viernes, 27 de febrero de 2015

Sufrimiento cero


Como seres humanos estamos en continua maduración, no sólo en su sentido histórico, sino en el periplo vital que todos desarrollamos a lo largo de los años de nuestra existencia.
Con los años, comprobamos en nosotros mismos como va ocurriendo esa transformación. Sin duda, esto nos hace ser más tolerantes con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

Recuerdo que, cuando acabé Psicología, estaba obsesionado con el pensamiento ergonómico. Quería que los procesos fueran “fáciles de entender”. Estaba inmerso en la Inteligencia Artificial y las metodologías de resolución de problemas.
Esta pasión me llevó a estudiar un postgrado que se hacía en Ergonomía. Aquí es donde conocí el ámbito de la empresa que, hasta entonces, había pasado inadvertido en mi vida.

Esta carencia me llevó a estudiar en una escuela de negocios un master en administración de empresas. Estos dos años supusieron el conocer nuevos paradigmas hasta entonces ajenos.
Mi aterrizaje en el ámbito laboral me ha ido haciendo contrastar todos estos paradigmas teóricos en los que me formé. Al principio, me importó mucho la aplicación de metodologías. Todavía es algo que me gusta.

Las relaciones en el trabajo me han hecho conocer las dificultades laborales en todos sus ámbitos, desde el organizativo, el sindical al psicológico. Como si fueran distintas capas de un sistema.
El “dinamismo brutal” en que nos encontramos ha hecho que se queden obsoletos por falta de utilidad los libros de procedimientos y los sistemas de calidad meticulosos por pura ineficacia.
La “crisis económica” ha reventado el sistema dialéctico sindical que permitía un equilibrio de fuerzas a través de los convenios colectivos y la negociación reivindicativa.
La “evolución social” está transformando completamente tanto los perfiles personales, familiares como sociales de las personas con las que compartimos nuestra vida laboral.

Ante esta “crisis continua” es necesario quedarnos con el concepto de oportunidad, pero para ello es necesario que nos tomemos muy en serio la forma como nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.
Hay una  frase de Buda, “el dolor es inevitable, el sufrimiento opcional”, que es muy potente para la transformación personal. Podría trasladarse al ámbito organizacional,  “la crisis es inevitable, el sufrimiento opcional”.
No podemos evitar que haya conflictos en el trabajo, pero sí podemos incidir en la forma como los solucionamos. Con el conocimiento actual, es posible llegar a un sufrimiento cero.

Tendríamos, al final de la jornada,  que limpiar “los malos rollos” de la misma forma que se limpian las instalaciones. Como dice la psicóloga oscense Chusa Castán, “echar la basura fuera”.
La psicología aplicada actual cuenta con muchas técnicas que se han comprobado que son eficaces. Lejanos quedaron aquellos libros de autoayuda “exotéricos” que nos encontrábamos en las librerías en los años 80.

Esta necesidad de educar nuestra forma de pensar y sentir es latente en los medios de comunicación. Sirva como ejemplo las palabras del psicólogo Ferran Samurri en La Vanguardia en una entrevista titulada “Hay que pensar bien, para sentirte bien”.
A la pregunta del periodista, “¿Cómo se enseña a pensar?”, Ferran contesta: Para empezar hay que aprender a detectar lo que sientes, y cuando te sientes mal decirte: "No voy bien".
Continua: “En lugar de mirar a tu alrededor en busca de quién o qué es lo que te hace sentirte mal, mira lo que ocurre en tu cabeza: qué percepción debes cambiar.” Nos habla de técnicas de psicología cognitiva muy contrastadas.

El reto para lograr un “sufrimiento cero” es que las organizaciones también aprendan a pensar bien. En los 90 se habló mucho del coste de la calidad, ahora tendríamos que empezar a hablar del coste de no pensar organizativamente bien.

Podríamos comenzar por culpabilizar menos. Como dice Ferran: “No queda otra que aprender a tener autoestima, a pensar mejor, a empatizar, a relacionarse, a comunicarse, a esforzarse”.

Daniel Vallés Turmo

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