No se puede hablar de una forma generalista del sector industrial,
porque nos encontramos con actividades muy distintas, como es el caso
de la agroalimentación, la química o la instrumentación médica.
Sin embargo, sí podemos encontrar unos parámetros de innovación
comunes.
El primer elemento a considerar es la posición del cliente como
centro de la actividad de la empresa. Actualmente, el pensar en el
producto ya no es lo habitual, como ha sucedido durante decenas de
años en el marketing.
En la mayoría de las empresas industriales de nuestra provincia, ese
cliente suele ser otra empresa, ya bien sea fabricante de un producto
o distribuidora de producto. En el caso de tratarse de clientes
finales, éstos son conocidos.
El caso de la empresa que desarrolla y fabrica para un mercado amplio
de consumo no suele ser habitual en nuestro entorno, sino que cada
vez más se parte de una mayor segmentación e individualización.
De forma que la focalización del marketing se encuentra en
satisfacer esas necesidades de clientes concretos y no en la creación
de productos para un mercado no identificado. Distingamos entre un
cliente industrial o comercial.
Cuando se trata de un cliente industrial que desarrolla un producto,
las empresas colaboradoras trabajan en común para poder añadir el
máximo valor con el mínimo coste. Es una relación sinérgica entre
empresas de distintas actividades codiseñando y fabricando
conjuntamente.
Cuando se trata de un cliente comercial, a modo de ejemplo el caso
Mercadona, los proveedores se ajustan a las necesidades y precios que
la empresa que está en contacto directo con los consumidores
considera adecuados. A cambio, se establece una relación de
fidelidad con el proveedor.
El segundo elemento de análisis es el ecosistema empresarial que se
encuentra en el proceso de creación de valor del producto. Nos
encontramos con una tendencia al trabajo en red de empresas de tamaño
reducido.
Una vez definido el producto, la empresa que se responsabiliza de su
producción, se pone en relación con sus empresas colaboradoras para
definir el plan de trabajo para su ejecución. Se establecen
relaciones de confianza y flexibilidad.
Dado que la creación de los productos depende de nuestros clientes,
las empresas pueden estar involucradas en actividades distintas, bien
produciéndolas directamente o subcontratándolas a otras empresas.
En términos de clúster, asociación de empresas entorno a un
determinado sector, una empresa puede estar involucrada en varios de
ellos, ya que puede verse involucrada en la cadena de valor de
distintos productos.
El clúster ayuda a que los ecosistemas empresariales de un
determinado sector o producto en un entorno geográfico, puedan
colaborar en actividades de investigación, gestión y promoción en
el que no compiten las empresas.
El último agente implicado es la tecnología. Este sistema está
compuesto por los organismo públicos y privados que posibilitan el
acceso a la investigación y al desarrollo, así como los
departamentos de las universidades.
En Aragón nos encontramos con distintos centros tecnológios
especializados y el Instituto Tecnológico de Aragón que abarca un
amplio espectro. Así mismo, las universidades cuenta con su
departamento de tranferencia de innovación con las empresas.
La mayoría de estos organismos han desarrollado competencias en las
actividades que el tejido empresarial ha ido solicitando, pero el
rápido avance de la tecnología está haciendo que no se pueda
acceder a todas las nuevas necesidades.
Esta realidad supone que las empresas accedan a otros centros
tecnológicos de otras comunidades autónomas y otros países y, que
a su vez, los centros tecnológicos de nuestra comunidad colaboren
con empresas foráneas.
Esta descentralización del acceso a la tecnología, hace que las
empresas se vayan especializando en la colaboración con otras
empresas y centros tecnológicos para poder desarrollar el producto
encomendado en el corto periodo de tiempo exigido.
La relación de estos tres agentes implicados (clientes, empresa y
tecnología) crea un ecosistema de innovación que se retroaliemta y
crece conforme los clientes tienen éxito en la comercialización de
los productos.
Este crecimiento no se desarrolla únicamente a nivel de cada
empresa, sino también en el entorno geográfico próximo. El
paradigma cambia de crecer con nuestros productos a crecer con
nuestros clientes.
De manera que el propio proceso de innovación conlleva al paulatino
cambio de la gama de productos conforme las demandas del mercado van
cambiando también. Conforme innovamos con nuestros clientes, vamos
innovando los productos.
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