Esta últimas semanas tres persona distintas han preguntado mi opinión sobre tres temas: la complejidad global, el tema de Cataluña (he vivido 10 años allí) y las posibilidades de desarrollo de un territorio de nuestra provincia.
Mi contestación fue rápida y firme para las tres. En dos de esos casos, la respuesta fue positiva y en el tercero, negativa. No voy a entrar en estas respuestas porque no es el objetivo de este artículo.
No es porque tuviera las contestaciones preparadas, sino porque nuestro cerebro no deja de estar trabajando y eran temas que eran candentes e, inconscientemente, estamos creando opinión continuamente.
Tampoco es porque yo se un estratega. Sí que he conocido estrategas ejecutivos de grandes empresas. Casualmente los dos entraban a trabajar a las 6 de la mañana, 3 horas antes que lo hicieran el resto de su equipo.
Los dos tenían una hora de coche hasta el lugar de trabajo, y los dos hacían una hora de deporte antes. Con lo cual, posiblemente se levantarían hacia las 4 de la mañana. Esto es algo muy normal en los grandes ejecutivos anglosajones en la actualidad..
Quiere decir que tenían dos horas (la de deporte y la de conducir) para que la mente trabajara de forma inconsciente. Al llegar al trabajo preparaban los aspectos más relevantes que tenían que resolver en la soledad de sus despachos.
Cuando llegaba el equipo ejecutivo, los reunían y, primero, escuchaban los problemas que había en la empresa. Luego, planteaban las tareas ejecutivas a realizar más relevantes.
Estrategia sin acción y acción si estrategia no es lo más adecuado en la gestión de una empresa. Al igual que ejecución sin escucha y escucha sin ejecución, tampoco es lo más adecuado.
Cada día se habla más de la inteligencia artificial basada en el “big data” como aspecto relevante en las empresas del futuro como solución a la complejidad del entorno.
Pero, en parte, esta perspectiva de resolver el problema es “mirar el dedo” en vez de “mirar la luna”. Es necesario aprender competencias para poder desarrollar la gestión en un entorno complejo. Las soluciones tecnológicas por si solas tienen algo de pensamiento mágico y de “aprendiz de brujo”.
Un de estas competencias es la gestión estratégica, que como he descrito no se basa únicamente en aprender unas técnicas, sino en la preparación de la propia mente para aprender de la experiencia y ser capaz de establecer planes y acciones.
No es mi intención que los empresarios de nuestra provincia asuman este horario de convento benedictino, sino que sean conscientes del funcionamiento de nuestra mente.
Al igual que las ollas express, es necesario que el vapor salga cuando la presión es excesiva. Y, mejor aún, crear espacios preventivos para manejar esa presión de forma segura.
No es fácil aprender de uno mismo porque estamos contaminados por formar parte del mismo sistema y conlleva un sesgo en el proceso de evaluación de la realidad que la procesamos, en parte, de forma subjetiva.
Es más eficaz el aprendizaje vicario, aprender de los otros. En palabras más llanas: copiar, copiar y copiar. Pero, no copiar de forma no indiscriminada, sino comenzando por lo más importante.
Y copiar primero, de nuestro entorno más próximo, que es el que está más cercano a nuestra realidad y, posiblemente, el que es más fácil de adaptar a la realidad de nuestras circunstancias.
Vivimos en un entorno privilegiado rodeados de naturaleza donde es muy fácil desconectar la mente. Una ventaja sobre las grandes ciudades o sobre las urbanizaciones que las rodean.
Creo que todo tiempo ha sido vividos como complejo por el ser humano, porque los medios que disponían para afrontar la realidad eran distintos. Y el que nos ha tocado vivir no lo es más que otros anteriores.
El creerlo así, el pensar que vivimos un momento muy complicado, debilita nuestra capacidad de procesar la realidad con prejuicios previos y, consecuente, la de crear soluciones.
Daniel VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragon el 27 de octubre de 2019
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