El ojo
humano es un órgano muy eficaz que adapta el enfoque a la distancia donde
focalizamos. Hasta que los músculos van perdiendo tono y se produce la
presbicia. Entonces, necesitamos unas gafas para ver de cerca.
Esta
realidad de lo macro y lo micro, las distancias largas y las cortas, se pueden
también enmarcar en el ámbito empresarial. Así, siempre se ha hablado de
“miopía” al no saber ver la tendencia del mercado.
De igual
forma, es muy difícil implementar las estrategias. Aquello que “el papel lo
aguanta todo” y “una cosa es predicar y otra distinta dar trigo”. Este caso
sería otra prolongación de la dificultad de enfocar.
Es el
fenómeno de los libros de autoayuda, que nos dan mucho optimismo al leerlos,
creyendo que ya hemos dado con la herramienta adecuada, pero que son muy
complicados de llevar a la práctica por uno mismo.
Vamos a
tratar cómo se plasma esta dificultad de enfoque en el área de gestión de
clientes, donde también tenemos que lidiar con una perspectiva macro y otra perspectiva
micro.
La
vertiente macro nos viene dada por el enfoque tradicional del Marketing, que en
el caso de la gestión de los clientes, supone el hacer recorrer al cliente una
serie de etapas.
Son las
llamadas fases del cliente. A saber: conozcan nuestro producto o servicio,
valoren nuestra oferta, lo compren, lo reciban y queden satisfechos con la
relación posventa para fidelizarlos.
Para
favorecer esta transición de las fases utilizamos distintos canales de relación
con el cliente. Así, los tradicionales como la visita comercial o anuncios en
los medios de comunicación.
Y los que
han venido con la era Internet y la telefonía móvil, el correo electrónico, las
páginas webs, las redes sociales, las aplicaciones para Smartphone o el
comercio electrónico.
Cuando
planificamos el diseño de estos canales, lo solemos hacer de una forma macro.
Es decir, destinado a un cliente general o a unos segmentos de clientes
definidos.
La
vertiente micro es el “embudo” que diseñamos con cada campaña y oportunidad de
posible cliente una vez que ya nos conocen o establecemos una estrategia de
marketing para acceder a ellos.
Una vez
que hemos filtrado aquellos clientes que vamos a tratar, comienza la labor de
análisis de las necesidades que tienen y la propuesta de valor ajustada que le
podemos aportar.
Le sigue
la realización de dicha oferta, el proceso de negociación de la propuesta de
valor y del precio, hasta que bien logramos una venta o ha quedado desestimada
la oferta por el cliente.
En tiempos
de bonanza, cuando hay demanda de nuestros productos o servicios, no se suelen
ver los desajustes entre estas dos perspectivas de lo macro y lo micro. Se
percibe en momentos que la demanda ha disminuido.
Es similar
a lo que ocurre con la calidad y con los sobrecostes de producción. El agua que
llenaba la piscina no nos dejaba ver las piedras y la suciedad que se estaba
depositando en el fondo.
En las
etapas que es necesario restructurar la propuesta de valor ofrecida o buscar
nuevos nichos de mercado, el enfoque en las estrategias micro nos permite
testar la respuesta por parte del mercado.
Una vez
que hemos visto que esa propuesta de valor se ajusta, podemos amplificarla a un
segmento de cliente homogéneo a través de los canales que consideremos
oportunos.
Al partir
de una hipótesis de negocio determinada, podremos medir adecuadamente el éxito
de los canales elegidos para ir adaptando las estrategias sucesivamente hasta
optimizarlas.
La
utilización de un sencillo sistema de
CRM nos permitirá el poder disponer de informes que nos ayudarán a poder
tomar las decisiones basándonos en la experiencia previa.
Así mismo,
las metodologías del Lienzo de Modelo de Negocio y de Desarrollo de Cliente nos
facilitan la definición de las estrategias para que puedan ser fácilmente
testadas e implementadas.
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