción de nuevos clientes, pero sobre todo, con
la fidelización de los ya existentes que tenemos que mantener.
Para gestionar la fidelización de los
clientes se han ido creando distintas herramientas, como son los CRM, software
de gestión, las tarjetas de compra o, más recientemente, las aplicaciones
móviles.
Como ya hemos ido comentado, no nos debemos
centrar en la tecnología, sino en el uso que debemos hacer de ella. Seguramente
una aplicación móvil puede ser una forma muy eficaz para mantener la fidelización,
pero no para todo tipo de clientes.
Es la tecnología la que debe adaptarse a
nosotros y a nuestros clientes y no al revés. La asimilación de los cambios la
realizamos de forma orgánica y no disruptiva para que el primer árbol no nos
impida ver el bosque.
Si estamos en un tiempo donde se aconsejan
las metodologías agiles de gestión, de igual manera deberían ser las
tecnologías que utilicemos para soportarlas. La clave es la forma como
gestionamos, no la tecnología.
Las empresas no deberían “pasar por el
embudo” de las plataformas tecnológicas predominantes. Es necesario que
empresas de servicios adapten estas tecnologías para que se usen de forma
natural.
Indudablemente, la tecnología es muy
importante porque permite una mayor productividad y eficacia, pero su
implantación y gestión deberían resultar más ergonómicas.
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