miércoles, 14 de marzo de 2018

Colonos

Colonos

Ha sido un acierto que el galardón de los XX premios Félix de Azara se concediera a los 15 pueblos de colonización de la provincia de Huesca. Un reconocimiento justo y necesario para recordar nuestra historia.
Me sorprendió que “los colonos” vieran como un gran problema la despoblación y la falta de gente joven. De manera que el problema del “poblamiento” es común a toda la provincia.
Tuve la necesidad de explorar un poco cómo había sido ese proceso de colonización. 

La existencia de un pueblo que se había abandonado llamado Puilatos (ver ruta Puilatos en el blog Caminos de Barbastro) fue el desencadenante. Esta población se desalojó en el año 1977 por estar asentada sobre una zona que producía agrietamiento en los edificios. Formaba parte del sector de colonización del Canal de la Violada.

Puilatos antes de ser abandonado en 1977
El proceso de colonización, que fue un proyecto nacional que creó 300 poblaciones en toda España, empezó por este lugar porque era donde estaba más adelantadas las obras del proyecto de Riegos del Altoaragón.
Así, el objetivo de esta colonización era lograr valor añadido de las obras de riego que se habían comenzado a realizar y estaban planificadas para las próximas décadas.
El primer pueblo colonizado fue Ontinar del Salz en 1945 y el segundo El Temple en 1946. Ambos territorios podían ser regado por el Canal de La Violada que se iniciaba en el Embalse de Tormos.
El embalse de Tormos inició sus obras en el año 1915. Era el punto de partida del Canal de Monegros. La primera fase de las obras se realizó hasta 1934 y el recrecimiento actual en 1963.

Para la construcción de esta infraestructura se creo la Colonia de Tormos (ver ruta Tormos en el blog Caminos de Barbastro) que llegó a tener varios barrios conforme se necesitaba más mano de obra. En la actualidad vale la pena visitarlo para conocer los barrios de la Iglesia y de La Cultural.
Esta colonia se despobló casi totalmente cuando se acabaron las obras. Muchos de los trabajadores fueron a otras localizaciones donde se necesitaba mano de obra para la construcción de infraestructuras.

Castillo de Tormos. Derruido para la construcción del embalse

Esta realidad fue muy común en las primeras décadas del siglo XX en nuestra provincia. Las obras del Canfranc, las del Canal de Aragón y Cataluña, el embalse de La Peña, las minas de Parzán y los saltos hidroeléctricos de Seira y Lafortunada, entre otros.
En todos estos lugares se crearon barracones, poblados, campamentos o colonias para alojar a los trabajadores y sus familiar mientras duraban las obras. Luego, la mayoría se iban por la falta de trabajo.
La guerra civil fue un parón en este proceso hasta la década de los años 60 que trajeron los planes de desarrollo con la construcción de embalses, canales de riego y polígonos industriales.

En una primera fase, se inició el mismo proceso de poblamiento provisional, pero luego tuvo lugar un asentamiento de la población sobre todo en las ciudades de Barbastro, Huesca, Sabiñanigo y Monzón.
Desde entonces han sucedido cambios importantes en la facilidad del transporte, las comunicaciones y la globalización que han trastocado el proceso tradicional de asentamiento de la población.
De manera que ya es más difícil copiar planes de desarrollo que funcionen entorno a la creación de infraestructuras, sino que la creación de riqueza y el posterior asentamiento de la población depende de administraciones y empresarios que son capaces de adaptarse a la nueva situación.
Actualmente es más fácil trabajar a mayor distancia de donde se vive, ya sea desplazándose o por teletrabajo. De manera que las zonas de influencia económica son de mayor dimensión.
Son los inmigrantes los que más rápido se han adaptado a esta situación. Así, es normal que una persona que esté haciendo tareas agrícolas en Almería tenga la  disposición y la capacidad de estar al día siguiente en el Somontano.

Pero hay cosas que no han cambiado de aquellos colonos. La primera, el coraje para comenzar de nuevo; la segunda, la constancia para haber sido capaces de mantener vivos los pueblos; y la tercera, la ilusión que transmiten a las nuevas generaciones.

Artículo publicado en el Diario del Altoaragón el 14 de marzo de 2018

Daniel VALLÉS TURMO

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