La
globalización de los mercados y la capacidad que nos da Internet para alcanzar
cualquier mercado, hace que nos olvidemos de un principio básico desde los
inicios del marketing, la segmentación.
Es muy
difícil que tengamos éxito en un mercado amplio si no hemos realizado
previamente esta selección. Por llegar a más público, no significa que tengamos
más éxito.
Sin
embargo, si somos competitivos para un determinado grupo de clientes, nos
podremos aprovechar de las nuevas tecnologías para poder escalar el mercado
rápidamente.
Un grupo
de clientes pertenecen a un segmento diferente cuando se cumplen los siguientes
requisitos. Las necesidades que tienen conllevan el realizar una oferta
diferente.
Son
necesarios distintos canales de distribución para alcanzar a estos clientes.
Igualmente, necesitan un tipo de relación distinta ya que hay distinción en el
precio para las distintas propuestas de valor.
El
centrarnos primero en la propuesta de valor (el producto o el servicio) nos
lleva a olvidarnos de esta segmentación de clientes que es necesario hacer
antes. ¿Para quién estamos creando valor?
El
Benchmarking, análisis de lo que está haciendo la competencia, es fundamental
en el análisis previo de lanzamiento de un producto o servicio. En el caso de
la segmentación nos puede ayudar a clarificar.
En vez de
pensar en gama de productos o servicios (propuesta de valor), hagámoslo
centrándonos en el tipo de cliente para el que crean valor. De esta forma nos
ayudará a plantear nuestros segmentos de mercado.
La
uniformidad de un grupo de clientes que es homogéneo en sus hábitos y en la
aceptación de la propuesta de valor que le ofrecemos nos facilitará el diseño
de los canales a considerar.
La
herramienta del Lienzo de Modelo de Negocio es muy eficaz para dirigir esta
estrategia al obligarnos a definir estos canales para cada fase en que se
encuentra el cliente.
Así, ¿cómo
damos a conocer los productos y
servicios de nuestra empresa? (información) y ¿cómo ayudamos a los clientes a
evaluar nuestra propuesta de valor? (evaluación).
¿Cómo
pueden comprar los clientes nuestros productos o servicios? (compra), ¿cómo
entregamos a los clientes nuestra propuesta de valor? (entrega) y ¿qué servicio
de atención posventa ofrecemos? (posventa).
Pero esta
estrategia de canales la tenemos que complementar con un sistema de gestión de
los clientes basado en el proceso hacia la venta. Este “embudo” comienza por el
análisis de las necesidades del cliente.
Y continúa con la realización de una propuesta
de valor personalizada, la presentación de una oferta económica acorde, el
proceso de negociación y, finalmente, el cierre positivo o fallido de la venta.
Para poder
realizar lo comentado, es preciso el establecer acciones específicas para cada
segmento de cliente y, si fuera posible y necesario, para cada persona a la que
nos dirigimos.
En la
atención directa con el cliente, tanto en el comercio como en el servicio, esta
forma de trato se hace habitualmente, pero no así en los canales de Internet,
como son la web corporativa y las redes sociales.
Sin
quererlo, tratamos a esto canales como si fueran medios masivos, de forma que
nos distinguimos las peculiaridades de los distintos segmentos a los que nos
dirigimos. Como mucho, creamos apartados distintos en la web.
Con la
generalización del acceso a Internet a través de los dispositivos móviles, la
página web es la primera presentación que tienen de nuestra empresa los
clientes. De aquí su relevancia.
Lo mismo
sucede con las redes sociales. No es fácil que una misma publicación guste a
los distintos segmentos. En este caso, podemos realizar páginas distintas para
cada tipología o realizar promociones dirigidas.
Esta
comunicación segmentada la podemos hacer en los medios tradicionales (radio,
prensa y televisión), así como en las nuevas posibilidades de Internet
(buscadores y las distintas redes sociales).
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