Ahora que está de moda hablar de la “España vacía”, es
necesario ejemplificar en casos particulares para no caer en un
concepto que no le damos un significado real, sino teórico.
El pasado 30 de marzo estuve haciendo de logística en una excursión
de senderismo infantil en Fonz. Me acerqué antes con el coche y tomé
un café con leche en el bar de la plaza.
No paraban de llegar coches para tomar algo antes de comenzar las
tareas del día. Allí coincidí con el farmacéutico, que luego fui
a visitar a la farmacia que regenta a apenas unos metros.
Me encantó ver una foto de los niños del colegio que una vez al año
visitan la farmacia y los pesa y mide. Me dice que les gusta mucho a
la gente mayor mirar esa foto.
Vienen los senderistas y los acompaño con el coche a la Ermita de
San José donde se han señalizado las trincheras y una posición de
cañones que se prepararon en la Guerra Civil, pero que nunca se
llegaron a utilizar.
Es el último elemento turístico que ha realizado el ayuntamiento
para hacer más apetecible su visita. La verdad que el casco
histórico es suficiente con sus palacios renacentistas para merecer
una visita. Además de su expléndida iglesia con el retablo del
maestro Pedro de Benabarre.
Vuelvo a la villa para esperar que vengan. Veo como abre la persiana
una tienda de alimentación junto la famosa fuente. Una vecina, que
antes he visto en el bar, me dice que no hay nadie hoy por la calle.
Me comenta que ella tuvo un negocio y lo tuvo que cerrar. Me dice que
el cartero no hace más que repartir paquetes de China por “Amazón”.
También me dice que ha cerrado el hotel con encanto que había.
Se va la mujer y vienen unos turistas. Les comento que luego vamos a
hacer una visita con el grupo, por si se quieren apuntar. Preguntan
por el hotel-restaurante, pero les digo que está cerrado.
Sorprende que una población con tantos aspectos para visitar no
logre mantener abierto un restaurante de calidad. Posiblemente la
lejanía (16 kilómetros) desde Barbastro influya en la viabilidad.
Desde la crisis, las personas se piensan coger el coche, tanto por el
coste de la gasolina como por el coste del mantenimiento que supone.
Realmente, los impuestos de la gasolina son letales para la llamada
“España vacía”. Es como si el billete de tranvía de Zaragoza,
que vale 1,35 euros costase 5 euros. Sería una verdadera barrera
para su uso. No se puede equiparar todo.
En este caso, siempre he estado a favor de la política
norteamericana de no penalizar el transporte en tu vehículo no
poniendo impuestos a la gasolina. Es algo que tendríamos que pensar.
Nos vamos encantados de Fonz tras la visita que nos ha preparado la
guía para volver al día a día en nuestras ciudades de origen,
sobre todo Barbastro. Los más felices, los niños.
Otro día voy a visitar a un amigo que vive cerca de Jaca. Vamos a
comer a un bar de carretera a los pies de Embun. Luego subimos a
visitarlo. Junto al aparcamiento está el colegio. Nos preguntamos si
estará abierto.
Recorremos la hermosa calle principal y antes de visitar la iglesia
nos encontramos una joven con un niño. Le pregunto por la escuela.
Nos dice que ella es una de las maestras.
Hay 23 niños y la comida la hacen en un bar de la localidad. Así
que es comida casera. Hacen jornada continua y por la tarde
actividades organizadas por la APA. Acaba diciendo que “nos
animemos a venir a vivir aquí”.
Me gusta este elemento comercial de “vender lo nuestro”. Es algo
que deberíamos practicar más todos, para que las decisiones no se
basen únicamente en aspectos económicos de gastar lo menos posible.
Hace unas semanas quería ver las reliquias de una iglesia en el
Somontano y ninguno de los regentes de los negocios abiertos me supo
decir el horario de la misa. Cuando fui a visitarla, escuché a unos
de ellos, decir que no había gente.
“Vender lo nuestro” es también vender lo de los demás, porque
lo que le queda al turista es la experiencia que ha tenido de la
visita realizada, no solo en nuestro negocio sino en todos. De esta
valoración, dependerá que nos recomiende.
Daniel
VALLÉS TURMO
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