martes, 15 de mayo de 2012

Buscar o encontrar

Cuando a un emprendedor con éxito se le pide consejo sobre la forma de actuar de quien empieza, habitualmente, responde que tiene que disfrutar haciendo su proyecto sin importarle fracasar.
Por aquello que nuestra memoria es selectiva, este tipo de respuesta no corresponde realmente a la actitud que en su día tuvo el emprendedor con éxito; sino que es la forma como lo ha querido asimilar.
Una gran parte de las oportunidades empresariales no surgen por una decisión rigurosa de búsqueda, más bien son opciones que se encuentran en el devenir familiar, profesional o empresarial.
Evidentemente, como la frase que se atribuye a Pablo Picasso, así como la creatividad te tiene que coger pintando, las oportunidades se encuentran porque se está con una actitud de búsqueda.
Una actitud de holgazaneo ni es motivante, ni crea valor; pero muchos negocios cotidianos suponen un trabajo no especialmente gratificante. Incluso, puede crearse valor sin trabajo, como es el caso de una inversión financiera.
De aquí la diferencia, que ya nos viene desde los romanos, de ocio y negocio. Se busca una gratificación personal compensatoria en el tiempo de ocio y no en el tiempo de negocio.
Sin embargo, en una economía como la actual con un predominio del sector servicios y una tendencia a una sociedad del conocimiento, muchas aficiones pueden ser el inicio de un negocio debido a la dedicación y pasión dispuestas.
Esta posibilidad es factible por la disponibilidad y abaratamiento de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, que permite una profesionalidad con un coste reducido.
En nuestro entorno, conocemos a personas que han empezado con un blog como afición y que actualmente han logrado crear valor añadido para poder dedicarse profesionalmente.
Llegado a este punto, estas personas necesitan mantener la generación de valor adaptándose a los requerimientos del mercado, los clientes y los usuarios con una gestión empresarial.
En la mayoría de ocasiones, estos emprendedores logran un valor añadido suficiente para mantener su puesto de trabajo en colaboración con otros, pero sin crear puestos de trabajo adicionales.
En el caso que el proyecto crezca y se vaya profesionalizando, se va creando una empresa en la que va siendo más importante el modelo de negocio que la actitud de los trabajadores.
Muchas veces, este emprendedor que ha creado la empresa, comienza otros proyectos. No siempre resultan exitosos, pero mantienen la pasión personal y empresarial en su entorno.
El papel dinamizador de estos “emprendedores en serie” es imprescindible en una sociedad por el carácter catalizador en la puesta en valor de los recursos disponibles a su alrededor.
Pero, todavía es mayor el valor añadido social cuando, como ocurre en la cultura anglosajona, este emprendedor con éxito retorna una parte de sus beneficios a la sociedad en forma de donaciones a instituciones.
Igualmente es importante su papel catalizador en la financiación de nuevos proyectos empresariales tanto por el aspecto económico como por su capacidad para detectar la oportunidad de negocio.
Paradójicamente, este mecenazgo emprendedor suele conllevarle a largo plazo un mayor rendimiento al permitirle acceder a nuevos sectores que de otra forma no le hubiera sido posible.
Este ecosistema emprendedor anglosajón es muy efectivo para detectar y acelerar nuevas oportunidades de negocio que creen valor añadido, siendo la semilla de la regeneración del tejido empresarial.
Es precisamente esta socialización de la creación de valor añadido una de las ventajas competitivas de la cultura económica liberal anglosajona aunque pueda parecer contradictorio.
Tal vez, encontrar modelos de negocio sostenibles, es una cuestión no únicamente de búsqueda de interés personal, como atribuía Adam Smith, sino un interés social fundamental.

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