Parece una persona joven, dinámica y alegre. Cuando
habla y por el aspecto se le ve contento. Vamos hablando. Me comenta que él
también fue emprendedor hace unos años.
Me explica su proyecto que comenzó con otros
compañeros de la universidad facilitando unos servicios que tenían que ver con
lo que habían estudiado. Los primeros años fueron muy bien.
Habían logrado un nicho de mercado en el que
tenían contactos y estaban aplicando lo que habían estudiado. Así, que todo iba
engrasado. Compañeros, trabajar en lo que te gusta y ser tu propio jefe.
Pero, poco a poco, los compañeros fueron
dejando la empresa atraídos por la seguridad de ofertas de trabajo por cuenta
ajena. Hasta que, finalmente, se quedó solo en el proyecto.
Una oferta de trabajo atractiva le hizo
abandonar. Fueron varios años de seguridad y buen salario, pero dejó de haber
actividad y acabó en el paro sin encontrar otra empresa sustitutiva.
Me dice que lleva un tiempo con una depresión
y que está rehabilitando una casa familiar para estar ocupado. Ha comenzado a
hacer deporte y se encuentra mejor físicamente.
Cuando se comienza un proyecto emprendedor la
activación es muy elevada y las emociones son positivas por las expectativas
depositadas. Tenemos alegría, ilusión, satisfacción y confianza.
Esta activación supone la puesta en marcha
del sistema nervioso simpático. Con el paso del tiempo vienen la confrontación
de problemas en el proyecto, las emociones tienden a ser menos positivas.
Estamos inclinando la balanza hacia la zona
del estrés. Comienza el agobio, el miedo, la frustración y emociones que van
haciendo que se vayan descolorando aquellas emociones positivas iniciales.
Si seguimos mucho tiempo en la zona de
estrés, acabaremos activando el sistema nervioso parasimpático que nos hará ir
perdiendo la activación. Pasaremos al estado de emoción negativa y activación
baja.
Llegamos a la fase de la depresión de donde
no es fácil salir por la activación del sistema nervioso parasimpático. Las
emociones son de tristeza, culpabilidad, decepción y pereza.
Si estamos mucho tiempo en la zona de estrés,
estamos jugando muchos números para pasar al estado de la depresión. Como se
está ocupado, no somos conscientes de las posibles consecuencias perniciosas.
Así, el primer elemento a considerar es esta
autoconciencia que nos permite una valoración adecuada de la situación en la
que nos encontramos para tomar las medidas adecuadas.
El segundo aspecto sería el desarrollar la
habilidad de la autogestión para mantener esa autoconciencia de la valoración
de la situación para no estar demasiado tiempo en la zona roja de riesgo, así
como saber gestionar el tiempo en el día a día.
La tercera medida sería desarrollar
habilidades que facilitan la relación eficaz con los demás, como son la de comunicación,
el trabajo en equipo y la capacitación para la resolución de conflictos.
Con estas habilidades tratamos de evitar
permanecer de forma crónica en la zona roja del estrés que nos puede llevar a
la depresión sin ser conscientes de que estamos llegando a ese estado.
Desde el comienzo del proyecto emprendedor,
se aconseja disponer de un tiempo planificado para la calma. Permanecer en una
zona de emoción positiva y activación baja.
En esta zona se desarrolla la creatividad, el
pensamiento a largo plazo y la capacitación para gestionar los conflictos que
el día a día no nos permite gestionar. Es un tiempo vacío para completarse con
lo importante que lo urgente no nos deja desarrollar.
Tiene que ser un tiempo de calidad. No vale
lo del viernes por la tarde. Sería ideal una tarde o una mañana del miércoles
en la que ya hemos encarrilado la semana, pero no estamos cansados.
Espero poder volverlo a ver y comentar un
nuevo proyecto emprendedor para volver a activar la ilusión, la satisfacción,
la alegría y, sobre todo, esa confianza que hay que volver a construir.
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