Octava semana de confinamiento. Primer lunes de la fase 0. El
comercio ya puede abrir con cita previa. Por la calle no veo ningún
establecimiento abierto de los que pueden abrir. La ciudad parece
desierta salvo por los pocos paseantes.
Los carteles de las pareces se han parado en la primera semana del
mes de marzo. Durante dos meses han quedado allí, como si se hubiera
parado el tiempo. Tampoco se publican las esquelas desde entonces.
Sin embargo, en los balcones y ventanas vemos muchas pancartas donde
se dibuja un arco iris con la frase “todo irá bien”. Resulta
chocante la paralización a nivel de calle y la esperanza en los
pisos.
El domingo anterior a este lunes veo a un amigo que está en su
almacén cargando mercancía. Le comentó que si va a abrir el lunes.
Me dice que se va a esperar a la fase 1 donde ya no es necesaria la
cita previa.
Por lo que he visto, muchos han tomado esta decisión y esta semana
están preparando la mercancía y el establecimiento para volver a
“abrir la persiana” tras dos meses.
Esperemos que “todo irá bien” y poco a poco se vaya
restableciendo la confianza por ambas partes, los comerciantes y los
clientes. A ver si desciende la “esperanza” a la calle.
La restauración y los bares tendrán que esperar un poco más o que
se cambien las normativas para que sea viable el sector. Igualmente,
se tendrá que restablecer la confianza con los clientes.
En la comarcas turísticas de norte de nuestra provincia, se está
esperando a la fase en que puedan venir de otras provincias a las
segundas residencias y a los hoteles para “volver a empezar”.
Todavía más tarde, aunque muy necesario, es que se pueda abrir la
frontera con nuestro país vecino de donde proceden muchos visitantes
durante todas las épocas del año.
Sobrarbe ha quedado penalizado con la decisión de nuestro vecino
país de cerrar el túnel. Ya no pasan los camiones que podrían dar
vida a algunos establecimientos de restauración. La carretera está
desoladora.
Nos han robado “mitad primavera”. El sábado 2 de mayo las pistas
estaban llenas de ciclistas y senderistas volviendo a retomar el
contacto con la naturaleza que no ha parado. Un indicador de que
“todo irá bien”.
Si tomabas una senda era casi impracticable por el metro de
vegetación que la cubría. Las señales apenas se podían ver porque
estaban cubiertas por la misma vegetación.
La sabia de las plantas no habían parado estos meses, ni la vida de
los pájaros cuyo trinar ensordece la brisa del amanecer. Ni los
agricultores habían dejado de cuidar los campos.
El perro blanco de la granja que siempre me ladraba cuando pasaba, lo
cojo dormido junto a la puerta de la valla. Lo despierto y su ladrido
está afónico ya desacostumbrado a ver paseantes y ciclistas.
Algo así nos va a pasar. Volver a acostumbrarnos a los hábitos e
incorporar otros nuevos. Pero “todo irá bien” porque la
vitalidad de nuestra especie pronto superará los miedos que ahora
vemos.
Llego a la cruz del camino de Remillón por donde pasa el camino al
monasterio de El Pueyo tan transitado durante el mes de abril. Está
rodeada de vegetación. Ninguna persona se ha sentado en sus
escalones.
Posiblemente, habrá negocios que no vuelvan a abrir o que tengan que
cerrar. No “todo irá bien”. A veces, las “manos invisibles”
de mercado hacen que sea imposible la viabilidad económica.
Igual que este año los aviones (parecidos a las golondrinas) apenas
los veo en mi calle porque no hay insectos voladores. Supongo que la
continua desinfección de las calles habrá afectado a que no los
haya.
Otros años había cientos. Posiblemente abandonarán los nidos y se
irán a otra parte donde tengan alimentación para criar a la nueva
generación. No es que no les guste la calle, es que no pueden vivir.
Espero que vengan el próximo año con su estruendoso ruido cuando
vuelan en grupo buscando la comida, que hace que la naturaleza entre
en la ciudad. De la misma forma espero que podamos ir revitalizando
las calles y sus negocios.
Daniel
VALLÉS TURMO
Publicado en Diario del Altoaragon el 10 de mayo de 2020
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